miércoles, 23 de agosto de 2023

ÚLTIMAS TARDES CON AUGUSTA


Sigue el calor, aunque no tanto como estas últimas semanas, pero ahí continúa sin dar tregua. Aunque el viento ha amainado un poco y el incendio se estabiliza, permitiendo a los desalojados retornar a sus casas -alabado sea-, desde casi cualquier punto de la isla podemos observar las columnas de humo que no cesan en las zonas más altas; desde mi casa, ayer, podía ver una sobre la zona del Barranco Las Lajas y otra que se intuía en La Esperanza.
Tenerife sigue incendiado y la gentuza aprovecha para seguir alimentando la leyenda, o no, de la picardía patria, por llamarlo de esta manera tan educada: un agricultor apedrea al helicóptero contra incendios "que le robaba el agua" y varios ladrones aprovechan los desalojos para entrar a robar en casas de Benijo y La Orotava. Sin palabras.
Los ayuntamientos han pedido un uso responsable del agua, dada la escasez tras la rotura de varios canales por el incendio, cómo no, así como la demanda de ésta por los bomberos, de manera que no me pereció correcto colocar los regadores en mi jardín, regando sólo unos minutos para refrescarlo. Después, sin nada que hacer en esta casa sin muebles (sólo quedan los del jardín y la solitaria cama), me senté fuera aprovechando unos agradables 27° nocturnos y así hacer tiempo hasta que el sol me dejara definitivamente para poder engañar al cerebro y subir a acostarme. Una hora de lectura y se acabó lo que se daba.

Si Juan Marsé podía haber escrito aquí una novela, yo habré de conformarme con algo mucho más prosaico, un último riego en Villa Augusta para dejar en buenas condiciones el jardín y que los futuros, ya casi presentes, moradores se lo encuentren en buen estado. 17 años ha tardado éste en ser como es, que se dice pronto; desde aquel día en que Tito y sus hermanos vinieron a plantarlo, hasta hoy.
Con el lamento que canta Federico, dejo la casa en las postrimerías del mayor incendio de este año en España, con calor inusitado, aunque contento porque han sido unos años felices que cierran otra de mis vidas, que diría mi amiga G. Los cambios, cambios son, pero hay que sufrirlos para que puedan dar paso a otras cosas. 
Francesco Cilea, "L'arlesiana". 
*É la solita storia (Lamento de Federico).
Central Park, NY. 1993

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