sábado, 6 de julio de 2019

CASAS Y VIDAS Y VICEVERSA

Visitar las casas de otros siempre supone una experiencia fuerte, o al menos así me lo parece. Hablamos de casas de familias con problemas, familias de bajo poder adquisitivo, muchas de ellas desestructuradas, esas a la que la suerte no les ha sonreído.
Ancianas que viven solas y a las que sus hijos han olvidado, viudos que malviven en unas condiciones infames, solos y sin recibir visita alguna, casas con habitaciones negras por la humedad, ventanas cerradas a cal y canto, camas deshechas, cables eléctricos como telas de araña, mares de zapatos y ropa sucia, pasillos oscuros y estrechos, tristeza en el aire.
¿Sirve esto para algo? Pues sí, para mucho. Sirve para agradecer lo que tenemos, para sabernos afortunados, para disfrutar de nuestras casas. Sirve para luchar contra el cinismo que se instala en nosotros, para intentar echar una mano, para aportar positividad alrededor. Sirve para darnos cuenta de la realidad, no de la nuestra.

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