viernes, 11 de marzo de 2016

YO TAMBIÉN SOY JUDÍO

Termino de leer "Dispara, yo ya estoy muerto" y, anoche en el aeropuerto, lloré. Leía una parte donde tres de los protagonistas de la novela morían en Austchwiz; y no solo morían, sino que previamente eran salvajemente torturados, violados, mutilados... Siempre he sentido una cierta sensibilidad especial con el pueblo judío y el Holocausto va más allá de todo lo indecible. El infierno no existe, el infierno está en la Tierra.
Mi odio a los nazis y a todo lo que representa es visceral, ilógico, incomprensible, inconmensurable. De ahí a que vea nazis en todas las demostraciones de acoso y violencia que siguen existiendo, el mal por el mal, por el mero hecho de tener poder sobre algo o sobre alguien. A los acosadores no hay que darles ni un centímetro de holgura, hay que despreciarlos en el acto, hay que alejarlos, exiliarlos, juzgarlos, despreciarlos.
Mi segundo apellido es alemán, judío-alemán, y creo que esta parte de sangre judía que habré heredado de mis antepasados hacen que me solidarice con su sufrimiento de tal forma que todo lo que lea o vea sobre la Shoah me llegue a lo más profundo de mi ser. Mi querida amiga Fina, la bondad personificada, me diría: Jose, odiar no es bueno, recuerda, impermanencia... Juan, mi socio muerto, se hubiese quejado de mi obsesión por este tema y de que cada año se recordasen las barbaridades cometidas en la 2ª Guerra Mundial; él creía que era mejor olvidarlo y no hablar más del tema. Yo siempre le decía NO, nada de olvidarlo. La única forme de que esta barbaridad no se vuelva a repetir jamás es recordarlo y recordarlo y recordarlo hasta que quede grabado en todas y cada una de las generaciones venideras.
Quede aquí mi infinita admiración por todos aquellos millones de personas que murieron en los campos de concentración nazis, por los que sobrevivieron y pudieron seguir viviendo, por los que nunca se recuperaron.

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