Que una islandesa recomiende hablar con una española para entender algunas de las cosas que han pasado desde que el cuento de hadas en el que vivía su país se derrumbase en octubre de 2008 por un batacazo financiero no parece muy real. Pero lo es y sin elfos de por medio. “Yo que tú”, sugería la diputada Birgitta Jónsdóttir en un café del centro de Reikiavik durante una charla mantenida en febrero, “preguntaba a la española Elvira Méndez, todo el mundo la conoce, es una referencia”. Y tanto. Ella sola —o casi— llevó al Tribunal Supremo islandés a sellar la inconstitucionalidad de la cláusula que ligaba los préstamos contratados a la moneda extranjera, una de las tretas de los vikingos financieros que más apretó la soga a los ciudadanos —especialmente a los hipotecados— tras la quiebra de sus bancos y el derrumbe de la corona. Profesora de Derecho en la Universidad de Islandia, Méndez, tras 11 años de residencia en la capital de Islandia, dedicó el verano pasado a tratar de desmigar las claves de la crisis, con un aderezo muy personal: su vivencia y el referente español. “Al principio no tenía muy claro lo del libro”, relata en conversación telefónica, “pero vi que había muchos medios interesados, que no solo querían un titular, sino que querían comprender”. Y se puso a ello. El resultado tiene título: La revolución de los vikingos (Editorial Planeta).
Pregunta. ¿Puede España fijarse aún en el espejo de la crisis islandesa?
Respuesta. Sí y no. La realidad es compleja. Se puede aprender muchísimo de nuestros errores y aciertos. El sistema económico y político de Islandia, aunque es un país pequeño, es similar al español, pero las diferencias vienen de la pertenencia de España a la UE, zona euro y Unión Económica y Monetaria. Se puede aprender que la política de austeridad por sí sola no funciona. [El premio Nobel de Economía Joseph] Stiglitz lo repite frecuentemente. En Islandia hubo recortes racionales, coordinando los tiempos. Tuvimos suerte de que la crisis fuera en octubre de 2008, porque así con todo lo recaudado durante el año, el presupuesto para el siguiente no fue austero. Además, el Gobierno de centroizquierda ha intentado preservar el Estado de bienestar nórdico. Eso creó un colchón. Hubo una moratoria de dos años a los desahucios, más general que en España. No fue una moratoria para todos porque pesaba el control del FMI: si uno demostraba dificultades, que había asumido una deuda de buena fe, una situación familiar concreta… No hubo prácticamente desahucios en dos años. En 2010, cuando se iba a acabar la moratoria, hubo una gran manifestación y se amplió, pero ya se ha terminado. Los desahucios han comenzado y volvemos a tener un problema.
P. ¿Qué recetas han funcionado?
R. El Estado declaró la quiebra de los tres bancos principales, levantó otros tres nuevos y en los ordenadores creó depósitos bancarios para los residentes con el montante que hubieran tenido. Además se impuso un control de capitales exhaustivo que aún existe. No se saca el dinero del país que no esté ligado a la economía real. Ahora bien, si uno se tiene que operar en el extranjero o enviar dinero a un familiar enfermo, por supuesto que te dan permiso. Si hay operaciones de bienes y servicios, compraventa, sí; pero capital por capital, no.
P. ¿Le podría servir esto a España?
R. La UE ya está tomando nota. Los acreedores, los inversores tienen que sufrir las pérdidas, pero no se pueden trasladar al contribuyente o a la clase media. La pertenencia a la zona euro está siendo muy perjudicial para España porque no da libertad a su política monetaria y fiscal.
P. Es decir, la clave es trasladar el primer impacto de la crisis a los acreedores.
R. Lo primero es ir al origen del problema: una deuda irreal desligada de la actividad económica. En Islandia, según la investigación del Parlamento, lo que provocó la bancarrota no fue la deuda de particulares, no fue que alguien se comprara una pantalla plana, un coche o una casa. El 80% de la deuda estaba en manos de otros bancos, de amigos o de los mismos propietarios [de las entidades financieras] para la compraventa de empresas en el extranjero a cuatro veces su precio. En España también hay deuda privada, de empresas y familias, pero imagino que hay mucha deuda de la construcción. Habría que determinar qué deuda se puede pagar, qué deuda es moral que la sociedad ayude a pagar y cuál no. El derecho de la vivienda obligaría a que la sociedad asistiese a una familia que se ha endeudado de buena fe para la compra de su residencia. Y como en Islandia, habría que imponer un control de capitales para que el dinero no salga. Si no, se crea una fuga de capitales. Lo que se ha hecho en Islandia se puede hacer, pero a escala europea.
P. ¿Cómo logró Islandia recuperarse en algo más de tres años?
R. Se ha recuperado la economía de lo real. Los recortes han sido escalonados, se ha procurado un ajuste fiscal y presupuestario para no provocar pobreza y exclusión social, aunque también se ha producido, pero se intentó evitar. La clave es el no rescate indiscriminado de los bancos, que ha librado a Islandia del destino de Grecia, Irlanda o España. Se ha librado de una deuda externa. Y la interna, la de los bancos, que ha asumido el Estado, se ha podido asumir porque Islandia no tenía un gran déficit. Además con el corralito [control de capitales] no se saca el dinero del país, circula, circula y circula como si fuera una partida de la oca. Y hay que tener en cuenta que el IVA es de un 25,5%. Al mismo tiempo se ha ayudado mucho a los tres sectores que han provocado la llegada de divisas masiva: pesca, aluminio y turismo. La importación de productos de lujo, a la que los islandeses eran asiduos, desciende. Dejas de importar, exportas, equilibras la balanza comercial, el dinero circula y, como la banca no está dedicada a la especulación, se centra en sus clientes. El criterio de territorialidad, Islandia primero, es lo que está levantando el país, pero eso va en contra del mercando interior europeo. Es la política económica de nosotros primero y luego también.
P. ¿Hay vikingos en España como los que llevaron a Islandia al colapso financiero?
R. Los llamamos los vikingos expansivos: son unas 40 personas, empresarios muy agresivos, muy jóvenes, todos hombres de entre 30 y 50 años, que se fueron a Estados Unidos e importaron el modelo de negocio de casino. En España también ha habido una élite que ha caído en lo mismo, pero, claro, son 46 millones de habitantes. Hasta que no haya una investigación no se pueden poner nombres y apellidos.
P. Pese a las cifras, toda una generación en Islandia está marcada por la crisis.
R. La factura que ha pasado la crisis es inolvidable. Nos moriremos diciéndoles a los nietos que no confíen en los bancos. Nos ha dejado muy marcados. Los peor parados han sido los jóvenes que habían puesto todos sus ahorros en un primer piso, y como la deuda estaba indexada en moneda extranjera, ahora deben una casa y media. Muchos han abandonado el país, han dado las llaves y malvendido la casa. Esta gente no va a olvidar que les han privado de su futuro. En Islandia nacen unos 5.000 bebés al año. En dos años, se han marchado 20.000 personas, de ellas, 10.000 islandeses. Se han perdido dos generaciones, aunque ahora empiezan a regresar. Los mayores de 60 años, que perdieron sus ahorros, también están marcados. ¿Quién tira del país? Los que se han quedado, los que tienen entre 40 y 60 años. Pero los islandeses no se quejan en público. Son un pueblo que mira hacia delante, hacia tiempos mejores. Esa factura también está llegando a España.