Vuelvo a tener amoto, qué libertad. Aparco donde lo necesito, no pierdo tiempo innecesario en buscar aparcamiento, el cual no existe, no nos engañemos; ni pago parkings allá donde vaya, ni pierdo un tiempo que no tengo. Entrar a Santa Cruz motorizado, y salir de la ciudad igual, es una experiencia increíble. En estas dos útimas semanas, mientras esperaba el cambio del amortiguador, recordé como bofetada sin manos lo insufrible de la espera en la rotonda del Padre Anchieta, en la entrada de la piscina o en la propia Rambla de Santa Cruz; conducir se ha vuelto un infierno.
Pero no todo son baldosas amarillas, se declaró hace mucho la guerra entre coches y motos, perdida de antemano para las segundas: las plazas de aparcamiento para motos ocupadas por coches. Poco se puede hacer, lo sé, pero no pierdo la esperanza y dejo un papelito bajo el limpiaparabrisas donde les hago saber su poca solidaridad. Bueno, alguna vez he llamado a la grúa, como en una ocasión, cuando uno de estos sujetos tenía aparcada su furgoneta ocupando las tres plazas completas. Esperé con paciencia hasta que apareció la policía y bajé raudo a hablar con ellos. En una película le hubiera rajado las cuatro ruedas, pero no. Aunque el cine se parezca a la vida real en muchas ocasiones, yo no tanto a Jason Statham, aunque no estaría nada mal.
¡Feliz día de Júpiter!, mi preferido de la semana.
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Verdi, "Ernani". *Surta e la notte.
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