Para alguien que ha sufrido acoso escolar -cuando no se llamaba bullying y nadie hablaba de ello, simplemente de lo que no se hablaba no existía-, ver cómo ha cambiado la sociedad en sólo una generación supone una dosis de optimismo y algo menos de cinismo. La enorme cobardía que supone acosar a un compañero por la única razón de ser distinto sólo se puede combatir con educación, siempre educación.
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