domingo, 30 de abril de 2023

MALDITOS TODOS


Qué asco de mundo habéis dejado
Habitando como lo harán en la era de las restricciones, maldecirán la forma de vida de sus antepasados.
https://elpais.com/opinion/2023-04-30/que-asco-de-mundo-habeis-dejado.html

Pienso a menudo en su vida acuática, en esa existencia flotante que se va estrechando ahora que ya le quedan solo dos meses para llegar al mundo. Cada vez se hace notar más y la futura madre no duda en interpretar las razones de su criatura para moverse; parece que la conociera de siempre, que mantuviera con ella un continuo diálogo secreto que la tiene al tanto de la actividad incesante de su niña interior. Nos lo traduce: esta música le gusta, se excita cuando como helado, se espabila cuando voy a dormirme, tiene hipo, ya empieza a colocarse en la casilla de salida. Es revoltosa, independiente, es muy suya esta niña. Nosotros escuchamos con humor y enternecidos cómo en la buena esperanza interviene un componente mágico, o no tanto, que lleva a la primeriza a concederle al futuro ser un carácter y una determinación. En vez de empaparse de novelas o ensayos que podríamos encuadrar en “esto no es como nos habían contado”, en vez de investigar sobre las malas noches por venir, se recrea en seguir al día el crecimiento de su criatura y se niega a amargarse la vida con la invasión de informaciones que, aunque ofrezcan la perspectiva realista de lo que es la maternidad, tal vez olvidan la maravilla que supone engendrar una vida, la íntima felicidad de esos nueve meses en los que el cordón umbilical no es solo un dispensador de alimentos sino el conducto por el que fluye una comunicación intensa que solo se verá interrumpida cuando el cachorro crezca y vaya reclamando independencia. Nacida en 2023, así será para siempre esta criatura o cualquier otra de las que están llegando al mundo. La madre está plena de grandes esperanzas porque su estado así lo requiere, pero es inevitable que los que observamos desde otra generación a los recién nacidos pensemos, no ya en la cara B de la maternidad, sino en la deriva del mundo que les dejamos.

En realidad, no se entiende por qué los negacionistas del cambio climático se esfuerzan tanto en discutir la evidencia porque si hay algo casi imposible de reconducir es el sistema de explotación de recursos naturales que hará imposible la vida del ser humano en el planeta tal y como hoy la entendemos. Por momentos, nos parece que el abominable Donald Trump y sus secuaces, esos republicanos que afirman que más muertos trae el frío que el calor, serán los encargados de la destrucción de planeta, pero un buen día nos levantamos con la noticia de que el bueno de Joe Biden, el defensor de las instituciones democráticas ha dado vía libre a las perforaciones petroleras y de gas en Alaska, un terreno equivalente al Estado de Indiana. En Alaska precisamente, uno de los lugares de la tierra que más está acusando el deshielo. Del Abominable hombre me lo espero todo porque, a pesar de que su programa se basa en la mentira no engaña, va de frente con su ignominia, no finge sensibilidad medioambiental, pero las malas acciones del hombre bueno irritan, llenan de desesperanza, advierten de que mientras los políticos dependan del poder económico extractivo y destructor no se acometerán las medidas urgentes para que estas criaturas nacidas en los años veinte del siglo XXI puedan respirar aire puro, habitar un espacio no abrasador, tener agua. Qué pensarán de nosotros cuando ya no estemos, de la herencia envenenada que les dejamos en suerte. Habitando como lo harán en la era de las restricciones, maldecirán la forma de vida de sus antepasados, ignorantes voluntarios, poco previsores, egoístas, temerarios, consumidores de un sistema en el que se producían objetos fabricados para durar siglos que se echaban al vertedero tras un solo uso. No sé si distinguirán entre los malhechores y los indiferentes, entre los nihilistas que coqueteaban con el fin de la civilización y los cínicos que se burlaban de los que estaban alarmados. Lo que me temo es que nos meterán a todos en el mismo saco.

PARA MASOQUISTAS

Me siento a trabajar en mi despacho un rato en este domingo con sabor a sábado. Brilla el sol, el cielo está azul, no hay nubes y, mientras cargo el programa con el que ando, oso entrar en la web de EL PAÍS para ponerme malo. Los periódicos de hoy debería llevar un anuncio de ¡PELIGRO! en su portada, ¡SOLO APTO PARA MASOQUISTAS! Las noticias, entre política y corazón, no dan tregua alguna.

sábado, 29 de abril de 2023

PUTINOIDES


Semyon Bychkov: “Rusia ha sido raptada por un ejército de ‘zombis’ a los que llamo ‘putinoides”
El director de orquesta de origen judío interpreta ‘Tristán e Isolda’ en el teatro Real, recuerda como huyó de la URSS en los años setenta y las represalias que vivió su familia.
https://elpais.com/eps/2023-04-29/semyon-bychkov-rusia-ha-sido-raptada-por-un-ejercito-de-zombies-o-putinoides-que-apoyan-a-su-lider.html

Como gran judío, Semyon Bychkov (San Petersburgo, 70 años) se considera muy poco ortodoxo. Como tal y como músico —es uno de los grandes directores de orquesta en la actualidad— ha decidido también dedicar su vida a los compositores que concuerdan con esa forma conflictiva y revolucionaria de enfrentarse al arte y a la vida. Por ejemplo, Wagner, cuya ópera Tristán e Isolda dirige Bychkov en el teatro Real desde el 25 de abril al 6 de mayo. Como gran judío, también, no son pocas las contradicciones que el intérprete ha tenido que resolver a la hora de decidir adentrarse en el universo de un creador que se definía sin tapujos antisemita, que fue un hombre en gran parte despreciable pero un creador fundamental para comprender toda la dimensión humana pero también el mundo de hoy. Un visionario de una genialidad extrema y un miserable, al tiempo. De ello y también de su radical oposición a Putin, de su huida de la Unión Soviética en los años setenta y las consecuencias que eso tuvo para su familia, de Mahler, a quien aborda ahora en un ciclo de grabaciones con la Filarmónica Checa, de la que es hoy titular, de Shostakovich, la guerra de Ucrania… Bychkov, gran conversador, mayúsculo intérprete, desgrana su sabiduría y sus paradojas en una tarde tranquila, metidos en su camerino del teatro Real después de un ensayo.

Cuando Wagner rompió todo e inició un camino revolucionario en la música con el primer acorde de ‘Tristán e Isolda’, ¿fue para bien?

Pues ese asunto se ha convertido en algo fundamental. Empecemos por lo bueno. En el arte, cada cierto tiempo, una o dos veces en un siglo, aparece alguien que cambia por completo el rumbo. Beethoven lo hizo en 1803 con su tercera sinfonía, la Heroica. Cambió nuestra idea de lo que podía ser la música, la llevó más allá. El siguiente fue Wagner. Primero con Tristan, después con el ciclo de El anillo del nibelungo y finalmente con Parsifal. Él solo acometió esos cambios en tres ocasiones.

Tristán… habla del amor, El anillo… es filosofía y política y Parsifal, religión. Tres óperas para tres temas fundamentales, que nos afectan en todo.

