Volver a vivir en Santa Cruz, salvo el calor que no se termina de ir nunca, ha supuesto redescubrirla y recuperar en cierta medida la visa social allí. En otras circunstancias, en El Ortigal, jamás hubiera sacado el coche o la moto a las 8 de la noche para bajar a inauguración alguna y más cuando me sigo despertando cada día a las 4:10 de la mañana. Dicho esto, a las 19:45 salía de casa para, paseando, acercarme al Casino y compartir con mi tío la inauguración de su exposición "MIRAR". Allí disfrutamos los asistentes de sus estupendas fotografías, en esta ocasión su visión particular de El Hierro.
Bach, *Cello suite nº1.
Contaba Carmelo Vega que una vez alguien había comentado que las fotografías de Carlos "eran demasiado fotográficas" y lo que en principio podía parecer una crítica se había tornado un halago. Así, entre preciosos evocadores e invocadores paisajes herreños en blanco y negro pasaron dos horas donde pude saludar a viejos amigos de mi padre, a compañeros de profesión y amigos varios hasta que retomé el camino de vuelta cruzando la Plaza del Chicharro, donde volví a encontrarme a una buena amiga y a su hijo retornado, la perfecta disculpa para sentarme y compartir otro buen rato de conversación eminentemente viajera.
Interesantísima, por cierto, mi conversación con dos arquitectos sobre lo humano y lo divino de nuestra profesión y de la Función Pública.
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