Entrando a la ciudad el otro día, en moto, paro con el semáforo en rojo al mismo tiempo que otro motorista en una scooter. Yo pertrechado como dios manda, chaqueta, guantes, pantalones, etc.; él en cholas, camiseta y bañador, eso sí, con una bolsita cruzada. Yo observaba con el rabillo del ojo mientras esperaba el cambio de color semaforil cuando el susodicho abre su bolsa, saca el móvil, le da con el dedo arriba y abajo -Facebook o Instagram, supuse, no parecía ser de Twitter-, guarda el móvil y sale raudo justo al ver el verde que te quiero verde. Increíble, todo cronometrado. El futuro está asegurado, pensé.
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