¿Qué atributos debe reunir alguien para triunfar e imponerse en todo eso? Necesitas visión, un deseo, que no es suficiente, valentía y después, una convicción profunda, fanática, en tu capacidad para lograrlo.

La voluntad, ese concepto tan wagneriano.

Exacto, eso es. Para redondearlo todo, además, requieres suerte. Y la suerte tiene que ver con el sentido de la oportunidad, el tiempo, su secuencia. Mucha gente ha soñado grandes cambios, pero les ha fallado alguno de esos factores. Sobre todo, el hecho de encontrarte en el lugar y el tiempo precisos, Ese momento no converge tan a menudo con las circunstancias. Como le ocurrió, por ejemplo, a Mijail Gorbachov.

En su caso, por ejemplo, tuvo suerte de verlo y muchos el que él lo viera. Pero en el caso de Putin, por ejemplo, ¿ocurre al revés?

Ah, pero es que no podemos comparar a ambos. Gorbachov es un ejemplo muy interesante. Yo le admiro sin idealizarlo. Hizo su carrera con éxito en un sistema concreto para llegar a la cumbre. Ahí debió integrarse con una visión concreta y resultar aceptable para los demás. Para eso necesitas una paciencia increíble. La evolución de su pensamiento no le sorprendió una noche, le costó años de maduración para llegar a ciertas conclusiones y después esperar y esperar y esperar al momento. Cuando supo que podía llegarlo a cabo, lo aplicó. Eso es lo que admiro de él. Pero volviendo a Wagner…

Dígame…

Vivió un proceso similar en el arte. Tampoco hay que olvidar que era también poeta. Escribía antes los textos que la música. Las ideas, los temas le llegaban mucho antes. En una carta de 1840, con 27 años, afirma que el deber de un compositor estriba en asegurarse que escribe la música tal como la ha imaginado. Mucho antes ya sabía a qué había venido al mundo y qué planes tenía. Pero, además, vivió y experimentó lo que quiso reflejar. Cada uno de los personajes de El anillo… tiene que ver con él mismo. Hombres y mujeres. Y eso nos lleva a otra cuestión inquietante.

¿Cuál?

Hace años, quien considero uno de mis mentores, Peter Diamond, que tenía una relación de amor / odio con el compositor, me preguntó: ¿cómo te explicas que Wagner escribiera una música tan noble para personajes que son despreciables? Yo le respondí: no lo sé, Peter. No te puedo responder. A partir de ahí, año 1990, empecé a meterme en su música y un día, ensayando Lohengrin, en el dueto del segundo acto entre Elsa y Ortrud, vi que cantaban la misma melodía. Para él, Elsa era un ángel y Ortrud, lo peor. Una mujer que no conocía el amor, ambiciosa, con instintos asesinos, así nos la traslada y así la vemos nosotros. Pero… No es como ella se ve a sí misma.

¿Putin…?

Ese es otro tema del que me encantaría hablar, pero ahora mismo, no me arruine el argumento, por favor.

Perdón, perdón. Aunque ve como con Wagner lo podemos explicar todo.

Desde luego, sobre todo eso: ¿no es cierto que la forma en que los demás nos ven a menudo no concuerda con cómo nos vemos nosotros mismos? Ahí es donde encontré la respuesta. Y fue importante para mí porque entonces pude reconciliarme con esa música, entenderla y creer en ella.

¿Completamente?

Cuando la gente me pregunta, ¿cómo puedes aceptar el hecho de que Wagner fuera una persona horrible? No lo acepto. Para mí, el hecho de que albergara ese odio patológico a los judíos, ese antisemitismo, literal, me pone enfermo. Pero a la vez, cuando leo sus cartas, fundamentales para estudiarlo, en esa confesión íntima, entiendo algunas cosas que me reconcilian con él. Me acercan. Cuando pienso en su figura, tengo en cuenta esa dualidad. La despreciable y aquel hombre que se muestra a veces muy íntimamente desesperado en sus cartas. Traicionó y fue traicionado, destruyó y fue destruido, amó y fue amado… Recibió cuanto dio.

¿Y se anticipó, en Tristán e Isolda como en pocas obras, al latido de nuestro tiempo? A la angustia, a la ansiedad, toda una descripción visionaria de una manera de vivir.

Lo hace, además, cromáticamente. Es decir, mediante el conflicto.

Un conflicto perpetuo sin resolución.

Así es. De esa manera tan moderna, anticipándose a lo contemporáneo, entendiéndolo antes, presintiéndolo.

El gran Josep Pons, director de orquesta, me confesó cuando empezó a abordar el ciclo de cuatro óperas de El anillo en el Liceu que había decidido entrar en ese mundo pero que sentía miedo porque no sabía cómo saldría de ahí. ¿Usted también?

Por supuesto, nadie lo puede saber con certeza.

¿Debes ser valiente, audaz, para penetrar?

Completamente. Debes ser consciente de todo eso. Y comprometerte totalmente con ello como intérprete. Eso significa no poder vivir sin ello. De otra forma, no lo haría. Pero más difícil de responder que todo eso y es algo que me pregunto constantemente es: ¿cuál es la relación que la música de Wagner tiene conmigo? La única manera de hallar la respuesta será cuando me encuentre con él. Pero espero que no sea mañana…

Pasemos a otros compositores que le han marcado: Mahler, Chaikovski…

Shostakóvich…

Shostakóvich, claro, pero antes de dejar a Wagner, respóndame, como judío, después de todo lo que se utilizó su música por los nazis, siendo consciente de aquello que su arte y sus creaciones también podían acarrear, ¿cómo resuelve ese conflicto? ¿Qué es lo que profundamente le transmite para, a pesar de todo eso, aceptarlo?

Me habla de quiénes somos como especie. De nuestra naturaleza y sus caras radicalmente opuestas. Debo tener cuidado y escoger bien mis palabras con este asunto. A mí no me llevaron a los campos de concentración, ni perecí en la cámara de gas con música de Wagner de fondo. Pero supongo que toda esa tragedia la porto en mis genes. Está ahí. Hoy, los ucranios no quieren escuchar música rusa. Podríamos argumentar que la gran cultura rusa no tiene nada que ver con lo que Putin y los fascistas que le siguen perpetran contra ellos. Es fácil comprenderlos y también a los israelíes respecto a Wagner. Hoy está prohibido interpretarlo allí en las salas de concierto, Barenboim y Zubin Mehta lo intentaron y recordamos el resultado. Por respeto a los supervivientes, podemos comprenderlo. Lo mismo que ciertas posiciones suyas representaban a lo peor de la humanidad, sus obras llevan en sí lo mejor de la creatividad. ¿Debo negarme a profundizar en lo mejor de alguien incluso cuando este ha sido capaz de lo peor?

Usted salió de la Unión Soviética en los años setenta por sus posiciones políticas, pero nunca ha renegado de su bagaje cultural ruso. ¿Qué nos enseña ese bagaje?

