Ver la televisión una noche cualquiera supone un verdadero ejercicio de autoestima; cuesta irse a la cama sin tener una sensación terrible. La cosa empieza con estreñimiento, dándose unos ridículos golpecitos en el estómago, para seguir hablando de hemorroides, pérdidas de orina, sangre azul sobre compresas voladoras, pies olorosos, dentaduras postizas que se desprenden, anoréxicas preocupadas porque han ganado unos gramos después de un embarazo, dentaduras resplandecientes, pieles tersas, caras arrugadas, pelos al viento de color a elegir, disfunción eréctil, bebedizos potenciadores de la libido, caspa en el pelo, sudor, pechos a lo Anita Ekberg, cuerpos sudorosos, desodorantes eternos, labios de vampiros, narices perfectas, ojos azules, verdes, violetas… ¿Dónde ha quedado la vieja frase de “la belleza está en el interior”?
martes, 17 de noviembre de 2009
AUTOESTIMA
Ver la televisión una noche cualquiera supone un verdadero ejercicio de autoestima; cuesta irse a la cama sin tener una sensación terrible. La cosa empieza con estreñimiento, dándose unos ridículos golpecitos en el estómago, para seguir hablando de hemorroides, pérdidas de orina, sangre azul sobre compresas voladoras, pies olorosos, dentaduras postizas que se desprenden, anoréxicas preocupadas porque han ganado unos gramos después de un embarazo, dentaduras resplandecientes, pieles tersas, caras arrugadas, pelos al viento de color a elegir, disfunción eréctil, bebedizos potenciadores de la libido, caspa en el pelo, sudor, pechos a lo Anita Ekberg, cuerpos sudorosos, desodorantes eternos, labios de vampiros, narices perfectas, ojos azules, verdes, violetas… ¿Dónde ha quedado la vieja frase de “la belleza está en el interior”?
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