sábado, 22 de junio de 2024

MALOS TIEMPOS, POLÍTICOS MALOS


Como si de un oxímoron se tratase, leo estos días el espectáculo de Ayuso en Madrid con la medalla al inefable Milei. No hablo de ideología, de políticas más o menos conservadoras ni siquiera de partidos políticos. Sí hablo, en cambio, de lealtad; lealtad instituciona, lealtad política, lealtad entendida como cada uno la entienda.
Hace unos años me ofrecían cambiar mi cuenta de mi banco de siempre a uno nuevo ofreciéndome esto y aquello. No, dije, estoy bien donde estoy y creo en la lealtad. Me miraron como a un bicho raro.
También recuerdo a un alcalde que me hablada de una funcionaria con un puesto importante que había caído en desgracia. En la conversación me la describía nombrándola "tu amiga" de forma recurrente. Mi amiga, sí, le dije, y si algún día a ti te pasa algo que sepas que yo seguiré pensando que somos amigos, no te voy a dejar tirado.
En estados Unidos, don de los presidentes se cambian cada 4 años, republicanos, demócratas y hasta alguno independiente -al menos en el cine-, estos son venerados como tótems e, incluso perteneciendo a partidos opuestos, al convertirse en former President siguen representando al país en las más altas esperas, orgullosos de él. Sería impensable (salvo, quizá, Trump, que parece ser la excepción que confirma la regla) escuchar a un expresidente norteamericano criticando en público o en los medios al nuevo presidente electo. Allí la lealtad es algo intrínseco y el respeto al cargo inalterable. Impensable, por tanto, imaginar a un Aznar o a un Felipe González soltando allí las perlas que leemos en España.
Ayuso, verso suelto donde los haya, tanto en el amplios espectro político como en el propio PP, desafía y provoca al Estado con estos espectáculos que obligan hasta la propia cúpula de su partido a tragar sapos y justificarla. Mal estamos cuando un cargo importante como Ayuso se salta las reglas democráticas jaleadas por el Jefe de la Oposición. 
Así estamos.

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