No había podido escribir antes por falta de fuerza, de ánimo podría decirse también; toda mi energía se la envío a diario a él. Mi amigo, mi compañero melómano, compañero de mesa.
Fue a él a quién le pedí consejo hace casi 20 años acerca de embarcarme en un trabajo y a él ha sido a quién le conté mi posible marcha.
Es él con quién hablo de literatura, de viajes, de ópera. Será él con quién me siente en La Hoya para ponernos al día, para hablar de lo humano, de lo divino -más de lo primero- y hasta de política. Sí, sí, ya sé, ni de política ni de religión se decía antes, pero los buenos amigos pueden hablar de esto y de todo lo demás, ¿o no?
Ahí sigue él, con fuerza, saliendo de la grisura, volviendo a la luz compás tras compás. Volver al trabajo, en mi caso, tras estos meses de baja, de novedades ignotas, de descanso (merecido y necesario), de encrucijada con final feliz, no será completo hasta que pueda mandarle un whassap preguntando: Paco, ¿almorzamos este miércoles?
Fuerza y hasta (muy) pronto.
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Tannhüser, Wagner, *Coro de los peregrinos.
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