martes, 23 de mayo de 2023

LA CASA


Vender una casa, tu casa, la tuya, es una experiencia todo menos religiosa. Es desagradable, uno no sabe qué hacer con toda esa plétora de desconocidos escrutando tu intimidad sin mucho disimulo. Sentado leyendo me dediqué a saludar -buenas tardes- y a despedirme -un placer-, contando los minutos para volver a quedarme solo en casa. 
Cual Neo en Matrix, esquivé las balas como pude, sonriendo educadamente, escuchando desde "no me gustan las casas con cuadros" hasta "me ha gustado su casa"; el espectro completo, sin duda. Vuelve la casa a la normalidad donde se entremezclan sensaciones contradictorias, donde aún ganan las desagradables, a pesar de ser yo el que decide cambiar de vida. Mi cabeza se empieza a llenar de cajas, vacías y llenas, grandes y mayores; cajas y más cajas como el agua del Aprendiz de Brujo. Las cajas se multiplican descontroladamente, comienzan a llenar el salón, la cocina, el jardín, el dormitorio, el despacho... mientras intento sacar la cabeza para poder coger aire antes de despertarme ahogado en cartón.  
Esto también pasará, me repito.

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