Algo de lo que me he dado cuenta después de que empezara la guerra en Ucrania es de lo siguiente. Cuando decimos Rusia, no hablamos de una palabra unívoca, con un solo significado. Está la Rusia que defienden Putin y correligionarios, decidiendo quien vive o muere. Después, desgraciadamente, sus seguidores, como un ejército de zombis a los que llamo putinoides y, finalmente, un significativo número de gente noble, no tantos como los putinoides, pero que lo siguen y existen. Es decir, la Rusia de los fascistas y estalinistas o la de Pushkin, Chaikovski, Mussorgski, Sajarov, Solzhenitsyn… Esta Rusia ha sido raptada por los anteriores. Esa es la Rusia que amo, la mía. La otra, no.

¿Cómo ponerlas de acuerdo?

Pensemos en Alemania, por ejemplo. Fue completamente destruida en la Segunda Guerra Mundial y en un siglo acarreó dos tremendas derrotas. Tras ello fueron anulados como estado, castigados por lo que hicieron no sólo con los judíos, sino con todo aquel que consideraban enemigo. Pero al ser derrotados tuvieron que acometer un profundo proceso de revisión: preguntarse quienes eran, por qué lo hicieron y cómo seguían adelante a partir de entonces. Supieron que debían expiar todo en un proceso que dura hasta hoy. Incluso afecta a una generación que no había sido ni siquiera concebida en la época nazi. En general, el país ha vuelto a reconectar con la humanidad. Rusia, en cambio, no. ¿Por qué?

Eso, ¿por qué?

Básicamente porque Rusia no perdió la guerra, la ganó. Creen que las victorias no se juzgan. Además, se arrogan el hecho de que derrotaron al nazismo casi sin contar con el resto de los aliados, sobre todo, los ingleses y los estadounidenses. El sistema totalitario, con la victoria, siguió y esa expiación nunca ha tenido lugar.

Putin, además, ¿sabe utilizar todo eso en beneficio propio?

Lo hace y se lo cree. En su maldad, que en él se da, completamente. Una maldad que viene en su caso de la mediocridad. En esa arrogancia que le da el poder se revela totalmente mediocre. Esa es nuestra tragedia. No saben ni son conscientes de que Stalin mató durante su paso por el poder a 20 millones de los propios rusos, una cifra que no logró el propio Hitler. Y cuando Putin habla de eso, dice, que lo podrían volver a hacer. Hay momentos en que solo deberíamos confrontarlo con la pura maldad. Y en esa batalla andamos, entre el bien y el mal.

¿Empujada también por una tecnología mal empleada, que no ayuda?

El mal engendra maldad. Mi padre era científico. Hablamos mucho de eso. Él me explicaba que la parte más colosal del presupuesto de la URSS se dedicaba a la defensa, incluida la investigación. Que los esfuerzos de esa investigación revertían en lo militar pero que, de rebote, algunos avances, acababan por beneficiar al resto de la sociedad. ¿Se da cuenta de lo absurdo del planteamiento?

Desde luego.

La tecnología es un instrumento. Revierte en nuestro beneficio y nuestro progreso, pero no solo…

Esta entrevista, por su parte, da lugar a más preguntas que respuestas.

Cada respuesta acarrea la siguiente pregunta. Eso también está en Tristán e Isolda. Lo irresoluble. Pero esa es la única manera en la que podemos subsistir. Cuando mis hijos eran pequeños les dije una vez: me miráis y pensáis que tengo respuesta para todo, pero no es así, simplemente sé más preguntas que vosotros.

Eso está muy bien. Me lo apunto.

Es así.

Volvamos a su salida de la URSS. ¿Qué le hizo marcharse si allí era un prodigio que tenía todo por delante después de haber ganado el concurso Rachmaninov con 21 años?

Es cierto, pero antes de que todo aquello ocurriera, cuando tenía 12 años, una noche mi padre me dijo: vamos a dar un paseo. Era invierno, nevaba, estaba oscuro. No sé por qué, de repente, me explicó la mentira básica en la que vivíamos. Fue valiente, porque el hecho de explicárselo a un chaval que podía ir al día siguiente al colegio y comentarlo con sus amigos, suponía un riesgo que acabara con él. Aun así, me dijo: “Mira, esto es lo que nos cuentan y aquí vemos lo que en realidad vivimos”. Con un lenguaje muy sencillo me lo hizo comprobar. Esa fue la primera vez que tomé conciencia de la contradicción en la que nos encontramos. Los años que siguieron confirmaron todo aquello de lo que me advirtió. Una vez lo afrontas, tienes varias opciones. La primera, convertirte en uno de ellos.

¿Un putinoide?

Síííí… Repites lo que se espera que digas, aunque no te lo creas. Da igual, si lo haces con gran convicción, te llegarán las recompensas. Te promocionarán, te alabarán, te premiarán… Esa es una elección. Otra es el exilio interno. Y la tercera es marcharse. Además, si ves lo que está ocurriendo con tu padre, por ejemplo, no resultaba fácil. Un gran científico que por un año no pudo trabajar porque era judío y se había cubierto el cupo de judíos para ese periodo en las instituciones científicas. Quedó deprimido por ello. No era agradable.

¿Ni siquiera sus éxitos como joven director le animaban a quedarse?

Yo era un joven poco ortodoxo. Hubiera hecho mi debut antes que nadie con la Filarmónica de Leningrado, pero ya se dieron cuenta de que mi inconformismo no me hacía merecedor de ese honor y lo prohibieron. Uno de tantos episodios. Pero yo lo tenía claro: debía ser libre. Todo en esta vida consiste en eso: ser libre.

¿Y qué paso con su padre?

Cuando decidí emigrar, nos reunimos porque todos queríamos salir del país. Decidimos que lo haríamos mi primera esposa y yo primero y que luego saldrían mis padres y mi hermano menor. Si ellos pedían el permiso antes nos lo denegarían a todos porque como científico había tenido acceso a información clasificada. Total, nos fuimos y los 12 años siguientes a mi padre le cerraron todas las puertas. Aun así, se metió en la medicina alternativa y sobrevivió con ello, ayudando gente a curarse, porque tenía grandes dotes también para eso con sus manos y su energía, algo que ni siquiera él podía explicar. Cuando el régimen cayó, se vino a Estados Unidos conmigo.

¿Y su madre?

Se vino antes con mi hermano. Las oportunidades eran pocas para él y si no, hubiera acabado en el ejército. Así que se divorció de mi padre y salieron los dos.

¿Se divorció para irse o porque su matrimonio no funcionaba?

Lo hizo para salir, pero, realmente les vino bien a los dos. No había razón para que siguieran juntos. Con mi padre hubiera disfrutado de una buena conversación. Era un hombre brillante y cálido, con un tremendo sentido del humor y a la vez del ridículo. Una vez le pregunté: Papá, ¿qué crees que es mejor? ¿Saber todo sobre nada o algo acerca de todo? Miró al techo y como científico no me supo responder.

Él me recuerda, por lo que cuenta, a Víctor Shtrum, el protagonista de Vida y destino, la gran novela de Vasili Grossman. Un físico que en pleno estalinismo se ve obligado a resolver ciertos dilemas para sobrevivir.

Ah, cierto, desde luego. ¡Qué gran escritor! ¡Increíble escritor!

Nacido en Ucrania, pero profundamente ruso.

