sábado, 17 de septiembre de 2022

ESTADÍSTICAS


Acabo de llegar del supermercado, tarea poco apetecible donde las haya, y en un momento, mientras me disponía a encontrar el pasillo de no-sé-qué, me encuentro rodeado de cuerpos tatuados. Uno, que ya tiene una edad, estuvo siempre acostumbrado a los tatuajes de los marinos, un "amor de madre" aquí, un "ancla" allá, un T E Q U I E R O carcelario en cada nudillo, una lágrima azulada despistada, incluso a los terribles números en las muñecas de los pobres judíos.  No, ahora ya esto no tiene nada que ver, en esta época nos encontramos tatuajes lustrosos, como recién dibujados, monocromos o coloreados como si no hubiera un mañana o suficiente piel en el cuerpo; en manos y pies, tobillos, pantorrillas, gemelos, muslos, barrigas, espalda, cuello, cara y hasta pito pito gorgorito. Hijos, mujeres, novias; el nombre de la querida -dios quiera que no se enfaden- en castellano, chino, japonés, rúnico, clingon; tribal -todos debemos tener un ascendiente mahorí-, satánico, animalista, florar, marítimo, pío, matemático, futbolístico... todo vale.  
Dentro de poco los muertos nos dividiremos en tatuado y no tatuados. 
Ah, olvidaba apuntar que se dice que aquellos muertos tatuados tienen una posibilidad de hasta el 90% de convertirse en zombies.
Ahí lo dejo.

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