lunes, 21 de febrero de 2011

JOYAS DE FAMILIA: NIJOTA

Mi padre con mis tíos Domingo (Pérez Minik) y Juan (Nijota).
***
Casi al pie de la torre en la calle Pina

que conduce a la Vega La Oficina

aquí acuden clientes separados o juntos,

para que les despachen sus urgentes asuntos,

laboriosos y múltiples son las tardes diarias

y se trabaja a veces horas extraordinarias

el complicado trato requiere aquí el cliente

mientras el tiempo pasa veloz e indiferente

cuando el esposo llega al hogar retrasado

la esposa le pregunta, hombre ¿dónde has estado?

y él con tremenda euforia le responde

Monina te juro que hasta ahora he estado en La Oficina

la suegra dice entonces con intención aviesa

parece que la tinta se sube a la cabeza.
***
Destrucción de " La Oficina ", patrimonio lagunero
Antonio Cubillo Ferreira

Mientras el pasado día 20 de julio contemplábamos en la TV los 40 años de la llegada del hombre a la Luna , en mi ciudad de Aguere, La Laguna de los estudiantes, las palas destruían la famosa taberna literaria conocida por " La Oficina ", ante la desidia del Ayuntamiento lagunero, que dejaba que se perdiera esta joya llena de recuerdos para cuantos la conocíamos de jóvenes. " La Oficina " fue fundada en 1944 por D. Enrique Fernández Remigio y Ramón Herrera Amaya. Era sitio de reunión de todos los intelectuales y poetas de la isla, siendo el cliente más asiduo el poeta Manuel Verdugo, quien casi siempre venía acompañado del famoso guitarrista Carmelo Cabral, una de las mejoras guitarras de Canarias, natural de Las Palmas y que un día lo trajeron de la isla Canaria un grupo de ricos tinerfeños; creo que estaba Verdugo, el abogado Gil Roldán y otros amantes de la juerga, el humor y de la buena música. Lo invitaron por unas semanas a La Laguna y él dijo que como se paseaba siempre en tartana por Las Palmas, tocando en los bares de la Isleta , si querían invitarlo tenían que transportarlo con tartana y todo; y así fue, lo embarcaron en el correíllo Viera y Clavijo y desembarcó en el puerto tinerfeño en su tartana y de esta manera fue como llegó a la ciudad de Aguere. Vino por unas semanas, pero nunca más volvió a su isla. El que sí volvió fue el tartanero y su caballo y tartana que retornaron a Las Palmas.
"La Oficina" llevaba dentro de sus muros el recuerdo de Carmelo Cabral, quien fue uno de los mejores guitarristas que ha parido Canarias. Cuando murió, después que le precediera su gran amigo y poeta D. Manuel Verdugo, escribí en el periódico La Tarde , donde yo era colaborador, un artículo en su honor el día 14 de junio de 1956, que decía así: IN MEMORIAN... el músico y el poeta.
Al fin los dos amigos se volvieron a encontrar tras el tiempo que pasaron juntos en esta tierra; largo lo encontraba el músico, pero su amigo el poeta lo desengañaba con su verso....
Bebe, Carmelo, que la vida es corta...
y mirada a través de una botella.
La mano que escribía y la que rasgueaba el bordón de la guitarra se habrán vuelto a estrechar, como antaño, cuando se encontraban en la famosa tasca lagunera.
Algo de La Laguna se llevó Carmelo en su último viaje. Algo íntimo que termina con una época que ya agonizaba en la antigua ciudad. Los viejos laguneros notarán un vacío a su alrededor que ni el recuerdo de la guitarra del amigo podrá llenar con sus ecos. Cuán diferente aquel tiempo en que las tardes transcurrían plácidamente entre un soneto, una burbuja, una sonrisa y las notas tristes y melancólicas de la guitarra del amigo que vibraban sobre el cristal...
...que la vida es corta,
mas mirada a través de una botella,
aún por fortuna nos parece bella...
