Leo con placer este editorial en El País sobre las conversaciones para formar gobierno posteriores a las segundas elecciones en España. Y digo con placer, aunque no me parece un artículo lo suficientemente duro con estos impresentables, porque yo llevo diciendo algo parecido desde las fallidas primeras elecciones hace ya varios meses: ¿cómo no se les cae la cara de vergüenza a los líderes de los partidos políticos para presentarte -las mismas cabezas de listas- nuevamente a las elecciones? Pues no, no sólo no les da vergüenza sino que se presentan los mismos por segunda vez y aún siguen erre que erre sin que aún tengamos gobierno en España. Tienen tanta cara que son capaces de llevarnos a unas terceras elecciones y volverse a presentar ¡con un par! Desde luego Spain is different, no cabe duda alguna ya.
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Que se vayan todos
Si los líderes no despejan ya el
fantasma de otras elecciones deberían irse
EL PAÍS. 17.07.16
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Después de que la cortedad de
miras y el tacticismo de los partidos y sus líderes provocara una repetición
innecesaria e injustificada de las elecciones, cabría esperar de los
principales dirigentes que el reconocimiento de su fracaso y el sentido de Estado
que se les supone les hiciera comprender la urgencia de dotar a España de un
Gobierno. Lejos de ello, en las tres semanas transcurridas desde el 26-J, los
más significativos jefes políticos se han dedicado a perder el tiempo de forma
lamentable.
Difundir la idea, ante la
enormidad de los retos que enfrenta nuestro país, de que disponemos de tiempo
suficiente para “reflexionar” nos parece irresponsable y peligroso. Lo que la
ciudadanía exige es unos líderes políticos que se arremanguen y negocien, día y
noche si es necesario —¡qué clase de tomadura de pelo es esta de que nuestros
líderes no pueden trabajar en fin de semana o días festivos!—, hasta lograr un
acuerdo que dote a este país de un Gobierno que pueda tomar las decisiones que
urgentemente necesitamos adoptar. Pensar que la ciudadanía va a aceptar que los
líderes se concedan una pausa veraniega para así digerir mejor sus resistencias
al pacto es un insulto que muestra lo fuera de la realidad que están. E
introducir, siquiera como ardid, la posibilidad de unas terceras elecciones,
nos parece una obscenidad que descalifica para ejercer cualquier cargo a quien
siquiera lo plantee.
España no puede permitirse unos
políticos que solo piensen en términos de los votos que perderían si actuasen
de una u otra manera y que crean poder permitirse poner en marcha maquinarias
electorales cada dos por tres con cargo a los contribuyentes para así
satisfacer su deseo de permanecer en el cargo.
Tampoco resultan aceptables las
peleas internas de los partidos. Desde el forzado y falso monolitismo con que
funciona el PP hasta la debilidad de la dirigencia del PSOE, el estado de las
fuerzas políticas conspira contra la investidura de un Gobierno. Algo muy grave
le ocurre al sistema político español cuando los líderes se permiten ignorar
las conclusiones arrojadas por las urnas, que el 26-J configuraron claramente
cuál es la minoría en torno a la cual debe formarse el Gobierno y cuáles las
que deben responsabilizarse de ponerlo en marcha.
Es obvio que Mariano Rajoy no
merece volver a presidir un Gobierno, pero es innegable que el Partido Popular
es quien tiene que formarlo, incluso con Rajoy, si es como quieren hacerlo. Y
los demás tienen que jugar sus bazas de oposición de la mejor manera que crean.
Pero para ser oposición tienen antes que permitir que haya un Gobierno.
La incapacidad para dotar a
España de un nuevo Gobierno es negligente y tendrá un coste muy elevado. La
cadena de daños provocados por tanta insensatez es alarmante: sin Gobierno, no
ha sido posible fijar un techo de gasto para los Presupuestos de 2017; sin
techo de gasto no es posible, para un Gobierno en funciones, aprobar un cuadro
macroeconómico ni poner en marcha el flujo financiero hacia las comunidades
autónomas; y tampoco se puede elaborar con plenas garantías un borrador de
Presupuestos Generales del Estado para el año próximo. Resulta inconcebible que
la definición de la política económica esté totalmente paralizada cuando es
público y notorio que la negociación de un nuevo plan de estabilidad financiera
con Bruselas (es decir, un calendario de cumplimiento del déficit) es una
cuestión de Estado, urgente y crucial.
No pueden demorarse más las
decisiones para corregir el déficit estructural del sector público; ni tampoco
dilatarse la reforma del sistema público de pensiones. Siete meses sin Gobierno
reducen el margen de maniobra para negociar con Bruselas los ajustes exigidos,
obligando a concentrar eventuales recortes presupuestarios y subidas de
impuestos en un trimestre. Además, la desidia y el egoísmo del PP y la falta de
visión política de PSOE, Ciudadanos y Podemos podría, si se prolonga,
deteriorar la confianza de los mercados en nuestro país, algo que con un
volumen de deuda superior al 100% del PIB no podemos permitirnos.
Por todas estas razones, nos
preocupa extraordinariamente que los retrasos en la formación del Ejecutivo los
termine pagando la ciudadanía en forma de recortes sociales, los contribuyentes
en forma de más impuestos y la economía en forma de mayor exposición a una
crisis hipotética. Ignorar estos hechos, demorarse en la investidura y
prolongar la inestabilidad política y la formación de Gobierno constituye pues
una grave dejación de responsabilidades democráticas y un golpe muy dañino para
la credibilidad institucional.
Desde aquí, por responsabilidad,
queremos instar a los principales líderes políticos a que dejen a un lado sus
intereses personales, incluso se echen a un lado si fuera necesario, y se
comprometan a dotar a España de un Ejecutivo en el plazo más corto posible.
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