lunes, 6 de enero de 2025
domingo, 5 de enero de 2025
LIBROS
Estas Navidades he empezado a leer, aún en papel porque el ibook sigue sin llegar, la última de las novelas de la saga Millenium, esta vez con una nueva escritora, Karin Smirnoff, tras las originales escritas por Stieg Larsson, las 3 primeras, y las siguientes 3 más por David Lagercrantz. Se trata del volumen 7º, "Las garras del águila". Tego, no obstante, otros a la espera, mis últimas adquisiciones.
Con La Casa lúgubre, Dickens afianzó su reputación de novelista serio a la par que de maestro del efecto cómico, presentando un relato que tiene tanto de historia de misterio como de crítica a una sociedad caracterizada por su estricta indiferencia. En un experimento creativo inusitado, el autor reparte el hilo de la narración entre Esther Summerson, quien conforma un peculiar perfil psicológico, y el narrador anónimo cuya perspectiva complementa y en ocasiones cuestiona la de la protagonista.
La tarea de edición de Juan Camargo se complementa con la extraordinaria traducción de Alberto Reyes en un esfuerzo por presentar al lector la más fiel versión de la novela. Asimismo, la introducción del genial escritor G. K. Chesterton rinde merecido homenaje a uno de los mayores logros de Dickens.
G.K. Cherterton dijo..."Quizá sea su mejor novela. Cuando Dickens la escribió, había madurado."
Con un relato que se tiende desde el big bang hasta hoy, La invención de todas las cosas nos muestra que los seres humanos somos aquello que nos contamos. Las ficciones que garantizan la cooperación entre inpiduos y grupos dieron vida a las religiones y los mitos; las que tienen que ver con límites de territorios, razas o culturas han provocado o justificado invasiones, guerras y masacres; hay otras que determinan nuestras relaciones personales o cívicas; la magia y la astrología sin duda son ficciones, pero también lo son la ciencia, la filosofía, el arte, la literatura, la música, el teatro, la televisión, las redes sociales... e incluso la política o el amor. Esta es, en definitiva, una historia sobre cómo a diario construimos y reconstruimos la realidad por medio de la imaginación. Nos pasamos la vida entre ficciones, nos dice Volpi, sin apenas darnos cuenta de que nosotros también lo somos.
Bajo una aparente levedad, el autor británico disecciona el fenómeno de la falta de empatía y, al mismo tiempo, nos refleja una sociedad que prioriza lo aparente frente a lo verdadero. En In. podemos encontrar más emociones, más sentimientos y más ternura que en cientos de sagas intergalácticas.
Mientras existan hombres que no amen a las mujeres… Lisbeth Salander volverá. La nueva novela de la Serie Millennium, el fenómeno literario que ha atrapado a más de 105 millones de lectores, de la mano de Karin Smirnoff, autora revelación de la narrativa sueca. «Ningún escritor, salvo el mismísimo Stieg Larsson, podría haber escrito una novela así.» Uppsala Nya Tidnig
Múltiples intereses están en juego en el Norte de Suecia: tierras apenas habitadas y ricas en recursos naturales son codiciadas por las multinacionales más poderosas bajo la excusa del ecologismo. La corrupción y el dinero fácil pronto atraen a los grupos criminales más peligrosos. Hacia allí se dirigen Lisbeth Salander y Mikael Blomkvist por diferentes motivos: los servicios sociales han informado a Salander de que su sobrina adolescente, Svala, necesita un tutor legal tras la desaparición de su madre, y Mikael acude a la boda de su hija con uno de los políticos más influyentes de la región.
El frío norte se convertirá en el escenario en el que Lisbeth Salander, Mikael Blomkvist y la indomable Svala se enfrentarán a una red de corrupción amparada en la explotación de energías renovables y combatirán la violencia contra las mujeres, en medio del ambiente político en el que asciende imparable la ultraderecha.
PACO
No había podido escribir antes por falta de fuerza, de ánimo podría decirse también; toda mi energía se la envío a diario a él. Mi amigo, mi compañero melómano, compañero de mesa.
Fue a él a quién le pedí consejo hace casi 20 años acerca de embarcarme en un trabajo y a él ha sido a quién le conté mi posible marcha.
Es él con quién hablo de literatura, de viajes, de ópera. Será él con quién me siente en La Hoya para ponernos al día, para hablar de lo humano, de lo divino -más de lo primero- y hasta de política. Sí, sí, ya sé, ni de política ni de religión se decía antes, pero los buenos amigos pueden hablar de esto y de todo lo demás, ¿o no?