Ahora, los pocos amigos que aún viven sentirán llenarse sus ojos de lágrimas o quizá de recuerdos, cuando en las tardes grises del invierno, en vez de aquellas quejas del instrumento querido, oigan unas estentóreas voces que entonarán boogies o corridos mejicanos por las estrechas calles laguneras. Mas no llores tú, viejo; escucha el verso del amigo a Carmelo. También él lloró la muerte del poeta mientras leía, en los ratos de pena, el testamento en poesía:
...y esperar la desgracia indiferente,
destruye con un vaso de aguardiente,
la inútil facultad del pensamiento.
Lloraba y tocaba Carmelo mientras esperaba la muerte que lo llevaría al paraíso de la música soñada. Toda el alma en sus manos y su guitarra, conjunción con su cuerpo.
En "La Oficina", que acaba de ser destruida para siempre, se reunía lo más selecto del mundo intelectual y parrandero de la ciudad de Aguere, y a ella íbamos también los jóvenes estudiantes universitarios tinerfeños y gomeros como Antonio Jesús Trujillo, el buen poeta gomero cantando a los roques de La Gomera en sus versos. También muchos de Canaria como Arturo Macanti, Fernando Sagazeta o Carlos Suárez, el amigo Crespo de Las Palmas, Jerónimo Saavedra y cuantos apreciaban la poesía, el humor y el buen vino. Por cierto, de todos los jóvenes de Gran Canaria, el que más se compenetró con nosotros y con La Laguna fue Arturo Macanti, que además se casó con una lagunera y se empapó como nadie del aire y del ambiente lagunero, el cual le ha servido de inspiración para sus magníficas y delicadas poesías. Macanti, el poeta, vive actualmente en La Laguna y forma parte activa del Ateneo lagunero, donde suele dar sus recitales y supongo que en este momento estará indignado al saber de la desaparición de esta taberna literaria.
Personalmente iba desde pequeño muchas veces a " La Oficina " a llevar las facturas de los bocoyes de vino que representaba mi padre, un blanco amontillado de la casa Morales, de Huelva, y otro blanco Freixenet, de Villafranca del Penedés. Los tintos por el contrario solían ser de Tacoronte-Acentejo o de La Matanza , o de Valencia; la mayoría de las veces, de la casa Gil Trilles que representaba mi padre y que se parecían mucho a los nuestros, los cuales se importaban a un precio más rentable para los bares que hacían su agosto vendiéndolo como vino del país. Muchos poetas y escritores arramblados pasaron por allí y algunos escribían sus poemas en las paredes o sobre el cabezal de los bocoyes, pero quien mejor definió " La Oficina " fue el gran poeta Manuel Verdugo:
Limpieza, pulcritud, amable trato,
vinillo superior y tapa fina...
Todo esto hallaréis en La Oficina ,
si entras allí para pasar un rato.
Y has de volver o pecarás de ingrato,
porque es un sanatorio con cantina,
donde el alma sus penas elimina...
¡Rincón acogedor tranquilo y grato!
A cada uno le corresponde apreciar la fineza de nuestro poeta y el ambiente bohemio y parrandero de postín que se respiraba en " La Oficina " en aquellos años 50. No quiere esto decir que las otras tascas laguneras dejaran de tener ambiente -bares como el de Mariano, el "Bar Alemán" del Casino con sus churros de pescado y su ensaladilla rusa, o Casa Maquila con sus buenos tintorros y parrandas- pero es que " La Oficina " era como algo sagrado por la presencia continua de Don Manuel Verdugo, el poeta; Jacinto del Rosario, el buen humorista y sastre; D. Aurelio Ballester, el abogado; Arístides Ferrer, el republicano y socialista de Arafo, el más serio socialista que he conocido; Enrique Lite, Víctor Zurita, el lagunero director de " La Tarde ", que solía pasar por allí de vez en cuando con el gran poeta humorístico Nijota; Don José Arozena Paredes, el abogado; Don José Perera García, el médico lagunero, primer alcalde republicano en abril del 31; Domingo Pérez Minik, el