sábado, 29 de junio de 2024

LA VIDA EN DIRECTO


Flaco favor le hacen los periodistas a los demócratas norteamericanos si todos dan por hecho el fracaso de Biden en el ya famoso debate preelectoral. Todos coinciden en que Biden falló, tuvo lapsus, dudó demasiado en responder, etc. Él se defiende diciendo que ya no es joven y no debate tan bien; me parece una respuesta sincera y honrada. ¿No ha sido un Presidente decente hasta ahora ? ¿No lo ha hecho bien? Pues esto debiera bastar para su reelección. Hoy, que vivimos ante las cámaras y todo se sabe en el acto, debemos ser perfectos y no equivocarnos. Uno no puede ser torpe o tener algún fallo, no. La dictadura de la perfección nos hace vivir al límite.
Debemos mirar más allá, lo esencial es invisible a los ojos; ya lo decía Saint-Exupéry en boca del Principito.
Qué patético duelo entre el senil y la bestia
No soy tan ingenuo para creer que Biden y Trump representan la lucha entre la luz y la oscuridad, pero todavía sé distinguir entre lo mediocre, lo malo y lo peor.
Carlos Boyero, 29.06.2024

Veo con malestar variados extractos del lamentable debate en televisión entre un gorilón permanentemente teñido, mentiroso profesional y casi siempre impune, con el que no sabes si te desagrada más su babosa gestualidad que su temible pensamiento, y un anciano con signos inequívocos de devastación física y mental. Todo en el primero, llamado Trump, me provoca ancestralmente lógico asco. Y ante Biden siento piedad. Fui dolorido testigo en mi familia del nacimiento y la progresión de esas enfermedades brutales llamadas Alzhéimer y demencia. Inicialmente pueden exasperarte, pero después solo queda la compasión y la ternura ante cerebros devastados. La desigual batalla en ese plató entre el senil y la bestia tendrá consecuencias inquietantes para el resto de la humanidad. No soy tan ingenuo como para creer que representan la lucha entre la luz y la oscuridad, pero todavía sé distinguir entre lo mediocre, lo malo y lo peor.

Las mayores atrocidades en la historia del siglo XX fueron protagonizadas por fulanos como Hitler, Stalin y Franco. Exhibiendo, qué casualidad, los tres, bigotito o bigotazo. Pero es muy turbador recordar que todos ellos fueron idolatrados por la inmensa mayoría de su pueblo. Alemania, el país más alfabetizado de Europa en aquella época, votó masivamente a los nazis. Estos protagonistas de la historia universal de la infamia utilizaron el terror cuando les convenía, pero también sintieron la adoración de sus compatriotas. Digo yo que alguna responsabilidad tendrán las masas, el pueblo llano, en las dictaduras que ejercen los monstruos.

Abundan esos bichos en las jefaturas del mundo actual. Qué miedo dan gente como Trump, Putin, ese bebé caprichoso y enfermizo en posesión de bombas atómicas que reina en Corea del Norte, Netanyahu, los ayatolás de tantas religiones. Aunque solo fuera por cuestión estética y cultural, cuánta añoranza despiertan políticos como Churchill, Kennedy, Obama. A los amos del actual universo no se los inventa ni la imaginación más calenturienta de los guionistas del cine de terror.

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