miércoles, 22 de febrero de 2023

TERCERA LEY


Comencé a escribir este blog a finales de noviembre de 2009, recién llegados de Nueva Zelanda, hace ya casi 14 años, que se dice pronto. Todos estos años escribiendo lo que se me pasa por la cabeza y por las tripas, compartiendo las crónicas de mis viajes -siempre insuficientes-, verbalizando aquello que me afecta, me preocupa y, en algunas ocasiones, aquello que también me hace feliz.
Una amiga me comentaba que, escribiendo en un chat común, pocas veces se hacían eco de sus palabras, lo que me hice esta pregunta ¿por qué escribimos?
Lo hacemos porque nos sale de dentro, porque lo necesitamos, porque compartir es siempre la mejor opción, las penas y las alegrías, sobre todo éstas. Pero, ¿debemos esperar respuesta? No.
El acto de escribir es voluntario, nunca imperativo, de manera que lo que influye en lo demás este acto puede ser mucho o puede ser nada, esto no es importante. Se ha cumplido, se ha escrito y compartido porque todo lo que no se da se pierde, a partir de ese momento chi lo sa. He ahí la magia, cada cual absorbe lo que lee como quiere, como puede o de ninguna manera, todo vale. Más o menos frívolos, más o menos profundos, más o menos serios, todos somos diferentes y así debe ser. Tan fácil como estar en una mesa rodeado de gente más o menos apasionantes y tener la capacidad de ir encendiendo y apagando mentalmente el interruptor del interés sin que nadie se percate. ¿No deja de ser, en todo caso, un acto de la libertad personal de la que disponemos todos?
Esperar es desesperar y lo mejor es siempre no hacerlo, en la medida de lo posible. El ser humano necesita aprobación, forma parte de nuestra idiosincrasia, pero igual que la esperamos tenemos que ser suficientemente inteligentes para que, cuando ésta no llega, no frustrarnos. No somos el centro del universo, en absoluto, ni siquiera del nuestro propio. Newton nos hablaba en su 3ª Ley del principio de acción y reacción: cuando dos partículas interactúan, la fuerza sobre una partícula es igual y opuesta a la fuerza que interactúa sobre la otra partícula. Esta verdad no funciona si la aplicamos a las relaciones humanas, a sus interacciones ante un hecho concreto; ¿son las reacciones las deseadas, las esperadas? Pongamos un ejemplo sencillo:

ACCIÓN↦ El Sr. X comunica que va a dejar su trabajo.
Las reacciones son múltiples y para todos los gustos.
REACCIÓN↤ a) ¡Enhorabuena!, ya era hora, me alegro mucho por ti, estabas tardando. b) ¿Lo has pensado bien? Mira que un sueldo fijo... c) Estás loco, vas a dejar un puesto de funcionario. d) ¿Vas a vender la casa? ¿y si la cosa no va bien te quedas en la calle? e) ¿Has pensado cómo arreglar la pensión? f) ¿Y eso? ¿te puedes prejubilar? e) Cuentas con todo mi apoyo. f) Me da mucha pena que te vayas. Y algunos etcéteras más.

Cada persona responde a la acción según sea, según quiera. Así somos.
Recuerden que, entre otras cosas, para ser feliz hay que tener mala memoria.
Benny Goodman, *Stompin' at the Savoy.

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