miércoles, 12 de enero de 2022

EL REGRESO

 
Atribulado por el fin de mis vacaciones y con ese pesar invisible que me acompaña de manera recurrente cuando llega este momento, pensando también como un déjà vu en mandarlo todo a paseo y dar un cambio radical a mi vida, me recuesto en el suelo de mi jardín para hacer un poco de deporte, disfrutar del cielo, de la copa verde del jardín de mis vecinos, de la hiedra que ha abrazado finalmente mi morada y, por qué no, de las endorfinas que produce el sufrimiento -perdón, el ejercicio físico-.
Verdes, azules y un toque de algodón blanco, ¿se necesitan más colores para ser feliz?


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