sábado, 15 de octubre de 2016

ADOPTA UN ABUELO

Hace años una amiga de cierta edad tuvo un accidente y estuvo ingresada dos semanas en el hospital. Yo solía ir a visitarla por las tardes, antes de empezar a trabajar, a su habitación, la cual compartía con dos señoras más, una de ella ya bastante mayor. Con el tiempo fui cogiéndole cariño a esta última y terminé visitándola después de darle el alta a mi amiga e incluso a su casa una vez dejó ella también el hospital. Aunque desgraciadamente Doña Leo ya murió, recuerdo esa época de mi vida con mucho cariño. Ahora siento no haberla visitado más, ya se sabe que el trabajo, los compromisos, la vida misma, nos va volviendo egoístas con el tiempo... Recuerdo que mis visitas fueron siempre muy intensas.
El mundo de los enfermos, del que afortunadamente no sé mucho, tiene siempre la sensibilidad a flor de piel y los sentimientos se multiplican. Recuerdo que a la otra señora, Doña Gregoria, con la que también me encariñé (ella tenía una vida más cómoda, un hijo, etc.), nunca la visitaban. Una vez le pregunté que si no tenía familia y me dijo que sí, un hijo que la quería mucho pero que no podía visitarla "porque tenía mucho trabajo". Así, la víspera de su operación de cadera, el hijo ni siquiera había venido a donar sangre, por lo que fui yo el que se ofreció a ello. La operación fue bien, le dieron el alta al cabo de pocos días y al hijo no lo conocí nunca. Por cierto, esta señora siempre me guardaba parte del pan de sus almuerzos, envuelto en una servilleta, el mismo que yo arrojaba discretamente a la papelera cada vez que abandonaba la habitación.
Me han vuelto estos bonitos recuerdos a la cabeza tras leer un interesante y emotivo artículo en el periódico sobre la ONG "ADOPTA UN ABUELO", una iniciativa que me parece simplemente maravillosa.




Adoptado a los 86 años
Decenas de mayores son visitados en sus residencias por “nietos” sin lazos de sangre.

Bernardo Cea camina apoyando sus 88 años en la empuñadura de un bastón de madera con forma de cabeza de pájaro. El brazo libre lo coge Alberto Cabenas, un joven que conoció en Andamac, una residencia de Ciudad Real en la que vive hace cuatro años. Coincidieron porque Cabenas visitaba a su abuelo, que falleció hace casi un año. La Navidad del 2013 Bernardo le pidió a los Reyes Magos un nieto y Alberto cumplió su deseo. Lo “adoptó” y decidió propagar su acción hasta convertirla en una fundación: Adopta un Abuelo. Este año un centenar de mayores, en su mayoría sin familia directa, tendrán “nietos” y nueve países están interesados en imitar el modelo de voluntariado.
En el pequeño municipio de Torrenueva está la casa de Bernardo. Nieto e hijo de carpintero, continuó con el oficio familiar y construyó una segunda planta con la ilusión de que un matrimonio joven la habitara y se ocupara de él y su esposa. “Estaba dispuesto a que durmieran gratis o pagarles un sueldo, pero nadie quiso”, lamenta. Hace seis años enviudó y cambió su vida “por completo”. El octogenario, que no tuvo descendencia, decidió entonces mudarse a la residencia, donde está a gusto y se siente querido. Cuando llega Alberto a visitar sus tardes tranquilas, lo recibe con un abrazo. Al igual que los otros nueve mayores que tienen “nietos” que los adoptaron en ese asilo. Cada mayor es acompañado una vez por semana durante nueve meses por dos universitarios, para no crear dependencia y por si uno no puede, que el encuentro tenga lugar de todas formas.
Ino Gallego tiene dos “nietas”. En su madurez trabajó durante años para la Cruz Roja acompañando a mayores, y ahora es él quien se deja visitar. Su esposa Trini Ruiz, que vive con él en la residencia, está ansiosa por que comiencen de nuevo los encuentros, que se paralizan de mayo a septiembre. “Ha pasado mucho tiempo, las echamos de menos”, comenta con cariño de sus dos voluntarias que repetirán el voluntariado este año. Cabenas destaca que el programa beneficia a ambas partes porque los jóvenes aprenden de las experiencias de los mayores y estos se sienten acompañados y revitalizados por los voluntarios.
Adopta un Abuelo se fundó en octubre de 2014. Cabenas hizo un plan piloto para el que convocó jóvenes de todas partes de España, y según las ciudades donde más demanda vio, decidió llevar el programa: Santander, Granada, Madrid y Ciudad Real. El objetivo este año es cerrar acuerdos con residencias de otras cinco ciudades y lograr que más de 100 mayores sean visitados semanalmente por sus “nietos”. El doble de la cifra actual. Las solicitudes de jóvenes interesados en participar llegan casi a los mil, pero faltan residencias, que son el soporte económico del proyecto. “Hay algunas que me han dicho ‘no queremos voluntarios aquí’”, comenta Cabenas, que renunció a la consultora KPMG y dejó su departamento en Madrid para mudarse a la casa de sus padres en Ciudad Real y poder dedicarse por completo a la fundación.
Bernardo está orgulloso de lo que ha logrado su “nieto”. Le cuesta creer que él haya sido el inspirador de una idea tan bonita. “Yo, que no tengo estudios”, dice sorprendido. Cuando camina por los pasillos de la residencia, donde desfilan salones copados de mayores participando de los talleres de tejido, de lectura, de colorear, lo hace con una sonrisa. Él no quiere realizar las actividades que se imparten. Él solo quiere pasear con su nieto.

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