Tony Wyss-Coray, neurólogo: “Podremos hacerte un análisis de sangre y saber de qué morirás”
El científico investiga el potencial rejuvenecedor de la sangre joven, y ha creado un sistema que calcula la edad de cada órgano y alerta de envejecimiento prematuro.
Nuño Domínguez, 14.05.2024
El biólogo molecular Tony Wyss-Coray (Aarau, Suiza, 60 años) lleva más de una década sumergido en los enigmas de la sangre. Este profesor de neurología de la Universidad de Stanford (Estados Unidos) explora el potencial rejuvenecedor de ciertos componentes de la sangre de individuos jóvenes. Ha demostrado que las transfusiones tienen un efecto revitalizante, especialmente en el cerebro, y lo ha confirmado en enfermos de alzhéimer, aunque esta investigación ha quedado en dique seco por falta de fondos. De visita en España para impartir una conferencia en el Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO), Wyss-Coray explica en esta entrevista sus últimos hallazgos, como un análisis de sangre que determina la edad de cada uno de nuestros órganos y calcula el riesgo de morir de forma prematura.
Pregunta. Usted ha dicho que la fuente de la eterna juventud está dentro de todos nosotros, pero que se va secando con el tiempo ¿Qué quiere decir?
Respuesta. La composición de la sangre cambia de forma dramática a medida que envejecemos. Podemos tomar sangre joven y dársela a una persona mayor y hacer que se vuelva más joven. Esto sugiere que hay algo dentro de nosotros que nos mantiene jóvenes, pero que lo vamos perdiendo con la edad. Si pudieras darle a alguien continuamente sangre joven, su cuerpo no envejecería tan rápido.
P. En su conferencia ha explicado que envejecemos a oleadas. ¿Qué significa eso?
R. El envejecimiento no es lineal. Hay proteínas características de la juventud que aumentan desde que nacemos hasta que llegamos a la mitad de la vida; y otras asociadas al envejecimiento cuyos niveles empiezan a crecer en el último tercio de la vida. Vemos un gran cambio alrededor de los 40 años. Después hay una estabilización, luego otro gran cambio a los 60, y por último el gran pico a los 80, que es cuando morimos la mayoría. Todo este proceso está caracterizado por el tipo de proteínas que circulan por la sangre.
P. ¿Esas olas no se pueden parar?
R. No, porque no sabemos cuáles son los interruptores que nos hacen cambiar de fase. Y más aún, no sabemos si estas moléculas son un reflejo del envejecimiento del organismo, o son las responsables del mismo. Hablamos de miles de moléculas distintas. Habría que hacer un experimento para cada una de ellas, lo que es complicado.
P. Pero sí se ha visto que la sangre joven rejuvenece.
R. Hubo un estudio liderado por Tom Rando [investigador de la Universidad de Stanford] que demostró que la sangre joven rejuvenece las células madre del músculo. Cuando eres viejo, los músculos dejan de regenerarse porque esas células madre dejan de hacer su trabajo. Este experimento demostró en ratones que la sangre joven reactiva las células madre musculares. También tiene un efecto en otros tejidos, como en las células hematopoyéticas, que componen el sistema inmune. Nosotros vimos algo similar en el cerebro. La otra observación interesante es que con la edad hay un aumento de la inflamación en todo el organismo, y la sangre joven también parece aplacar este proceso.
P. ¿Por qué?
R. No lo sabemos. Yo no creo que sean las células madre, sino un efecto activo de las proteínas sanguíneas. También sabemos que retirarle el plasma a un individuo viejo es beneficioso, porque probablemente el organismo acumula factores tóxicos con el tiempo.
P. Usted y otros grupos están probando estos efectos en pacientes con alzhéimer. ¿Qué se ha observado hasta ahora?
R. Se ha probado a darle a los pacientes plasma de personas jóvenes. Este mismo procedimiento, la aféresis, se hace en casos en los que no tenemos claro qué enfermedad tiene el paciente, por ejemplo enfermedades autoinmunes, o también síndrome de fatiga crónica. Y se ven beneficios.
