lunes, 13 de febrero de 2023

ARRAIGO


En España siempre se ha dicho, o se dijo, que lo mejor a lo que se podía aspirar era a ser funcionario. Durante el tiempo de vacas gordas, al menos en el mundo de la construcción, que es el que más o menos conozco, se aborrecía el trabajo en la Administración, ¡hay tanto trabajo en la calle! Ganancias a espuertas en tantas y tantas obras en las islas, hoteles y apartamentos, edificios, planes de urbanización, etc. Luego llegó la crisis del 2008 y los "funcionarios", aquellos que de alguna manera tenían un sueldo fijo asegurado, fuese cual fuese (les aseguro que algunos sueldos fueron y son vergonzosos), pasaron a ser el gigante a derribar. Ya nadie se acordaba del dineral ganado otrora, sólo valía el ¡no te quejes, tienes un sueldo fijo! y todas esas sandeces. Pasaron los años, se fue la crisis, llegó el COVID, la guerra de Ucrania, gobiernos de un lado y otro, y los "funcionarios", con sus sueldos congelados, seguimos trabajando mientras nos absorbían la energía año tras año; ni que decir tiene si hablamos de aquellos que lo hacen en el sector sanitario.
Leo hoy en EL PAÍS que el porcentaje de trabajadores quemados y desmotivados aumenta en España, entre los que me encuentro sin ninguna duda. Lo que significa la función pública, o sea el servir al ciudadano, ha desaparecido prácticamente. Ésta es mi visión y ésta es también mi experiencia; puedes estar de acuerdo con ella o no, pero te aseguro que yo no he hecho sino trabajar desde el día que entré en este Ayuntamiento, trabajo que he de compatibilizar con mi profesión en la calle. 
Lo triste de esto es que no lo entiende sino el que lo ha sufrido. Poner sobre la mesa este tema suele conllevar automáticos comentarios por todos sabidos: todos los funcionarios son unos vagos, lo que no quieren es trabajar o ¡no te quejes que al menos tienes trabajo! 
¿Les suena de algo esto?

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