Ocurrió anoche, sí, me entregaron el pin de plata con el logo del Colegio de Arquitectos en un acto emotivo. Cenamos en el siempre agradable ambiente de una biblioteca, esta vez en el mismo edificio del Colegio, después de un cóctel al aire libre donde pude saludar a muchos arquitectos a los que no veía desde hace años, algunos incluso compañeros de piso cuando estudiábamos la carrera; hablamos del pasado, de esta época profesional en donde nos hallamos, de política. Éramos pocos, no creo que mucho más de 60, de manera que resultó una cena casi en familia para terminar con el café y la entrega de regalos, pin de plata a los colegiados que cumplíamos 25 años de profesión, a los que cumplían 40 y a los nuevos. Aunque me dieron la posibilidad de decir unas palabras, finalmente lo hizo uno de mis compañeros más acostumbrado a esto de hablar en público, cosa que agradecí porque sé que me hubiera emocionado, más aún si tenemos en cuenta que Juan, mi socio ya fallecido, también habría cumplido este año las bodas de plata profesionales. En fin, una agradable y emotiva noche.
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