jueves, 14 de julio de 2016

DE RASEROS Y COLETAZOS

Los ánimos están encendidos, me decía ayer un amigo que me escribía de Madrid acerca de la polémica creada en los medios (mucho más que en la calle, a mi entender) a raíz de la muerte de un torero la semana pasada y de los comentarios posteriores de todo tipo. Parece ser que ahora hay que criminalizar a cualquiera que de su opinión y más si esta es, digamos, políticamente incorrecta. No sé de leyes, pero tengo sentido común, y no creo que sea ilegal que yo piense de una u otra forma, ¿a dónde íbamos a llegar si yo en mi casa, viendo la vida pasar -que diría Alaska en su canción- no puedo tener una opinión propia sobre un tema de actualidad, sea la que sea. Alegrarse de la muerte de alguien y hacerlo público no parece ser algo encomiable, estaremos de acuerdo, pero ¿es un delito? y sí lo es ¿el rasero es el mismo? 
Pongamos pues algún ejemplo: desde aquella concentración en la Puerta del Sol que acabó dando lugar a la creación de Podemos y es la "culpable" del panorama actual español en lo que se refiere a la política y a la pérdida del poder absoluto del bipartidismo al que estábamos acostumbrados, las barbaridades que se han podido leer sobre este partido, sobre Pablo Iglesias, sobre Monedero, sobre Carmena, etc., han sido indecibles. Digo barbaridades porque la gama ha sido prácticamente infinita. Perruflauta es hasta un halago si comparamos la palabra con otras mucho más fuerte. De los partidos nacionalistas vascos y catalanes, otro ejemplo, se ha dicho de todo e insistentemente, si eres abanderado vasco te gusta la ETA, si hablas catalán quieres romper España, etc., etc. Podríamos seguir con innumerable ejemplo donde la polémica ha estado servida y donde los medios no han prestado el más mínimo interés porque frases como "podemita bueno, podemita muerto" no importa a nadie, al fin y al cabo son unos antisistema, ¿verdad? Sobre los que votamos al PACMA ídem de ídem, que si le damos consideración de humano a un animal, que si tiramos los votos, que si nunca veremos a un representante de un partido animalista en el Parlamento, que si somos esto o lo otro. En definitiva, nadie se ve su propia joroba y las varas de medir son tantas y tan variopintas como temas a debatir existen.
Claro que el mundo de los toros, el mismo que disfruta una mínima parte de la población española, sigue siendo tabú y ante la muerte de un torero, el cual se mete voluntariamente en un ruedo a torturar -en nombre del arte- a un animal (que no tiene la opción de elegir), jaleado por la masa, no se puede decir ni , todos a sentirlo como si hubiera fallecido alguien de nuestra familia, de nuestro entorno.
Yo no me alegro de la muerte de este señor, pero ni lo conocía, ni me gusta su trabajo, ni lo que hace, por lo que lo que siente o deje de sentir es algo personal e intransferible y, por supuesto, absolutamente nada criticable. ¿Soy un criminal por ello? lo que faltaba por escuchar, ya no vamos a tener libertad para pensar de una forma u otra. Podemos alegrarnos de la muerte de Sadam, de Gadafi, desear la muerte del incombustible Fidel, de Maduro, de Trump y de tantos personajes non gratos de la realidad que lo son o lo fueron; podemos llamar asesinos a cualquiera que discrepe de la línea moral preestablecida con respecto a los nacionalismos; podemos alegrarnos de esta guerra o aquella por necesaria siempre que los medios y el poder establecido hayan decidido que son causas justas, Ahora, cuando se trata de hablar de toreros muertos, que no del grupo musical, ¡cuidadito con lo que se dice!
No me alegro de la muerta de nadie, no festejo la muerte de nadie, pero si ésta me afecta o no es algo que pertenece a mi ámbito absolutamente privado. La polémica posterior a esta última muerte de un torero parece más bien los últimos coletazos de los pro taurinos que ven como su mundo desaparece poco a poco, como también lo hizo la caza del zorro en UK sin que haya pasado nada de nada. Las corridas de toros son como la morarquía, la tradición es lo único que puede justificarlas hoy, ni la lógica ni el sentido común. Y repito, por último, que no debemos olvidar que a las corridas de toros no asiste ni un 10% de la población española y que, además, en muchas comunidades autónomas -Canarias la 1ª de ellas- simplemente están prohibidas.

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