martes, 15 de enero de 2019

4 COLORES Y UNA PESADILLA

Desde mi cama se ven dos ventanas, una enfrente, al fondo del pasillo-vestidor y una lateral, en ésta la contraventana deja entrever una pequeña rendija desde donde se divisan cuatro colores: el azul del cielo, el verde de una araucaria, el beige de la pared y el gris de la piedra. Claro que estos colores se ven únicamente de día, por la noche la oscuridad es casi total salvo por algún reflejo que llega de la farola más cercana.
La fiebre hace estragos, la cabeza va por un lado y la razón por otro. Anoche tuve fiebre, y antes de anoche también, y me despertó una pesadilla que no se me iba de la cabeza, tanto es así que, cosa rara, me acuerdo perfectamente aún ahora. Esta dichosa gripe y la tos insistente, sumado a la fiebre que debí haber tenido cerca de las cuatro de la madrugada, me hizo disfrutar vívidamente de un cáncer de pulmón, seguido de una profusa lista de herederos. No sé yo lo que iban a heredar de mi, pero ahí estaba yo repasando la lista de los afortunados, vaya una locura. A las 4:11am me desperté para encontrar desafiante el despertador que me miraba con sus números luminosos que me acompañaron hasta que salió el sol y los colores de la rendija refulgían nuevamente.

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