miércoles, 30 de octubre de 2024

SINE CAPITE


¿Qué mueve a alguien a ser un buen anfitrión? 
Tenemos el ejemplo de un matrimonio que se compra un casoplón en el campo, con piscina, gimnasio, cancha de tenis y un enorme jardín. Para ellos, la familia XY, tener invitados constantemente es le must, de manera que la casa está continuamente llena de niños, de amigos, de risas. Estos mismos no sólo reciben en casa sino que participan en las celebraciones de los demás porque lo importante es siempre compartir con los demás.
Por otro lado, la familia ZW disfruta de una casa similar, amplia y acogedora como la que más, pero ésta permanece sombría, solitaria, muda. A ellos no les gusta abrir la casa a los demás, no ejercen de anfitriones, no reciben. Ahora, paradójicamente siempre se apuntan a los eventos de los ajenos, que una cosa no quita la otra.
Una cosa no es ni mala ni buena sino todo lo contrario.
La capacidad de sacrificio por los demás, de empatizar o de compartir, es siembre subjetiva. Ayudar a un amigo enfermo, encontrar la manera de echar una mano, depende siempre del interés personal que uno ponga en ello voluntariamente, que es siempre la mejor opción. Ayudar a quien se quiere es un placer, si lo es, aunque suene una absurda redundancia. Educar en la solidaridad hacia los demás dando importancia a ciertos valores, es la mejor herencia que se puede dar a los hijos; valores y educación. Pero, desgraciadamente, de donde no hay no se puede sacar y ahí debemos dejarlo. Todos somos iguales, todos somos distintos. Como lo fue para Joyce, sólo la nieve cae sobre todos, los vivos y los muertos.
Me viene a la cabeza la última película de Almodóvar, "La habitación de al lado", un título precioso lleno de sentimiento y que ilustra el tema tratado: la muerte inminente, la amistad, las relaciones... Había leído a Boyero que, cómo no, maldecía la película -¿qué le gustará a este hombre?- y hablaba de ella con bastante desprecio. Acostumbrado a nadar entre pirañas fui al cine con la mente abierta y gran expectación sin que me defraudara un ápice. La saboreé desde el principio: sus maravillosas actrices, sus planos, su estética, la ropa, la casa en el campo neoyorquino, la música, todo.  
La película es una delicia.

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