jueves, 11 de enero de 2018

CAMBIAR EL CHIP, DICEN AHORA

Hablar con los amigos es siempre un placer, a pesar de que no nos digan lo que queramos oír en cada momento, aún así es necesario. Respecto a mi trabajo, tema recurrente en cada conversación, en este caso a colación de la posibilidad de cambiar de móvil a uno con doble línea -las razones son obvias-, me dicen que el problema lo tengo yo en mi cabeza, que "debo cambiar el chip". Buen consejo, pero ingenuo, a la altura del que te da tu médico cuando, ante un episodio de estrés grave, sentencia: "tienes que cambiar el chip".
¿Y cómo se cambia uno el chip? El tiempo es el que es, las horas del día también. La dedicación al trabajo es algo tan complicado de cambiar, los hábitos adquiridos, cómo se tome uno la presión y la acumulación de temas, etc. Finalmente parece que la única opción es tirar la toalla y liberarse, otra ingenuidad. Así y todo, cada vez que escucho sobre alguien que ha dicho ¡basta! y ha dejado su trabajo me resultan héroes, aún sin saber qué les deparará el futuro, pero ¿qué futuro me espera si finalmente el estrés me regala un ictus, un infarto, o vete tú a saber?
Cumplir el horario de trabajo, descasnsar más, hacer deporte, leer, escuchar música, compartir la vida, estar en el mercado profesional, dibujar, vivir en definitiva; demasiado para una sólo persona, para una única vida. No sé si un nuevo móvil con doble tarjeta es una solución -las panaceas sólo existen en la literatura-, lo que sí funcionaría, si fuera posible, sería, literalmente, cambiar el chip, convertirme en una nueva persona. Voy a seguir investigando esta línea vital, prometido.

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