Ahí sigue él, con fuerza, saliendo de la grisura, volviendo a la luz compás tras compás. Volver al trabajo, en mi caso, tras estos meses de baja, de novedades ignotas, de descanso (merecido y necesario), de encrucijada con final feliz, no será completo hasta que pueda mandarle un whassap preguntando: Paco, ¿almorzamos este miércoles?
Fuerza y hasta (muy) pronto.
♫
Tannhüser, Wagner, *Coro de los peregrinos.
LA PEREZA
La lucha contra el franquismo merece reconocimiento y no enfrentamientos partidistas. Mantenerse al margen es un error.
Soledad Gallego-Díaz, 05.01.2024
No existe un Día de la Liberación en España como en muchos países europeos en los que se celebra el fin de la ocupación y de la dictadura nazi. No se pueden producir escenas como la que ocurrió hace tiempo en Ámsterdam, cuando un grupo de exsoldados canadienses que visitaba, en un viaje turístico y nostálgico, la ciudad que ayudó a liberar, se vio sorprendido por la acogida de miles de jóvenes que se echaron a la calle espontáneamente —convocados a través de móviles— para abrazarlos y vitorearlos. Miles de jóvenes que les daban las gracias para asombro y profunda emoción de aquel centenar escaso de hombres mayores convertidos en pacíficos empleados, hombres de negocios, obreros o profesionales.
En España el franquismo duró muchos años y el dictador murió en la cama, pero eso no quiere decir que no hubiera cientos, miles de hombres y mujeres españoles que a lo largo de todos esos años intentaron liberar al país de aquella dictadura y que pagaron su determinación y valentía a veces con su vida, a veces con la cárcel, el exilio o el destierro. La inmensa mayoría procedía del movimiento sindical y de partidos políticos de izquierda clandestinos, pero también hubo hombres y mujeres que se reclamaban como parte de una derecha democrática y europeísta que aportaron su lucha a esa causa común, personajes como Dionisio Ridruejo, Joaquín Ruiz-Giménez, Jaime Miralles, Joaquín Satrústegui u Óscar Alzaga. Todos esos hombres y mujeres españoles que lucharon para nuestro propio y nunca alcanzado Día de la Liberación se merecen que exista un momento al año en que se los recuerde y se les muestre agradecimiento.
La iniciativa del Gobierno de poner en marcha este año una serie de eventos bajo el lema España en Libertad tiene sentido si lo que pretende es ese objetivo. No lo tendrá si se pretende vincularlo con el día preciso de la muerte de Francisco Franco, de imposible y desagradable evocación, o busca profundizar en el radical enfrentamiento entre la izquierda y el Partido Popular que se produce en España desde hace ya años. La cifra redonda de 50 años tiene siempre resonancias conmemorativas, pero en realidad España en Libertad debería ligarse más a las primeras elecciones libres celebradas en junio de 1977, que marcan el auténtico proceso de Transición, mucho más que la desaparición física del dictador.
No conmemorar ni evocar la muerte de Franco no significa echar al olvido su figura. Ni Pétain, ni Mussolini, ni mucho menos Hitler, pueden ser olvidados. Son figuras históricas que marcaron periodos siniestros en la vida de sus países y que provocaron inmenso dolor e ignominia. Los jóvenes que se echaron a la calle en Ámsterdam para recibir a los soldados canadienses sabían exactamente por qué los abrazaban. Los jóvenes españoles deberían saber a quiénes abrazar y por qué mostrar desprecio hacia la figura de un militar perjuro que se apropió de todos los poderes y persiguió sin piedad a quienes le contradijeron, hacia el responsable de una guerra civil que causó tanta muerte y desolación.
La derecha democrática española perdió una gran ocasión para ayudar a establecer un espacio común de memoria entre todos los españoles cuando no aprovechó sus años en el Gobierno para marcar sus diferencias con el franquismo y reivindicar a sus propios héroes. Cuando no tomó la iniciativa de trasladar los restos de Franco fuera del Valle de los Caídos a una tumba familiar. Pudo hacerlo en los años 1990 y 2000, cuando la extrema derecha aún no era capaz de sustraerle voto. Ahora que Vox intenta recobrar el legado de Franco, conviene recordar que quienes de verdad lo conocieron, los españoles vivos en 1977, le dieron decididamente la espalda. En las primeras elecciones libres, el franquismo, los herederos de aquel legado, obtuvieron solo 1,5 millones de votos, 200.000 menos que el Partido Comunista, mientras que la derecha que se reclamaba demócrata y ajena a su herencia lograba 6,3 millones de votos.
