sábado, 14 de septiembre de 2024

UN SÁBADO CUALQUIERA


Después del fantástico concierto de anoche que inauguró la nueva temporada de la Sinfónica de Tenerife, con obras de Mendelssohn y Sibelius, me dispuse esta mañana a coger un avión tempranero. La autopista estaba semidesierta pero así y todo nos cruzamos con un accidente que había dejado el saldo de un DACIA acordeón, sin ambulancia, por lo que esperamos, el taxista y yo, que no hubiera pasado de eso. El taxista, que conducía igualmente un DACIA cual nave espacial, con un salpicadero lleno de pantallas grandes y pequeñas, algunas de uso ignoto, me confesó "estos coches tienen la chapa como la de una lata de sardinas". Terminada la conversación, llegamos a nuestro destino con tiempo suficiente para comprar EL JUEVES ("¿QUÉ TIEMPO FUE MEJOR?", la revista de estas semanas altamente recomendable, porque uno ya tiene una edad...), sentarme a beber mi segundo cortado del día y observar. Me gusta hacerlo en los aeropuertos, incluso en los pequeños, donde se ve el trasiego de personas y uno se pregunta qué es de sus vidas.
Tatuados, cachas, familias despistadas, cholas de natación con calcetines (ahora ya se ven menos), tetas volumen 1/2 (4/3 π r³), y bembas.
¿Qué mueve a una pibita joven a ponerse bembas de negracolorá?, le pregunto por Whassap a mi amiga G, estudiosa como es de la modernidad; Instagram, me contesta rauda.  Las redes son lo peor, me apresuro a apostillar.
En la cafetería, en la mesa junto a la mía, una parejita desayunaba y yo no podía dejar de mirarle la cara a ella -eso sí, discretamente, espero, porque el maromo me da una torta con uno de esos brazos y me manda a GC sin BINTER-. Sus labios me hicieron recordar a los famosos perritos calientes de Peter, en La Laguna, que sacaba con arte aquellas salchichas rojas y goteantes del habitáculo humeante donde se mantenían calientes. El mío sólo con tomate, pedía yo siempre. Con esos labios salchicheros bebía y hablaba con su novio mientras yo me preguntaba si él sería el que le había pagado la operación, entre tatuaje y tatuaje, a una media de 250-300€ por bemba, según leo. Su vuelo era anterior al mío y, al levantarse, me di cuenta del completo que le habían hecho a la susodicha: pechos cincelados (tetas, sí, tetas), las bembas Peter y un culo (¿ahora tengo que decir pompis?) kardashian de alucinar.
Al rato avisaron de la salida de mi vuelo.
Ya en Gran Canaria, moto y a casa.

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