P. ¿Qué resultados hubo en alzhéimer?
R. Grifols hizo un ensayo fase 2-3 hace varios años. Mostró beneficios claros para los pacientes. Los que hicimos nosotros con la empresa que cofundé, Alkahest, no eran tan contundentes debido al número reducido de pacientes; pero los de Grifols, con un ensayo doble ciego y controlado, mostraron mejora clara. Pero no se ha seguido adelante.
P. ¿Por qué?
R. Porque Grifols no tiene dinero. Tuvieron muchos problemas durante la pandemia y después solicitaron un montón de préstamos blandos de la Unión Europea y de bancos. Los tipos de interés subieron y ahora solo tienen deudas. Además han sido acusados de malas prácticas contables. No tienen dinero para seguir con los ensayos. Otro problema importante es que no podían hacer dinero con esto. Grifols se dedica a vender plasma y es un producto relativamente barato ¿Cómo iban a cobrar cinco veces más por dárselo a personas con alzhéimer?
P. Incluso si se llegase a transformar esto en un tratamiento, usted dice que posiblemente fuera imposible llevarlo a cabo, ¿por qué?
R. Porque se han visto beneficios no solo en gente con alzhéimer, también otras enfermedades. Sarcopenia [pérdida muscular], dolencias del corazón. Se podría tratar a millones de personas con plasma y sería positivo. El problema aquí es que no habría plasma suficiente para tratar a todos. Hay gente rica que paga por transfusiones de plasma, y lo llevan haciendo desde mucho antes de que se supiese todo esto.
P. ¿Esos tratamientos son fiables?
R. No. Probablemente tenga algún beneficio, pero solo hay casos anecdóticos de mejora en salud general y también en cognición. De hecho, así es como se fundó Alkahest. Los fondos los aportó una familia rica de Hong Kong. El cabeza de familia tenía alzhéimer. Recibió una transfusión porque también tenía cáncer. Su nieto se dio cuenta de que cada vez que a su abuelo le hacían una transfusión le volvía la memoria y podía volver a hablar con él de nuevo. Él fue quien aportó los fondos. [Era Chen Din Hwa, un multimillonario de origen chino, que finalmente murió en 2012. Después de ver los extraordinarios efectos de las transfusiones, sus familiares aportaron los fondos para crear Alkahest. La empresa fue adquirida por Grifols en 2020].
P. ¿Hay alguna otra forma de desbloquear esta situación?
R. Ojalá, pero es complejísimo. En el plasma hay decenas de miles de proteínas, y entre ellas hay cientos de miles de variantes distintas. No sabemos cuáles son las que necesitamos. Aquí volvemos al problema de la fuente de la juventud. Es posible que las proteínas rejuvenecedoras que tenemos en la sangre estén en una conformación distinta a si las sintetizamos en el laboratorio. Habría que hacer experimentos con animales para cada una, pero es un reto enorme y carísimo; hablamos de unas 10.000 moléculas. Ahora hay muchas empresas centradas en identificar alguno de estos factores rejuvenecedores.
P. ¿Se podrían convertir en un fármaco?
R. Es complicado. En la Unión Europea, Estados Unidos, prácticamente en cualquier área geográfica, normalmente se aprueba un solo compuesto, una molécula determinada. Si nosotros necesitamos un cóctel de digamos 10 proteínas, ¿cómo lo hacemos? ¿Probamos cada una por separado en ensayos con pacientes? ¿Cómo sabemos que esas 10 son mejores que solo cinco? Y peor aún, nada impide que un competidor te robe la idea, porque hablamos de proteínas que hay en el plasma. Hay muchas cuestiones que resolver.
P. ¿Es pesimista?
R. No. Creo que a pesar de todo veremos algún tratamiento de este tipo, tal vez en los próximos 10 años. Porque claramente podemos identificar factores que son beneficiosos para algo en concreto. Puede que no tengan ese efecto beneficioso a nivel de todo el cuerpo, pero aún así son útiles. Y luego conocemos factores muy negativos que podríamos neutralizar. Tal vez esta opción sea la más viable.
