Cuando la ópera es el arte de la integración
Lóva, el proyecto educativo impulsado por el Teatro Real,
cumple 10 años de éxitos con 7.000 alumnos y 100.000 espectadores.
Encima del escenario, cara al público, con los cantantes y
los músicos en acción, la ópera resulta un gran espectáculo. Pero es que
detrás, hablamos de algo con mayor envergadura: de la vida. Una sucesión de
oficios, de brazos, de talentos, muy parecidos al mundo real. Con sus
electricistas, modistas, maquilladores, peluqueros, pintores, regidores,
comunicadores… Una cadena que se desata en la fantasía del escenario pero que
alrededor da la medida de algo muy real, pegado al cabo de la calle. Es lo que
desde hace 10 años pone de manifiesto Lóva (la ópera
vehículo de aprendizaje), el proyecto educativo que mediante el arte musical
como proceso, no como fin, ha integrado a 7.000 alumnos de toda España con 370
profesores en 252 espectáculos que han visto ya unos 100.000 espectadores.
Para conmemorar la década de una propuesta que nació bajo
iniciativa de Miguel Muñiz cuando dirigía el Teatro
Real, el día 11 se celebra una gala en el teatro. Acudirán alumnos y
profesores que lo han desarrollado por todo el país. Pedro Sarmiento, su coordinador, hizo
balance junto al director artístico, Joan Matabosch, este jueves en Madrid. “No
es un proyecto que busque un resultado bonito. Es una labor educativa”, aseguró
Sarmiento. “No hablamos de un curso de interpretación, sino de una tarea de
integración, de una suma en la que se demuestra que todo el mundo puede ser
bueno en algo”, añadió Matabosch.
Para certificarlo andaban por el Real Patricia Jiménez y
Pilar Camacho. La primera participó en el proyecto en sus inicios en el
Instituto Tierno Galván de Móstoles. Hoy estudia para dedicarse a la enseñanza
en la Universidad Rey Juan Carlos. Una vocación que según ella, vino de la mano
al descubrir el Lóva su talento para ello. Camacho, en cambio, ofrece otra
perspectiva. Es madre de una de las alumnas implicadas en el Mario Benedetti de
Rivas Vaciamadrid. “Las horas fueron incontables, pero de ahí salimos con un
pensamiento crítico y una conciencia de responsabilidad para encajar las piezas
en el puzzle que nos servirán toda la vida”, asegura la alumna. “Para mi hija,
entrar en Lóva fue como enfrentarse a la vida misma concentrada en un año.
Maduró de golpe, algo que tiene sus ventajas y también sus inconvenientes,
claro”, aseguró Camacho.
El proyecto abarca todo el proceso educativo desde primaria
y secundaria hasta la universidad. Lo integran alumnos de entre 5 y 17 años. Se
ha desarrollado en cárceles también y ha propiciado un curioso efecto bumerán.
“Nació en Seattle pero lo desarrolló sobre todo el Metropolitan
de Nueva York. Lo trajo a España Mary Ruth McGinn, que cada año da un curso
de formación para profesores en España”, asegura Sarmiento.
Pero En Estados Unidos se enterró la iniciativa. “Por
aquello de que los colegios e institutos se centraron más en resultados
académicos y no en el desarrollo de estas iniciativas. Pues bien, este año,
tras haber sido abandonado y debido a nuestro éxito, regresa y se empieza a
desarrollar en la Ópera de Washington
desde agosto”, comenta Sarmiento.
Expansión internacional
El éxito de Lóva a lo largo de 10 años ha extendido su
crecimiento fuera de España.. Dentro cuenta con 50 compañías en varias
comunidades autónomas. Pero fuera, aparte de desarrollarse en colegios del
Reino Unido y los países escandinavos bajo otras asociaciones que han copiado
el modelo, ha recibido distintos impulsos y reconocimientos. La Comisión
Europea lo ha distinguido como ejemplo de buena práctica para el desarrollo de
la competencia cultural. La cátedra UNESCO de Políticas Culturales de la
Universidad de Girona está realizando una evaluación del mismo que finalizará
en junio de 2018. “En este aspecto, tratan de evaluar cuantos hábitos
culturales han desarrollado los alumnos implicados frente al resto”, comenta
Sarmiento.
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