El silencio es una poderosa herramienta para ganar notoriedad, además de un aliado de la salud. En un mundo lleno de ruido y sobreestimulación, demos una pausa a nuestros cerebros.
Francesc Millares, 28.03.2024
Vivimos en un mundo de ruido constante, mucho más que en ninguna otra época que haya conocido la humanidad. Desde que las redes sociales han multiplicado las vías de comunicación, nuestro día a día es un bombardeo incesante. Mientras nuestro móvil nos manda el push de las últimas noticias, por otras aplicaciones nos llegan opiniones de Twitter, notificaciones de Instagram y otras redes, por no hablar de los temibles grupos de WhatsApp que disparan palabras y memes sin cesar. Camino del trabajo, hay quien escucha en el metro su programa favorito sin auriculares, hasta que entran dos raperos y, tras poner el equipo de música a todo volumen, empiezan a improvisar letras sobre los pasajeros. Ya en la oficina, el murmullo de las conversaciones de los compañeros son la banda sonora de la jornada. Ruido, ruido y más ruido. Es como si el silencio hubiera quedado relegado a los monasterios, o fuera un peligroso agujero negro que hay que llenar con cualquier cosa antes de que nos trague.
El ensayo Cállate, del periodista Dan Lyons, se abre con la siguiente pregunta: “¿Hace falta que todas las personas de este planeta expresen al mismo tiempo todas sus opiniones sobre todo lo que ocurre?”. La cita es del youtuber Bo Burnham, y anticipa la tesis del libro: justamente porque vivimos en medio de una cacofonía constante, cerrar la boca es una medida tan generosa y oportuna como terapéutica con uno mismo. Lyons asegura que aprender a callar nos ayuda a progresar profesionalmente, ya que reducimos las posibilidades de meter la pata, además de presentar ventajas para la salud. Sin duda, intentar transmitir tu mensaje en medio del caos de personas que pretenden lo mismo es altamente estresante, además de frustrante. Muchas veces, la persona que tiene más crédito es la que se mantiene a distancia de las polémicas o de la lucha por llamar la atención. Esto está en sintonía con dos claves de un libro de inspiración maquiavélica publicado en 1998 por Robert Greene: Las 48 leyes del poder.
La 4ª es decir siempre menos de lo necesario, y lo justifica así: “Ten en cuenta que cuanto más digas, más vulnerable serás y menor control de la situación tendrás (…) Las personas poderosas impresionan e intimidan por su parquedad. Cuanto más hables, mayor será el riesgo de decir alguna tontería”.
La 16ª utiliza la ausencia para incrementar el respeto y el honor, se anticipa varios años a la locura creada por las redes sociales, y dice: “Demasiada oferta reduce el precio: cuanto más te vean y oigan, tanto menos necesario te considerarán los demás (…) Un alejamiento temporal hará que hablen más de ti, e incluso que te admiren (…) Recuerda que la escasez crea valor”.
Estas dos recomendaciones van contra corriente respecto a lo que hacen millones de personas en las redes: darse codazos para ser vistas y oídas, aunque sea unos segundos en un reel. Lo que propone Greene es justamente lo contrario. En un mundo dominado por el ruido, la persona más interesante es la que calla, pues el silencio nos dota de misterio, que es el ingrediente clave de la seducción.
Como ya no estamos habituados a callar, volvamos al reciente libro de Dan Lyons, que propone cinco caminos:
Siempre que sea posible, no digas nada. A no ser, como reza un proverbio japonés, que tus palabras sean mejores que el silencio. En palabras del autor de Cállate: “Hay que ser Harry el Sucio, no Jim Carrey”.
Descubre el poder de las pausas. Los grandes oradores son conocidos por cómo gestionan el silencio. Espera dos segundos antes o después de hablar, respira, deja que la otra persona procese lo que acabas de decir. Un silencio a tiempo equivale a mil palabras.
Deja las redes sociales. La mayoría de las plataformas están diseñadas para crear adicción. Si por tu trabajo no puedes abandonarlas del todo, al menos dosifica su uso.
Busca el silencio. “La sobrecarga de información nos lleva a un estado de agitación y sobreestimulación constante, lo que provoca problemas de salud e incluso puede acortar nuestra vida”, asegura Lyons. Dale un respiro a tu cerebro a través del silencio.
Aprende a escuchar. Esta es una forma muy productiva de callar, pero requiere un esfuerzo activo. Implica poner los cinco sentidos en lo que el otro está diciendo, sin juicios ni parloteos mentales. Además, como señala el autor: “Nada hace más feliz a la gente que sentir que la escuchan y la ven de verdad”.
Cuando somos capaces de mantener la boca cerrada, lo que ocurre después es increíble, asegura Lyons, ya que nos sentiremos más tranquilos, menos ansiosos y con un mayor control sobre nuestra vida.
¡Atentos!
— En su libro El valor de la atención, el divulgador británico Johann Hari señala que nuestra capacidad de concentración ha entrado en una profunda crisis. Según estudios recientes, un adolescente solo logra concentrarse en una tarea durante 65 segundos de promedio, mientras que la atención de un adulto no rebasa los tres minutos.
— Una clave para recuperarla es entender que el cerebro humano no está hecho para la multitarea. “Somos muy de pensamiento único”, decía al autor un profesor del MIT. Para recuperar el foco hemos “apagar” los distractores y volver a hacer una sola cosa a la vez.
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