Sí, porque se puede equiparar y unir una cosa con otra y mantener sus diferencias. Otra cosa es que venga alguien e imponga que ni siquiera tienen derecho a existir. Es curioso como Putin afirma que la caída de la Unión Soviética fue la mayor tragedia del siglo XX. Eso significa, para él, que el Holocausto no tiene importancia, que el Gulag de Stalin o la Segunda Guerra Mundial no fueron nada. Y que algo sin víctimas mortales, sin exterminios, ni muerte fue la mayor catástrofe: ¿entiende su mediocridad y su ignorancia? ¡Eso es un intelectual!

Nos faltan Mahler y Shotakóvich por abordar. En cuanto al segundo, ¿cabría en la categoría que antes mencionaba como opción de exilio interior?

Shostakóvich debía sobrevivir y él era único a la hora de encontrar la manera de decir a todo el mundo lo que quería oír. No podría marcharse de allí y, su hubiera podido, no estoy seguro de que tomara la decisión. Sencillamente, no podía vivir sin Rusia. Pero, mediante el sonido, encontró la manera de hacer creer al Gobierno que lo glorificaba todo mientras que la gente podía entender lo contrario.

Como Mahler, que podía oscilar de lo grotesco a lo trascendental en un mismo movimiento. Ahora dirige usted la Filarmónica Checa como titular y está abordando el ciclo de sus sinfonías. También Mahler era checo.

Desde luego. Y esa es la cuestión, La gente lo considera un músico vienés y no, nació en Kaliště, una ciudad que hoy pertenece a la República Checa. Ahí están sus raíces y las raíces son tremendamente importantes. Desde muy joven, imaginó en sonidos, todo lo que suponen las grandes cuestiones de la existencia. Tenía la necesidad y se interesó en desarrollarlas por medio de complejos y riquísimos contrastes. Esa es la clave. La primera vez que lo escuché fue sin saber qué era. La Filarmónica de Leningrado ensayaba en la Escuela Glinka, donde yo estudiaba. En un descanso entre clases me quedé a escuchar aquello, repito, sin saber qué era, y se me pasó volver a entrar en el aula porque aquellos sonidos me raptaron. Luego vi en un cartel que la orquesta tocaría la Tercera sinfonía de Mahler. Nunca había escuchado su nombre, ni su música. Así nació en mí el sueño de Mahler. Con esa tercera sinfonía cuyo último movimiento él titula: Lo que el amor me dice…

Pues habíamos empezado con Tristán e Isolda, la gran ópera sobre el amor y acabamos en Mahler abordando lo mismo.

Sin resultar pomposo o banal, verdaderamente creo que si existe algo fundamental en la vida es el amor. Cuando falta, todo nos conduce hacia una tragedia.
Tristan und Isolda, Wagner. *Prelude und Liebestod.

2 PATITOS

22° ahora, imposible tener un tiempo mejor para disfrutar de este día, aunque en mi caso sea a través de la ventana de mi despacho. Un cielo azul sin nube alguna para disfrutar viéndolo a través del maravilloso árbol mexicano, de nombre desconocido, de mi jardín.


UN CORTADO CON LECHE DE SOJA, POR FAVOR

 

Ser vegetariano en España: “Hace 10 años te miraban raro al pedir leche de soja en un bar de carretera”
El consumo de productos de origen vegetal en España ha crecido un 48% en los dos últimos años y el valor de mercado de estos alimentos alcanzará un valor cercano a los 180.000 millones de euros en el mundo en 2030.
Madrid - 27 abr 2023 - 05:31Actualizado:27 ABR 2023 - 07:30 CEST
https://elpais.com/gastronomia/2023-04-27/ser-vegetariano-en-espana-hace-diez-anos-te-miraban-raro-al-pedir-leche-de-soja-en-un-bar-de-carretera.html

Cuando en 2021 Alberto Garzón desaconsejó el consumo excesivo de carne, el revuelo que se formó fue épico. Aunque Garzón puso sobre la mesa cuestiones medioambientales y de salud difíciles de rebatir —que la propia OMS, la ONU y la AESAN ratifican—, no hubo manera de tener un debate constructivo sobre la cuestión. Si hablar de comer menos carne aún resulta polémico en este país, ¿qué pasa cuando sacamos el tema de no comer absolutamente nada o de desterrar de la dieta todos los productos de origen animal?

No cabe duda de que el asunto sigue levantando ampollas, pero la realidad es que ser vegetariano o vegano en España no es lo mismo ahora que hace diez años. No solo estamos más concienciados sobre muchos de los problemas que estos movimientos ponen sobre la mesa, sino que la percepción social en torno a este tipo de dietas ha cambiado y estas tienen cada vez más presencia en bares, restaurantes y supermercados. Incluso dentro de las casas ha habido toda una generación de madres y abuelas —escrito deliberadamente en femenino, porque siguen siendo ellas quienes cocinan de forma mayoritaria en los hogares— que se han esforzado por comprender las necesidades alimenticias de sus criaturas vegetarianas y veganas, y por adaptar sus recetarios prescindiendo de la carne. Sin ir más lejos, mi madre aprendió a hacer una lasaña de verduras espectacular cuando decidí ser vegetariana. Y la única cosa que echo de menos desde que tomé la decisión de serlo, que es el chorizo que hacía mi abuela en Galicia, ha vuelto a mí en forma de otro embutido gallego, esta vez vegetal y a base de calabaza, que hacen las mujeres de Calabizo. En mi cabeza sabe igual que el de mi abuela y me trae a la memoria su casa, su cocina y el recuerdo de ella metiéndolo entre pan y pan para hacerme los bocatas de pequeña.El dietista y nutricionista Aitor Sánchez, más conocido en redes sociales como Mi Dieta Cojea, es un divulgador del vegetarianismo que destierra algunos de los mitos más extendidos sobre este tipo de dietas.s En su último libro ¿Qué pasa con la nutrición? (Editorial Paidós) dedica todo un capítulo a las controversias del veganismo. Sánchez reconoce el avance que se ha producido en la comprensión de esta postura política y destaca el papel que internet y las redes han tenido en este cambio de paradigma, que ha coincidido con la máxima explosión de la crisis climática. En su ámbito, el de la nutrición, se han dado grandes pasos a la hora de tratar las dietas vegetarianas y veganas con la normalidad que merecen. “España ha tardado mucho tiempo en importar el cómo se aborda la dieta 100% vegetal en otros países. Hace una década, en la mayoría de universidades se formaba a las futuras dietistas-nutricionistas con una dieta vegana que se vendía como peligrosa y que provocaba deficiencias”. Estas posiciones, que define como “casposas”, son las responsables de haber sembrado el miedo en torno a las dietas que no incluyen productos de origen animal, cuando en otros lugares como “Reino Unido, Australia o Estados Unidos estas posturas están más que superadas”.

El panorama ha cambiado tanto que, como explica Sánchez, “hoy encontramos que las guías de referencia de muchas comunidades autónomas ya incluyen la dieta vegana como una opción completa y saludable” y esta empieza a estar disponible en centros educativos y sanitarios. De nuevo, el nutricionista rompe una lanza en favor de las redes sociales como “vector de formación y de actualización para muchos profesionales sanitarios”, afirmando que la divulgación ha sido motor de cambio en centros de atención primaria y consultas públicas y privadas. “Lo considero como un buen ejemplo de cómo las bases de una profesión han logrado generar un cambio desde abajo hacia arriba”.

