miércoles, 29 de junio de 2016

MARAVILLOSO BACON

Una visión total del perturbador Francis Bacon
El catálogo razonado del pintor abarca por primera vez su obra completa.
http://cultura.elpais.com/cultura/2016/06/28/actualidad/1467137852_424703.html

El arte singular, perturbador y brutal de Francis Bacon le convirtió en una de las figuras esenciales de la pintura del siglo XX, pero el legado que hoy se exhibe en los museos del mundo apenas alcanza un tercio de su producción. Una buena parte de su obra permanece escondida en colecciones privadas, a menudo, rácanas a la hora de sacarlas a la luz. Frente a visiones parciales, la obra completa del artista anglo-irlandés (1909-1992) va a aparecer por primera vez detallada hasta el último cuadro en un catálogo razonado que sale mañana al mercado con la ambición de dar a conocer al Bacon total.
La edición limitada de Francis Bacon: Catalogue Raisonné, (publicada por los gestores de su patrimonio) persigue ilustrar, en palabras de su artífice, el historiador Martin Harrison, “lo que el artista pintaba en lugar de lo que la gente imagina que pintaba” y que, a su entender, está sujeto a prejuicios derivados de su vida privada. “Esos turbios secretos dominan demasiado la idea que tenemos de Bacon”, sostiene este experto sobre sus relaciones tormentosas y sadomasoquistas con una colección de amantes masculinos “de la que no creo que haya que saber nada para entender sus cuadros”. Aquellos que solo ven su obra desde el prisma de la identidad sexual, pone como ejemplo, se sorprenderán ante los 18 desnudos femeninos que integran el catálogo, frente a sólo 11 cuadros de hombres copulando.
“Pintaba a mujeres y eso no se destaca. Sea o no significativo, se trata de un hecho”, subraya Harrison sin comprometerse, porque su objetivo ha sido trazar un recorrido cronológico por las 584 pinturas de Bacon que sobreviven para que otros abran “nuevas vías de lectura y reinterpretación”. El catálogo de 1.538 páginas —con un precio de 1.400 euros y desglosado en cinco volúmenes— incluye un centenar de títulos nunca publicados, aunque el historiador subraya que “en realidad, más de la mitad de sus cuadros es poco conocida. Se han dedicado muchas exposiciones a Bacon, pero las obras que se presentan suelen pertenecer casi siempre al mismo grupo”.
En manos privadas
Identificar cada una de las pinturas le ha supuesto un trabajo de 10 años, centrado en ese difícil 63% en manos privadas (“a menudo tienen la paranoia de ser víctimas de un robo”) que acaparan la obra de Bacon desde que el despegue de su cotización a principios de la década de los sesenta la hizo inaccesible para los museos públicos. A Harrison sólo se le resistió una pieza, Head with Raised Arm (1955), aunque su imagen tomada de un antiguo catálogo editado en Turín también se reproduce en la compilación.
Desde los inicios de Bacon con una acuarela de 1929 que refleja el impacto del primer encuentro con el trabajo de Picasso, descrito por él mismo como una “epifanía”, hasta la obra tardía en la que Harrison destaca sus paisajes “frente a la idea de que dejó de ser interesante en los ochenta cuando estaba viejo, enfermo y falto de energía”, el catálogo encarna una suerte de biografía pictórica. Ahí están sus constantes, esos seres deformes que nos muestran una visión atormentada y descompuesta del ser humano; los grandes trípticos que en 1930 ya tanteaba con un ensayo pintado sobre una mampara de madera (por eso está incluida en el catálogo, aunque sea una pieza de mobiliario); el estudio constante de la figura del cuerpo o esa obsesión por el Retrato de Inocencio X de Diego Velázquez, tantas veces versionado. Bacon se retrata a sí mismo con pinceladas que le desgarran el rostro y convierte a su amante George Dyer en objeto de una decena de desasosegados cuadros durante sus ocho años de relación que, a juicio de Harrison, ha sido magnificada. Pinta a amigos y personajes de su círculo y, en una rareza, también a Mick Jagger en un poco conocido tríptico inspirado en una colección de fotos que guardaba del rockero.
El catálogo que ahora reemplaza al de John Rothenstein y Ronald Alley (1964), donde solo se abarcaba el 37% de su obra, “es sólo el principio” para encarar sin ideas preconcebidas al artista en su totalidad.




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