lunes, 16 de diciembre de 2024

GRACIAS MI NIÑO


Hola, escribe Jekyll, justo cuando realmente han empezado las Navidades; 3 de 3. 
Sin queja alguna, pero mucha cosa para tan poco tiempo. Tras la buena noticia del viernes por la mañana -una historia que contaré en otro momento-, aún sin trabajar debido a la baja -sí, esto entra en la misma historia indómita-, se fueron sucediendo los primeros compromisos navideños: compañeros, familia, amigos... Un poco de todo, o casi. 
No te hagas mala sangre, me conmina una amiga, a lo que contesto, tienes razón, no vale la pena. 
No, no vale la pena.
Huracán con nombre femenino, borrasca Dorothea, oposiciones canceladas, partidos de tenis también y, cómo no, vuelos de BINTER, la aerolínea canaria. Información 0, vuelo de las 19:30h retrasado, vuelo de vuelta a casa (importante). Sentados esperando que suceda algo en el mostrador de la puerta nº3 vemos cómo llaman a embarcar al pasaje del vuelo de las 20:00h en la puerta de embarque contigua. ¿Alguien entiende algo? 

Vuelo de las 19:30h, RETRASADO.
Vuelo de las 20:00h, EMBARCANDO. ♫ Diríjanse a la puerta nº4 ♪
Vuelo de las 19:30h, CANCELADO. 

Genial.
Ahora soy yo el que me dirijo al mostrador de BINTER en busca de explicaciones y allí me encuentro una cola ante tres personas de la aerolínea. 
Espero pacientemente. Mientras, por el rabillo del ojo derecho me percato que una señora de mediana edad (algo pasada de esa mediana) se encamina veloz hacia el lateral derecho donde una empleada atendía a un caballero. Ella empieza bla bla bla sin importarle que la señorita estuviera en plena incidencia con el señor. 
No pude aguantarme, ya no. ¿Antes? quizá: no pasa nada, es sólo una señora, en fin... Pero ya no.
> Señora, ¿es usted consciente que se ha saltado la cola delante de todos los que estamos esperando para resolver nuestro problema? 
Eso sí, sin levantar la voz, pero tan serio como aquel cura del Pilar que echaba de misa a las madres con niños que lloraban. 
> Ah, sí, no, perdón, es que pensé, es que vi, es que...
> Sí, es que pensó, sí.
La señora se puso a la cola, o al menos en el puesto que pensó que era el suyo, o sea detrás de nosotros sin que el resto de la gente dijera ni mu. Ellos sí que eran como yo antes, no había duda: no pasa nada, es sólo una señora, en fin... 
Arreglado nuestro vuelo embarcamos en el de las 20:00h que, ¡oh señor!, iba medio vacío. Cosas que pasan.
La señora jeta, a la que dábamos por olvidada ¡gracias te damos Señor!, acabó sentándose cerca y montando, al aterrizar, el clásico numerito del despiste con el consabido "necesito ir a la fila 7, perdone, mi maleta está allí, perdón, codazo aquí, codazo allá". Señora, siéntese, espere a que se apague la señal de cinturones, clamó la azafata. Mi ídolo. 
¡Zorra! pensaba (que me perdonen las raposas). Zorra, repensaba, zorra repensé en modo villancico-.
Esto me recordó a la típica señora, de catálogo, que cuando estás acabando de colocar las viandas sobre la cinta del súper, una vez sobrepasados los diez minutos de cola con tu carrito, se coloca detrás de ti con ojitos de cachorro labrador cachorro hambriento mientras te enseña de soslayo su cesta medio vacía hasta que tú picas el anzuelo y amablemente (maldita educación) le cedes tu puesto con un "señora, pase usted que tiene poca compra", mientras ella responde robóticamente su frase recurrente: "gracias mi niño", aquella que la absuelve urbi et orbi.
Moraleja, las injusticias flagrantes acaban por convertirme en Mr. Hyde, aunque no siempre.

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