escritor y gran crítico literario; Pedro García Cabrera, el poeta gomero; Eduardo Westerdhal, el amigo del francés André Breton, el inventor del surrealismo y crítico de arte y conocido amigo de Oscar Domínguez, el pintor lagunero surrealista, quien solía traer a sus amigos intelectuales europeos de paso por Tenerife; Álvaro Fariña, el gran pintor de Tacoronte, cuñado de Oscar Domínguez; Jacinto del Castillo, el sastre chicharrero; Carmelo Cabral y su famosa guitarra; Juan Davó Rodríguez, el célebre pintor chicarrero; Luís Álvarez Cruz, López Ruiz, los abogados González de Mesa y López de Vergara, el poeta Manuel Castañeda, Duni Borges y su pandilla de estudiantes de los Duni & Boys, Jorge Perdomo, Chicho Ibáñez Serrador cuando vino con su madre Pepita Serrador en su gira teatral, Lorenzo Bruno, Antonio Vizcaya y Miguel Tárquis, Emeterio Gutiérrez, el poeta icodense, Julio Tovar el poeta, Leopoldo Rencio, Don Antonio González, el catedrático de Ciencias y su hermano Pedro González, el pintor; el profesor de Derecho J. M. Hernández Rubio, cuando vino de profesor a La Laguna y descubrió la célebre taberna, y tantos y tantos otros personajes de la época que por allí pasaban, incluso el obispo D. Domingo Pérez Cáceres, que no dejaba de entrar cuando pasaba por allí y los contertulios lo invitaban y a quien nosotros los jóvenes admirábamos y nos gustaba escuchar.
Lo que dominaba en esta taberna literaria era el humor, ese humor isleño que siempre acompaña al canario y que le ayuda a sobrepasar tantos malos momentos y dificultades y que en La Laguna sirvió siempre como caldo de cultivo para las famosas tertulias en los bares o en las casas particulares, como aquella famosa tertulia de Nava del siglo XVIII.
Alfonso García-Ramos, periodista y escritor, aunque en aquellos tiempos era estudiante de Derecho como la mayoría de los jóvenes, eufórico muchas tardes, nos recitaba a sus amigos Martín Tabares, Estanislao Brotons, José A. Vázquez-Figueroa y Rial, Joaquín Reyes -Quirico para los amigos-, Antonio Castro, los hermanos Moralez Ruiz, Domingo, Manolo y Román, Miguel Lemus y Fernando, el hermano de Alfonso, los versos del poeta persa Omar Khayan alabando al vino o los de aquel famoso rey de Sevilla del siglo XI Al-Motamid quien decía:
¡De pie!, ¡ Matad el tiempo!
Puesto que es él quien un día
nos echará por tierra.
¡Mezclad pues el vino con la onda de las nubes,
y dánnos a beber!
A mí me gustaba más citar a don Juan de Iriarte, el famoso escritor y poeta del siglo XVIII, cuyos versos y décimas dedicadas al vino de Canarias son una delicia. Este Iriarte, no confundirlo con su hermano, escribía sus epigramas y décimas en castellano y en latín y a nosotros nos gustaba recitarlas en latín hacia finales de las juergas nocturnas en ¨La Oficina .
¡O Fortunatam, quae dicta Canaria, sedem!
¡Ut valet haec vinis, sic valet ingeniis!
En fin, miles de recuerdos se han ido con la destrucción de esta taberna literaria que podía haberse conservado como se conserva en París el "Café Bar Procope", el más antiguo de París, abierto en 1686, en el barrio Latino Rue de l´Ancienne Comédie, nº 12, donde venían escritores como Voltaire, Diderot, D´Alambert y los hombres de la Revolución a tomarse unas copas y donde me he sentado en el sitio de Voltaire, que allí tiene una placa. Claro que no vamos a comparar al Ayuntamiento de París con el de La Laguna y el respeto a los recuerdos culturales y tradiciones. La Laguna , Patrimonio de la Humanidad , sí, pues una parte de ese patrimonio cultural ha sido arrancado el 20 de julio del 2009, con la destrucción de la primera taberna literaria de Aguere, la famosa "La Oficina".

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