El Partido Popular perdió después la ocasión de colaborar y enraizarse en la memoria democrática española. Quizás ahora podría retroceder y, sin miedo a Vox, reclamar también para sí la España en Libertad que quiere rememorar el Gobierno de Pedro Sánchez. Creer que solo la aprobación de la Constitución merece el homenaje de los españoles es un error. La Constitución de 1978 logró unos niveles de consenso imprescindibles para consolidar el proceso democrático en marcha y abrió un fructífero periodo de estabilidad. Pero esa Constitución, y esa estabilidad, no hubieran sido posibles sin la recuperación previa de las libertades y la decisión que tomaron todos los españoles en aquel momento de repudiar claramente el franquismo y la figura del dictador. Mantenerse al margen en esa conmemoración es un error. Núñez Feijóo se equivoca cuando asegura que recordar la muerte de Franco le da “mucha pereza”. Conmemorar la muerte del dictador es absurdo, pero olvidar lo que significó, “por pereza”, es dañino.
EL MÁS DE TODO
El más rico, más poderoso y más subversivo
Elon Musk es el único caso en que el hombre más rico del mundo se erige en gobernante de la primera potencia y con el compromiso ideológico de subvertir el orden económico-social, nacional y global.
Xavier Vidal-Folch, 05.01.2024
Nunca había sucedido. Nunca con esta dimensión y alcance territorial. Elon Musk es el único caso en que el hombre más rico del mundo (medio billón de dólares) se erige en gobernante de la primera potencia (como ejecutivo de Donald Trump) y con el compromiso ideológico de subvertir el orden económico-social, nacional y global (a través de X). O sea, la concentración más tóxica jamás registrada en la historia.
Ha habido otras coyundas entre riqueza económica y poder político. Muchas viejas monarquías absolutas europeas fueron encabezadas por la familia oligárquico-aristocrática de mayor fuste patrimonial. Pero se consagraron al inicio por razones políticas/militares. Fue luego cuando, ellas y sus sucesoras, fundieron sus distintas ―digamos―, funciones sociales. Un residuo de esta antigualla ―en liberal— son los Windsor, aún hoy una familia británica muy rica.
Otros magnates destacaron como kingmakers, hacedores de reyes: la influencia del susurro que mece la cuna del gobernante más poderoso. Su paradigma es la familia bávara Fugger, financiera de los Habsburgo. Jakob II Fugger, nieto de un humilde tejedor, fue quizás el europeo más adinerado de su era. Sostén del emperador Maximiliano, infló su poder financiando su creciente deuda. Y a la hora de su sucesión urdió con sus manejos financieros que el imperio recayese en su nieto Carlos de Gante. Influyó así ¡y cuánto! en política, pero no la ejerció directamente, sino a través del dinero.
O extrajeron enormes dividendos de su conocimiento temprano de los avatares políticos. Y bélicos. Nathan, el nieto del primer banquero Rothschild, de Fráncfort, aunó herencia y habilidad informativa, a través de su sistema mediático de palomas mensajeras y caballos de posta. Fue así el primero en conocer la victoria de Wellington contra Napoleón en Waterloo. Gracias a lo que se hizo amo de la Bolsa de Londres.
Varios empresarios estadounidenses atesoraron asimismo gran poder e influencia. Quizá el más notable fue John Pierpont Morgan, el banquero que en 1907 tomo las riendas de la economía de EE UU en la gran crisis de 1907 y ocasionó la creación de la Reserva Federal (1913): financió dos tercios de la Administración, contribuyó a crear la General Electric y la AT&T.
Todos influyeron. Pero hasta Silvio Berlusconi (lean a Nicolás Sartorius en EL PAÍS, el pasado 25 de diciembre) no se prefiguró la actual ósmosis total entre finanzas, política, ideología. El sistema representativo liberal del Estado de derecho garantizó la separación de los tres poderes públicos: Legislativo, Ejecutivo, Judicial. La democracia social avanzada lo completó con el Estado del bienestar, la participación de la sociedad civil, la transparencia y control de poderes privados (empresarial, religioso, mediático, corporativo…): es esto lo que amenaza la plutocracia de Musk. No en vano apoya a la filonazi Alternativa para Alemania (AfD) y al extremismo británico de Nigel Farage. Agárrense.