Los supermercados son otro de los espacios en los que podemos apreciar cómo el vegetarianismo y el veganismo han ido ganando terreno. Hace años que superficies como Aldi o Lidl cuentan con lineales dedicados a este tipo de productos, etiquetados con la V-Label (el sello de la European Vegetarian Union), a los que se han sumado otras muchas cadenas. Hasta entonces, eran las tiendas especializadas las que los comercializaban casi en exclusiva. Planeta Vegano lo lleva haciendo desde 2009 en el madrileño barrio de Lavapiés y en estos 14 años de rodaje han sido testigos de cómo ha cambiado la percepción del veganismo en la sociedad: “Hoy día ya parece que todos saben qué es un vegano y hay alternativas en lugares donde hace diez años te miraban raro, como encontrar leche de soja en un bar de carretera”. Sin embargo, son críticos con las grandes empresas alimentarias y multinacionales de comida rápida que, consideran, “han olfateado un nicho de mercado” sin que detrás de su oferta exista ningún compromiso ético con este tipo de postura.
Un mercado en alza

Ese nicho existe: se calcula que el valor de mercado de los productos basados en proteína vegetal se quintuplicará en los próximos años, llegando a alcanzar en 2030 un valor cercano a los 162.000 millones de dólares. Un estudio de 2021 de Nielsen y ProVeg International registró un aumento del 48% en el consumo de productos de origen vegetal en España, lo que supone un crecimiento récord. “Desde hace unos cinco años, empresas de todo tipo se han subido al carro del ‘veganismo’ y haciendo veganwashing `[falso veganismo por razones comerciales[ venden las bondades de la dieta plant-based [basadas en plantas], mientras siguen explotando y matando cientos de miles de animales cada año. Esto crea una distorsión encubierta o una mala lectura de lo que es el veganismo”, sostienen en Planeta Vegano.

Aitor Sánchez sí considera que la presencia de estos productos en los supermercados es una buena noticia, ya que logran que “se democratice la alimentación 100% vegetal con muchas más opciones”, aunque enfatiza que contar cada vez con más productos veganos no es sinónimo de que tengamos más opciones que sean saludables y recuerda que, al igual que la dieta convencional, “la dieta 100% vegetal debe seguir basándose en productos mínimamente procesados que sean frescos”. Y estos productos llevan ahí toda la vida: son las frutas, las verduras, las legumbres o los cereales, que no tienen ninguna etiqueta vegana, precisamente porque son productos frescos.

En la hostelería también se aprecian cambios evidentes en la última década. El restaurante Sésamo de “comida sin bestias” —como reza su subtítulo— abrió en Barcelona hace más de 15 años y sus fundadores y cocineros Fernando Valdez Paolasini y Alfredo Marcus explican que al principio su clientela era exclusivamente vegetariana o vegana, pero que en el último lustro mucha más gente ha incorporado la opción vegetariana a su dieta “y eso ha diversificado el mercado y sumado nuevas exigencias”. Por eso, para ellos innovar es una necesidad: “Ya no es suficiente ofrecer una opción vegetal, se demanda la incorporación de nuevos productos, sabores y texturas”.

Así lo entienden también en el madrileño restaurante Vega, que cuenta con dos sucursales en Madrid, la primera de ellas inaugurada en 2014. Detrás de este proyecto están José Salas, Alejandro Hansen y David Navarro, y explican que, cuando abrieron, mucha gente no sabía lo que significaba la palabra vegano e incluso se plantearon no decirlo por si el término echaba para atrás a una parte de la clientela. “Al final decidimos nombrarlo bien alto como forma de activismo”. Están a punto de cumplir una década y siempre tuvieron muy claro su objetivo: “Nuestra apuesta vino ante esta necesidad de poder ir a un restaurante vegano que a la vez fuera divertido, cercano y creativo. Apostamos por el sabor, de ahí que nos encante nombrarnos como ‘activistas del sabor’”. Como ocurre en Sésamo, a Vega acude tanto gente vegetariana como otra que no lo es, y mientras los primeros agradecen lo innovador de su carta, los segundos se suelen sorprender de lo sabrosa que puede ser una comida vegana.

Ambos restaurantes coinciden en señalar que el vegetarianismo y el veganismo no son una moda o una tendencia, sino algo que ha venido para quedarse “e ir impregnando nuestros hábitos para siempre, haciendo de nuestro planeta un lugar más sostenible y habitable”, como afirman en Vega, quienes subrayan además que la popularización de estas opciones ha generado un debate que antes ni existía y ha llevado a que cada vez más gente opte por gestos como reducir la cantidad de producto animal en su día a día. “El vegetarianismo está vinculado a cuestiones ideológicas, al rechazo al maltrato animal y al cuidado del medioambiente. Quizás ese mayor nivel de aceptación refleje un mayor grado de conciencia con respecto a problemas que son urgentes y que deben ser atendidos”, concluye un responsable del restaurante Sésamo.

SCHRÖDINGER, OCKHAM Y EL PATO (a, b, c, d, e, f)

He tenido y no he tenido, ayer, dos conversaciones; podría parecer el gato de Schrödinger, pero es algo mucho más sencillo. Primero hablé largo rato con mi amigo A, desplazado a Fuerteventura por motivos laborales y, mientras duraba la conversación, recibí un whatsaap largo de otro colega que no leí -¡oh! anatema, osé no contestar un mensaje sobre la marcha, raudo y veloz, automáticamente, como una bala, presuroso y temeroso de las consecuencias de no hacerlo-. 
Las razones pudieron ser muchas: a) me despisté, b) lo olvidé, c) estaba en otras cosas, d) no me apeteció contestar, e) ninguna de las anteriores, f) todas las anteriores. El caso es que no contesté, me fui a la cama sin comprobar más el teléfono y esta mañana me encuentro una diatriba laaaaaarga, larguísima, recriminando mi comportamiento con argumentos de peso, muy bien organizados, bien construidos, que me obligaron a estar a la altura intentando usar toda mi elocuencia para explicar cómo veo yo los chats, los teléfonos y hasta, si me apuras, la vuelta a la esclavitud que creía abolida desde la Guerra de Secesión.
Explicado lo de mis dos conversaciones a lo Schrödinger, he aquí donde entra a colación nuestro amigo el monje franciscano Guillermo de Ockham el cual expuso en su famoso principio filosófico que "en igualdad de condiciones, la explicación más simple suele ser la más probable".   
Me recriminaba mi amigo tener fobias a ciertas cosas con el argumento de que si no contesto a un mensaje en el chat es que tengo fobia a enfrentarme a las cosas, a contestar sobre aquello que no me gusta hablar. Todo porque no había crujido ni mugido tras ver -no ver en mi caso- un vídeo de YouTube acerca de un gurú deesosquetodolosaben que explica, según leo en el título, cómo entrenar una mente "débil y permeable" para convertirla en una "mente fuerte". Apasionante, sí.

