jueves, 23 de noviembre de 2023

LA FELICIDAD

Palito Ortega, *La felicidad.
Hoy Manon en la calatravada, 19:30h. Compré la entrada para esta ópera de Jules Massenet y no voy a poder ir, una pena. Las prioridades son así, ellas deciden, van por su lado, se posicionan a su antojo, y en un momento, suddenly, te ponen entre la espada y la pared. ¿No nos han enseñado que más sabe el diablo por viejo que por diablo? Pues ante tanta evidencia no queda más que sopesar y elegir.
Tengo mañana una ineludible visita con la contrata para ver cómo van las obras del loft en Gran Canaria. La nueva Villa Augusta va tomando forma y, cómo no, decide por sí misma a su antojo, como mover un pilar del lugar supuesto, como si de un garaje de tratase, para que el cuarto de baño deba redistribuirse, o la escalera que ha dispuesto que la puerta de acceso deba ir allá y no acá. ¡Cómo discutir con la casa ante tales evidencias! No me queda otra solución que volver a replantear puntos concretos de la distribución de la cocina para que el resultado esté a la altura de nuestras expectativas.
Así pues, regalada la entrada de la ópera, se nos presenta la posibilidad de ir a ver "Que nadie duerma", la película basada en la novela homónima de Millás, cosa que espero podamos hacer esta noche. Buen cine antes de sumergirme en la obra mañana temprano para ir encajando todas las piezas sueltas una vez avanza la reforma. Oigo a lo lejos mis libros clamando por salir del guardamuebles y poder recuperar su espacio preeminente en la biblioteca del loft, murmullo que debo aguantar aún un poco más.
¿Mármol en la cocina? Sobre mi cadáver, nos dice un carpintero al que pedimos presupuesto. Un material tan glamuroso que ha perdido completamente su lugar en la construcción, qué pena. Todo es puro teatro, como la propia vida, porque finalmente terminaremos colocándolo si así lo decidimos y sin necesidad de asesinar a carpintero alguno. Después, una vez esté montada la cocina, volveremos a escuchar la consabida fracesita: ¡pues la verdad es que el mármol queda bonito!; que se lo digan a Bernini o a Miguel Ángel, pienso. 
Las obras escriben su propia novela, sin duda, y acaban devolviéndonos la felicidad extraviada.

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