P. Volvamos al envejecimiento. Yo tengo 44 años, pero mi cerebro o mi corazón pueden tener ya 55. Eso aumenta mi riesgo de sufrir alzhéimer o de morir de forma prematura a un nivel muy alto, ¿más incluso que fumar?
R. Así es. El riesgo de morir si tienes un corazón muy envejecido es cinco veces mayor que fumar. Pero estos son casos raros. La mayoría de la gente tiene órganos bastante ajustados a su edad.
P. ¿Cómo saben la edad de cada órgano?
R. Algunas proteínas vienen de órganos específicos y nos dan información sobre su salud. La cantidad de esas proteínas en tu sangre pueden ser las normales para tu edad, o características de gente más joven o más vieja que tú. Así podemos estimar la edad aproximada de tus órganos. A mí me hace preguntarme si las enfermedades no son sino el reflejo del envejecimiento. Si tu corazón envejece mucho, llegará un momento en el que te dirán que tienes una enfermedad cardiaca. Si es tu cerebro, que sufrirás alzhéimer. Lo que no sabemos es por qué la gente suele tener solo un órgano más envejecido de lo normal.
P. ¿Funciona también al revés, un órgano más joven puede rejuvenecer al resto?
R. Si tienes un cerebro joven, vivirás más. Si tienes un sistema inmune joven, también. No está claro si es un efecto rejuvenecedor o simplemente que un sistema inmune efectivo te protege de enfermar. Es la eterna pregunta de causa y efecto. ¿Es genético? ¿Cuánto contribuye el estilo de vida y la alimentación? No lo sabemos.
P. El órgano que más riesgo de muerte aporta si está más viejo de lo normal es el cerebro, ¿por qué?
R. No está claro. Quizás porque este órgano regula muchas más cosas en el organismo de las que creemos. Por supuesto, controla la producción de hormonas, con efectos en todo el organismo, pero probablemente también otros factores que regulan el funcionamiento de otros órganos.
P. Uno de sus últimos estudios se basaba en 50.000 pacientes del Biobanco de Reino Unido. Un número ya considerable de casos. ¿Qué hace falta para poder llevar estos hallazgos a la medicina?
R. Tenemos que estudiar a gente antes y después de una intervención concreta y ver cómo responden sus órganos. Para esto hay que hacer estudios longitudinales, es decir, múltiples muestras de muchos pacientes, para confirmar si realmente esa intervención es efectiva.
P. ¿Cuando haya datos de muchos más pacientes y poder de análisis gracias tal vez a la inteligencia artificial, ¿hasta dónde podremos llegar?
R. Probablemente podremos hacer un análisis de sangre a una persona de mediana edad y saber de qué enfermará y calcular cuándo morirá.
P. Eso da bastante miedo.
R. Solo si no puedes hacer nada al respecto. Pero así ha sido siempre en medicina. Necesitamos saber quién tiene más riesgo. Por ejemplo, el colesterol alto y los infartos. Antes había familias enteras en las que todos morían de problemas cardiacos a los 50 o los 60. Después se supo que se debía a ciertas mutaciones genéticas y los estudios en esta población ayudaron a demostrar que controlar el colesterol es bueno para todos.
P. ¿Y si el análisis dice que lo que está muy viejo es el cerebro?
R. Eso es peor, porque no hay mucho que hacer. Aunque por primera vez hay fármacos que parecen tener un pequeño efecto positivo contra el alzhéimer. Ahora hacemos ensayos clínicos con pacientes sin saber la edad de sus órganos y muchas veces los medicamentos no muestran efectividad. Pero, ¿y si montásemos uno con pacientes que tienen el cerebro más viejo de lo normal? Igual vemos que esos fármacos desechados sí les benefician. Por eso creo que pronto habrá ensayos mucho más enfocados en las personas que tienen un riesgo alto de sufrir alzhéimer.
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