Hablar por medio de mensajes puede llegar a ser muy traicionero, uno llega a sacar rápidamente conclusiones erróneas, presupone un tono concreto en boca del interlocutor, imagina el sentido de una conversación de una manera o la contraria gratuitamente. Nos hemos vuelto adictos a la comunicación automática, cosa que antes no existía y no pasaba nada; nos llamábamos y si uno no contestaba solía ser porque o no se estaba en casa o no se podía contestar, voilà. Después apareció el contestador automático que siempre empezaba educadamente con aquello de "en este momento no puedo atenderte" o "no estamos en casa" y, vuelvo a decirlo, no pasaba nada. Cada uno se enfrenta a esta obligación impuesta por los tiempos como puede o quiere, con su fórmula que no es ni mejor ni peor sino la suya propia. 
Y como corolario llega el pato, una versión de andar por casa de "La Navaja de Ockham", que no es otra que "si parece un pato, camina como un pato y dice cuá, es que es un pato".
Pues eso.

martes, 25 de abril de 2023

HACIA LA SOLUCIÓN FINAL

 

El racismo como parte integrante de la cultura europea: el camino que llevó hasta el Holocausto
George L. Mosse exploró en ‘Hacia la Solución Final’ el trasfondo cultural que alimentó el antisemitismo y facilitó los asesinatos en masa de los nazis.
https://elpais.com/cultura/2023-04-25/el-racismo-como-parte-integrante-de-la-cultura-europea-el-camino-que-llevo-hasta-el-holocausto.html

A finales del siglo XVIII el antropólogo holandés Petrus Camper utilizó lo que consideraba un “método científico”, el de las comparaciones craneales y las mediciones faciales, para estudiar las diferencias que había entre las cabezas de los negros y los calduchos y las de los europeos, y las de todas estas con las de los monos. Midió el ángulo que existía entre una línea trazada entre el labio superior y la frente y la que resultaba de unir de lado a lado la cara en horizontal. Se fijó en cómo estos ángulos eran distintos según la cabeza de la que se tratara y estableció así cuál era el “tipo ideal”, el de la belleza según los griegos que había exaltado años antes el arqueólogo e historiador del arte Johann Joachim Winckelmann. Coincidía, claro, con la cabeza del hombre blanco. No había duda, pues, de quién era superior y quién inferior. Y convenía que aquel tipo ideal no degenerara, que no se mezclara con extraños. El racismo estaba tomando vuelo y pretendía sostenerse en la investigación científica.

El historiador George L. Mosse se ocupó en Hacia la Solución Final, un libro de referencia que acaba de rescatar La Esfera de los Libros con una introducción crítica del también historiador Christopher Browning —autor de un trabajo clásico sobre los Einsatzgruppen, los comandos nazis que asesinaban artesanalmente a los judíos, es decir, cara a cara y a tiros—, de analizar el racismo desde sus orígenes modernos hasta la puesta en marcha del Holocausto. “El racismo sustituyó la realidad por el mito”, explica, “y el mundo que creó, con sus estereotipos, virtudes y vicios, era un mundo de cuento de hadas, que situaba una utopía ante los ojos de los que anhelaban una salida de la confusión de la modernidad y la prisa del tiempo”. El problema fue que ese cuento de hadas terminó por conducir a una carnicería de una magnitud colosal. Y lo que Mosse procuró hacer fue reconstruir el trasfondo cultural que estuvo detrás de esa catástrofe. El racismo no fue ni una aberración del pensamiento europeo ni “momentos dispersos de locura”, fue una “parte integrante de la experiencia europea”, escribe.

Mosse (Berlín, 1918-Madison, 1999) fue uno de los grandes historiadores del siglo pasado. Procedía de una familia judía alemana, rica e influyente, y fue homosexual. Esta doble marginación marcó a la larga sus intereses. Con la llegada de los nazis al poder, su familia huyó de Alemania en 1933 y lo envió a estudiar a Inglaterra, a Cambridge. En los sesenta se instaló en Estados Unidos y empezó a dar clases en una universidad marcadamente progresista, la de Wisconsin. Conectó con el movimiento estudiantil, empezó a interesarse por la cultura e ideología de los nazis, uno de sus primeros trabajos importantes se ocupó de los orígenes intelectuales del Tercer Reich. Le interesaba sacar a la luz las ideas que empapaban una época y le marcaban sus derroteros. En La nacionalización de las masas mostró cómo los ideales —la fascinación de Wincklemann por el mundo griego—, distintas prácticas —los gimnasios, los coros, los clubes de excursionistas…—, las liturgias y los lugares de memoria fueron impregnando de un exaltado nacionalismo a los alemanes del siglo XIX y principios del XX. Hitler se encontró con buena parte del trabajo hecho y no tuvo más que llevar hasta el delirio una manera de entender las cosas que separaba a los de dentro de los de fuera. Los que no formaban parte de los míos, como los judíos, podían ser exterminados. Mosse, que abominaba de los nacionalismos, tuvo también sus contradicciones y terminó como un convencido sionista.


“La apariencia exterior representa la gracia interior”, observa Mosse cuando estudia los fundamentos intelectuales que iban a sostener el racismo. Se trataba de encontrar algo muy simple que permitiera separar de manera clara a unos de otros. Cuando el racismo clasificó a partir de la segunda mitad del siglo XIX también a los judíos —y no solo a los negros o los amarillos— como seres inferiores, la nariz empezó a desempeñar un papel importante. En Hacia la Solución Final, que apareció originalmente en 1978, Mosse considera que la cuna del racismo es la Europa del siglo XVIII, y revela cómo tanto los ilustrados, con su afán de clasificar los pueblos y su exaltación de la belleza griega, como los pietistas, al distinguir la comunidad propia frente a todas las demás, plantaron las semillas de lo que sería con el tiempo una “ideología carroñera”. Más adelante llegó Herder para hablar del “espíritu del pueblo” —el Volkgeist— y para sostener que la historia no estaba hecha por los hombres sino que seguía un plan divino, y Darwin, que habló de selección natural y de cómo sobrevivían los más fuertes. Ni uno ni otro eran racistas, pero sus ideas ayudaron a componer ese relato que resaltaba el poder y la gracia de los elegidos frente a los que no constituían nada más que una carga. Se había iniciado “una competición por saber cuál de los pueblos de Europa tenía un mayor amor a la libertad”.

En el recuento que hace Mosse, sorprende ver cómo el racismo fue colándose en los proyectos más diferentes, por supuesto en los nacionalistas, pero también contagió a los cristianos e incluso a los socialistas. Ahí están Alphonse Toussenel, Charles Fourier o Pierre Joseph Proudhon, para quienes “la raza judía era depredadora, competitiva e inmoral y, por tanto, debía ser excluida de la participación en una comunidad genuinamente nacional y socialista”. El racismo iba mezclándose con el nacionalismo y el antisemitismo para componer ese veneno letal que permitió más tarde a los nazis exterminar a seis millones de judíos. La Gran Guerra preparó el marco. A partir de ese momento, apunta Mosse, “la participación política se definió mediante una liturgia política en los movimientos de masas o en las calles, buscando la seguridad a través de mitos y símbolos nacionales que dejaban poco o ningún espacio a los que eran diferentes”. A los judíos se los había asociado con el capital financiero y sus abusos; tras la Revolución rusa, se los vinculó también con los bolcheviques. El 30 de enero, cuando Hitler asumió la cancillería del Reich, “el racismo se convirtió en la política oficial del Gobierno alemán”. El horror que vino después lo conocen todos. Lo que Mosse quiso también mostrar fue cómo el racismo permitió hasta tal punto exaltar las conductas propias frente a las de los seres inferiores que, llegado el momento, “todos los arquitectos de la Solución Final se miraron en el espejo de la respetabilidad de la clase media y les gustó lo que vieron”. La orgía de sangre quedó —para ellos— desdibujada ante el brillo de la raza aria.

