Eso me dijeron hace ya muchos años, ¡nos vamos a Nueva York! Un grupo estupendo, casi todos a mitad de carrera, aprovechando aquello del "paso del ecuador" de nuestros estudios. Llegamos emocionados al JFK, aparcamos junto al Concorde (sí, qué viejos somos) y nos embutimos en el metro -hora punta- para terminar saliendo por una de las bocas de metro de la calle 34 y, voilà, el Empire State frente a nuestras narices, esa fue la primera imagen que tuvimos de Nueva York, ¿se puede empezar mejor?
Esta mañana le contaba un par de cosas a una amiga que se irá de viaje en un par de semanas allí, y me acordaba perfectamente de aquellas primeras tiendas que visitamos, tiendas que no he vuelto a visitar en algunos casos y otras que son de visita recurrente. Nuestra primera tienda Levi's que vendían vaqueros una talla más para que te duchases con ellos y se adaptasen a tu cuerpo (eso decían), las tiendas de Canal St. con Braoadway donde nos surtimos de una buena tanda de relojes de lunares negros y amarillos, falsificaciones, modelos imposibles o algunos que jamás habíamos visto por estos lares; la visita al mirador del Empire Stetate una tarde y otra al del World Trade Center, el paseo en ferry hasta Staten Island o una mañana bajo un tormentón en Liberty Island, donde finalmente no subimos a la Estatua de la Libertad porque no se veía nada por el mal tiempo, enfundados todos en unos chubasqueros de plástico amarillos que nos hacían parecer un grupo de turistas, lo que éramos... Recuerdo aquel viaje con una gran nostalgia, entre otras cosas porque perdí todas las fotos que saqué en la inundación de mi casa. Nueva York fue nuestra entrada a los Estados Unidos por primera vez y de allí saltamos a Boston, parte de los Grandes Lagos, las Cataratas del Niágara y algunos lugares más que tendría que buscar en un mapa para recordarlos. Aquel fue mi primer viaje americano y, por supuesto, no fue el último.
Si te gusta Nueva York, o no lo conoces, te aconsejo tres libros para empezar, literatura amena que te hará amar la ciudad, la verdadera ciudad: los dos primeros de Elvira Lindo: "Lugares que no quiero compartir con nadie" y "Noches sin dormir"; el tercero de Muñoz Molina, "Ventanas de Manhattan".
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