El trabajo es una secta, no hay duda. Uno empieza a hacer algo, una cosa lleva a la otra y ¡zas!, acabas saliendo a las tantas. Claro que, igual que digo que uno entra en la vorágine y no sale de ella, muchas veces da gusto salir con el sabor de haber hecho un buen trabajo. ¡Es que nunca estamos contentos con lo que tenemos!
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