domingo, 31 de octubre de 2010

¡QUÉ BONITAS LAS PALOMITAS!


Esta frase la habremos oído mil veces a lo largo de nuestra vida... En el Parque María Luisa de Sevilla, en la Plaza San Marcos de Venecia, etc., siempre decíamos ¡qué bonitas las palomas! ¡mira, se posan encima si les das de comer! Pero un buen día se descubrió que el excremento de las palomas era corrosivo, manchaba la piedra o la chapa de los coches, y claro, el ser humano que es muy listo pensó en una solución rápida: la exterminación. Primero te traigo a las ciudades porque alegras las plazas y cuando me canso te extermino. Bienvenidas a la metáfora de la vida sobre la Tierra.
No sé cuál es la solución, si la esterilización o su desplazamiento a otras zonas, pero desde luego no creo que exterminarlas de manera cruel (léase disparos, jaulas donde mueren de hambre o sed una vez han entrado y otras lindezas propias de la Inquisición) sea la mejor idea, o al menos la más "humana" de ellas. A mi, qué quieren que les diga, me gusta ver palomas en las ciudades, y si me mancan me limpio y se acabó (porque los humanos no cagamos, no).

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