LA VACULA DEL SARAMPIÓN


Rafael Cadenas recibe el Premio Cervantes de manos de los Reyes: “El nacionalismo es el sarampión de la humanidad”
El poeta venezolano, de 93 años, se preocupa por la salud de la democracia y ve grandes peligros en el totalitarismo y las armas nucleares.
Alcalá de Henares - 24 ABR 2023 - 13:18 CEST

“Este es un honor que me sobrepasa”, ha dicho el poeta Rafael Cadenas. El honor era el Premio Cervantes, el máximo galardón de las letras hispanas, que ha recogido esta mañana, de la mano de los Reyes de España, en el Paraninfo de la Universidad de Alcalá. “Estoy lleno de España”, ha añadido. Minutos antes, al recibir el premio, se había quedado callado y cabizbajo delante de los monarcas, y luego frente al aplauso de los presentes, con esa expresión suya de niño tímido, algo asustado.MÁS INFORMACIÓN

Estar lleno de España… Su discurso se dedicó a aclarar esta afirmación de carácter metafísico, “tan rotunda de quien suele evitar el énfasis al que somos tan propensos los hispanoamericanos”. El primer vínculo con España es, obviamente, el idioma, al que considera muy maltrecho actualmente y amenazado por los anglicismos. Y de ahí, la literatura. Cadenas tuvo tres profesores españoles, de cuando eran los españoles los que emigraban a Latinoamérica y no a la inversa. “Sufrieron un poco conmigo, pues no fui buen estudiante, sobre todo descuidé las materias científicas, lo cual lamento, pues la Física Cuántica ha restaurado el insondable misterio del cosmos”, dijo Cadenas, “es una revolución”.

Recordó el poeta la opinión del filósofo Karl Jaspers, cuando afirmaba que no existe una única concepción válida del mundo, y recordó también sus dos temores: el totalitarismo y la bomba atómica. “En este tiempo, aquel avanza y esta ha crecido”, dijo el premiado, “resulta paradójico, por cierto, el que las naciones más civilizadas se encuentren entre las principales fabricantes de armas. Se trata de una industria muy próspera”.

Otra cosa que le llena de España: los amigos. Y también algunos personajes, como, por supuesto, los del Quijote. Tuvo especiales palabras para Sancho Panza: “A mi modo de ver ha sido subestimado por los quijotistas, representa lo real, probablemente nuestro tiempo lo realce, ya que asistimos a una revaloración de la vida corriente, es que también en ella está el misterio”. La impronta de Don Quijote, al contrario, es la de los creyentes en la utopía, que “terminó en un desengaño”. “Es sabido que nacionalismos, ideologías y credos dividen a los seres humanos, pero en este tiempo, el mundo, gracias al desarrollo de la comunicación, debería ser cosmopolita”. Sobre todo divide el nacionalismo, que, como dijo Einstein y recordó Cadenas, es el “sarampión de la humanidad”.

La democracia, para Cadenas, debe revisarse. “Es urgente defenderla de todo lo que la acecha y para ello se requiere recrearla”, dijo. La educación es fundamental, pero ha de renovarse, volviéndose transparente, dando primacía a lo social, aboliendo la pobreza y apoyando a la cultura. “No es un sueño, es un trabajo de todos”.

El general tiene a quien dictar
El rey Felipe VI habló poéticamente de la ciudad natal del poeta, Barquisimeto: “Se la reconoce como la ciudad de los crepúsculos, porque al extenderse sobre una larga sabana, el horizonte se hace ilimitado. Allí, dicen, hasta los conductores, a la espera de que el semáforo pase de rojo a verde, se paralizan ante la paleta celestial que los sorprende desde las alturas”. Cadenas, el primer premiado de origen venezolano, prefería las plazas, donde se reunía con amigos para leer y hablar de literatura: Juan Ramón Jiménez, Antonio Machado, los poetas místicos... “Poetizar sobre la experiencia extrema [como ha hecho Cadenas] habla del talante de una poesía que también quisiera entender, si las hay, las razones de la maldad”, añadió el Rey.

Contó Miquel Iceta, ministro de Cultura, abriendo el acto, algunos datos de la infancia del premiado. Su abuelo, “un general pobre y olvidado”, le dictaba cartas para solicitar al Gobierno una pensión por los servicios prestados y le hablaba de Los miserables, de Hamlet o del Don Juan de Zorrilla. Le enseñó “la importancia de observar las cosas con detenimiento y atención”. Por participar en las protestas estudiantiles de 1954 contra la dictadura del general Marcos Pérez Jiménez, Cadenas, entonces miembro del Partido Comunista, después de cinco meses de prisión se exilió durante cuatro años en la isla de Trinidad, entonces colonia británica, donde aprovechó para ahondar en la poesía anglosajona. Volvió a su país con la restauración de la democracia, pero la experiencia del exilio deja honda huella en su poesía. Es la “experiencia extrema” a la que se refería el monarca.

Allí será profesor en la Universidad Central de Venezuela, un profesor recatado y de pocas palabras. “Sus clases fueron las de un profesor que, con lentitud y sobriedad, trasladaba a sus alumnos las reflexiones, las inquietudes y dudas que le suscitaban la lectura de los poetas que enseñaba”, aseguró el ministro. Uno de los pilares de su enseñanza: “La poesía es una experiencia, no un género literario”.
Retahíla de poetas

Cadenas es el quinto poeta consecutivo galardonado en el premio, después de Ida Vitale, Joan Margarit, Francisco Brines y Cristina Peri Rossi. Ninguno de los dos últimos premiados pudo presentarse a recoger el premio: a Brines, por su delicada salud, los Reyes le entregaron el premio en su domicilio, una masía en la localidad valenciana de Elca. Peri Rossi tampoco pudo acudir el año pasado por motivos de salud, la representó en la ceremonia la actriz Cecilia Roth. Y el premio a Joan Margarit, en 2021, se entregó en un acto privado, en Barcelona, por motivos pandémicos.

A sus 93 años, Rafael Cadenas no tenía claro si iba a poder afrontar el viaje, pero finalmente llegó a España el jueves pasado y, cansado por la edad y por el vuelo transoceánico, atendió a los periodistas en la Biblioteca Nacional: “Cuando me comunicaron el premio, pensé que era un delirio de Don Quijote en uno de sus extravíos”, dijo. Esa misma tarde inició la lectura anual del Quijote en el Círculo de Bellas Artes. Y esta semana todavía le quedan actos, como la inauguración de una exposición o hacer su aportación a la Caja de las Letras del Instituto Cervantes.

