No se me quita de la cabeza la noticia que leí esta tarde en el aeropuerto mientras esperaba mi vuelo a Tenerife y contestaba frivolidades en el whasssap. "Una patera a la deriva llega a Brasil con nueve cadáveres de migrantes desde África, posiblemente de Mauritania o Mali". Terrorífico. Cómo imaginar la angustia de estas pobres personas en medio del Atlántico viendo cómo se acercaba su muerte por hambre, sed, insolación... A saber el tiempo que llevaban en la barca.
Terrible, además, porque mañana nos habremos olvidado de esta triste noticia y estaremos devorando otra. Injusto porque del minisubmarino Titán estuvimos semanas escuchando las noticias y leyendo los titulares de los periódicos. Horrendo porque las estadísticas más negras nos dicen que por cada patera que se encuentra hay no-recuerdo-cuántas desaparecidas en el mar.
Leía esta noticia justo después de otra más esperanzadora aunque no menos dura: el atentado que sufrió Salman Rushdie en una ciudad del estado de Nueva York tras la fetua de Jomeini en 1989, cuando pidió a los musulmanes que le matasen allí donde se encontrase.
Al ver al atacante, después de tanto tiempo, Rushdie pensó:
―O sea, eres tú. Aquí estás.
En su libro "Versos satánicos", aquel que motivó la fetua, Rushdie describe en el texto la religión como una “forma medieval de sinrazón”, que, combinada con el armamento contemporáneo, supone “una amenaza real para nuestras libertades”. Él, en una lectura más moderna que la de Marx y su suspiro de la criatura oprimida, el opio del pueblo; firmó su sentencia de casimuerte al ejercer su libertad como escritor: escribir.
Ahora publica "Cuchillo", una novela donde relata el atentado, medio minuto, 30 segundos, el tiempo justo para recitar un soneto de Shakespeare (según sus propias palabras). Una novela donde, leo, el amor vence al odio.
¿Nos liberaremos alguna vez del fanatismo?
¿Llegará el día donde nadie tendrá que embarcarse para llegar muerto a Brasil?
Rushdie perdió un ojo y la movilidad de una mano, los africanos no tuvieron tanta suerte. A uno casi lo mata un fanático, a los demás los matamos entre todos, me temo.
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