miércoles, 10 de agosto de 2022

BONSÁIS


El Padrino es una de mis películas favoritas de siempre, de hecho la trilogía, una de esa que puedes ver una y otra vez y de la que conoces de memoria parte de los diálogos y las escenas. En éstas y en otras tantas películas sobre la mafia tanto en Estados Unidos como en Italia, incluso en la ópera, como puede ser "Cavalleria rusticana", por poner sólo un ejemplo -ópera que juega un papel importante en El Padrino III-, nos muestran la importancia de la familia. 
La vida real, que no es cine aunque lo parezca, te descubre con crudeza qué es la familia y no siempre responde a lo que nos venden desde pequeñitos, ni muchísimo menos. Las hay que sí, para qué negarlo, pero también lo contrario. El humano es así, perdido ante la ambición y el dinero, y ante eso la sangre no puede ni tiene fuerza de combate. Como un rey Lear moderno vemos cómo lo que creímos asegurado se tambalea y en un tris cambia el statu quo de una manera pasmosa. Sucede hasta en las mejores familias, dirían los cronistas cursis en sus ídem, desgraciadamente sin un Vito Corleone que ponga orden en el asunto.
Luego está la otra familia, la que se crea con el tiempo y con paciencia, la que no le viene a uno sino que la escoge, la cuida, la atesora, la riega como a un bonsái, podando esas ramitas feas y dándole forma con los años. Amigos que han estado siempre y que sabemos que lo seguirán estando, aquellos de los buenos momentos e incluso de los malos, los desinteresados, las piezas que completan el puzzle, con los que te irías a una isla desierta. Con esta otra familia uno se convierte en el más afortunado de todos.
Nino Rota, *Apollonia. BSO, El Padrino.

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