Este año se ha levantado cierto revuelo por la no asistencia del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez (Cadenas le saludó en su discurso por error), que sí asistió el año pasado, aunque en ninguna otra ocasión. Hay explicaciones desde La Moncloa: en representación del Gobierno asiste este año el ministro de Cultura, Miquel Iceta, tal y como en 2019 lo hizo la entonces vicepresidenta Carmen Calvo. Durante su mandato, el expresidente Mariano Rajoy faltó en dos ocasiones, en las ceremonias de 2015 y 2017.

“La obra de Cadenas es la de un gran poeta moderno. La de alguien que no quiere ‘estilo, sino honradez’, una valiosísima ambición”, aseveró el Rey. La poesía de Cadenas está muy ligada a la experiencia personal (por ejemplo, al exilio), marcada por una búsqueda de la depuración del lenguaje y por una presencia transversal del sentimiento de derrota vital. No en vano, Derrota, de 1963, es uno de sus textos más conocidos: “Yo, que apenas llego a un sitio ya quiero irme (creyendo que mudarme es la solución) / (…) / que soy objeto de risa para mí mismo / (…) / que un día pregunté en qué podía ayudar y la respuesta fue una risotada / que podré nunca formar un hogar, ni ser brillante, ni triunfar en la vida”. En la poesía, al menos, ha triunfado.

LAS 3 JOTAS


¿No se supone que España es un estado aconfesional? Cierto es que la Iglesia y sus tentáculos logró colarse en el Artículo 16 de la Constitución, y así seguimos. Pero, ¿no se abogaba por ir eliminando las prebendas que sigue teniendo la institución católica? Pues parece que no, con ese afán de igualdad absurdamente entendida que nos invade en estos tiempos, no sólo no las eliminan sino que las hacen extensivas. Me recuerda esto a un compañero de carrera que, cuando se discutía sobre la obligatoriedad de hacer la mili él abogaba porque, en vez de por su eliminación, porque la hicieran también las mujeres.
¿No querías caldo? ¡Pues toma dos tazas!


Durante mi primer café, el de las 5:00am, converso cada mañana con J, el camarero y J el fontanero, dos Jotas que son tres junto con la mía. Pues bien, hoy se quejaba uno de ellos del número de días de fiesta que tenemos, por aquello del 1 de Mayo, el lunes próximo; que si estamos prestos a no trabajar, que si esto, que si lo otro, y bla bla bla, todo en el más puto tono casposo sobre el tópico de la vagancia española. ¿Vagos? Trabajamos más que muchos países, eso sí, nuestras preocupaciones demuestran nuestra idiosincrasia -a los franceses les preocupa su jubilación y a nosotros Shakira, la Obregón y el regatista de Sanxenxo-, pero trabajar, trabajamos.
¿Quieres que hablemos de las horas que pasan nuestros egregios políticos en el Parlamento, por ejemplo? ¿o en Bruselas? Ah, vale, bien, lo dejamos entonces.

Los Ronaldos, *Idiota.

lunes, 24 de abril de 2023

BELLEZA MORTAL


Estaba en Madrid durante el terrible incendio en un restaurante de Madrid donde murieron dos personas y acabó con numerosos heridos. Ahora estaremos oyendo hablar y leyendo sobre licencias de actividad¡, aperturas de locales, leyes y ordenanzas al respecto y, como suele ocurrir, este hecho desgraciado cambiará las normas para hacerlas aún más restrictivas. El hecho es que ahora ya lo son y los locales de pública concurrencia deben contar con proyectos de ingeniería que, entre otras cosas, adjuntan la correspondiente separata contra incendios. No creo que se deba ahora demonizar a los decoradores, que ya estarán pasando un calvario, pero sí hay que preguntarse cómo es posible que un local pudiera estar abierto con tal cantidad de decoración de plástico y que, además, sirviera platos flambeados. 2+2 siempre será 4, se mire por donde se mire.

NI UNOS NI OTROS SINO TODOS


Negar el cambio climático a estas alturas ya no demuestra ser de derechas o de izquierdas sino únicamente pura ignorancia, y he aquí el peligro. Políticos ignorantes, que también los hay, y muchos, estrechos de mente, para los cuales sólo es importante el poderoso caballero, que borra del mapa al sentido común, aprueban leyes absurdas para contentar a unos pocos que acaban siendo pan para hoy y hambre para mañana. Sirvan estas fotos del Parque Nacional de Las Tablas de Daimiel, que a este paso dejará de ser un humedal, como tantos y tantos glaciares en el planeta que van retrocediendo y que en unos años habrán quedado en la memoria. Y no se trata de una historia de ciencia ficción.
Cierto es que, visto lo visto, a uno le es muy difícil saber a quién votar, pero sigue siendo más fácil saber a quién no hacerlo.


Ayer.
Hoy.
Ayer.
Hoy.
Dotan, *Let the river in.

ABRIL SONRÍE EN MADRID

 
Dotan, *Home.
Era una mañana y abril sonreía.
Frente al horizonte dorado moría
la luna, muy blanca y opaca; tras ella,
cual tenue ligera quimera, corría
la nube que apenas enturbia una estrella.

Como sonreía la rosa mañana,
al sol del oriente abrí mi ventana;
y en mi triste alcoba penetró el oriente
en canto de alondras, en risa de fuente
y en suave perfume de flora temprana.

Fue una clara tarde de melancolía.
Abril sonreía. Yo abrí las ventanas
de mi casa al viento... El viento traía
perfumes de rosas, doblar de campanas...

Doblar de campanas lejanas, llorosas,
süave de rosas aromado aliento...
...¿Dónde están los huertos floridos de rosas?
¿Qué dicen las dulces campanas al viento?

Pregunté a la tarde de abril que moría:
—¿Al fin la alegría se acerca a mi casa?
La tarde de abril sonrió:—La alegría
pasó por tu puerta—y luego, sombría—:
Pasó por tu puerta. Dos veces no pasa.

"Era una mañana y abril sonreía".
Antonio Machado


Vuelvo a casa esta mañana de domingo con un tiempo fantástico, cielo azul, 20°, nada en el horizonte que haga prever esa olaza de calor que los agoreros del tiempo nos avisan; ¡la mayor que se ha conocido en abril!, dicen.
En Madrid genial, como siempre, buen tiempo, gente y más gente: teatro (¡Ay, Carmela!), Thyssen (Lucian Freud), Bellas Artes, Retiro, largas caminatas y hasta un salto a Alcalá de Henares a ver la exposición de motos "Made in Spain", magnífica. En esta ocasión el hotel estaba en la Puerta de Toledo que, aunque menos céntrico que otros saltos a la capital, nos obligó a callejear y a disfrutar del Madrid menos concurrido, si es que esto se puede decir. El centro bullía. La segunda noche cenamos por la zona de Hortaleza, en un griego rico rico y con ambiente agradable hasta que un grupo cumpleañero nos rompió la noche. La anterior lo hicimos por la misma zona pero en un italiano con una carta corta pero sabrosa. Después de ambas nos dimos el correspondiente paseo para "bajar" la comida, sorteando las hordas y los múltiples caminantes arrastramaletas.
Un fin de semana corto pero intenso, cultural, de esos que me gustan y que sirven para desconectar, para recargar, como pequeñas catarsis.



























*¡Ay, Carmela!