Howard Gardner, científico de Harvard: “Una mala persona no llega nunca a
ser buen profesional”
Enviado el : 27 May
2016, Por: Javier
Howard Gardner es un prominente neurocientífico
estadounidense, psicólogo, profesor de Harvard y autor de la teoría de las
inteligencias múltiples. ha recibido innumerables reconocimientos por su
trabajo entre ellos el Premio Príncipe de Asturias. Lo entrevistó el
diario La Vanguardia de España sobre sus teorías y sus concluyentes
planteamientos invitan a la reflexión “Aprender es el único antídoto contra la vejez y yo lo tomo cada día en Harvard
con mis alumnos. Es tonto clasificar a los humanos en listos y tontos, porque
cada uno de nosotros es único e inclasificable”, sostiene.
¿Por qué cuestiona que la inteligencia es lo que miden los
tests?
Porque yo soy un científico y hago experimentos y, cuando
mido la inteligencia de las personas, descubro que algunas son muy buenas
solucionando problemas pero malas explicándolos. Y a otras les pasa lo
contrario.
¿Y si hay personas diversas es porque también tiene que
haber diversos talentos?
Por eso he dedicado 400 páginas a describir siete tipos de
inteligencia: lingüística, lógico-matemática, musical, espacial,
cinético-corporal, interpersonal e intrapersonal.
¿Y por qué no muchas más: la culinaria o la mística o la
teatral o la ecológica?
Porque no cumplen los requisitos que sí cumplen esas. Y
espero acabar demostrando que además hay una inteligencia naturalista, otra
pedagógica y otra existencial para plantearnos preguntas trascendentes. Pero no
más.
Hoy los colegios ya plantean sus programas según esas
inteligencias múltiples.
Y yo no me dirigía a los pedagogos, pero fueron ellos los
primeros que adoptaron mis teorías.
Tipos de inteligencia
Hay siete tipos de inteligencia: lingüística, lógico-matemática, musical,
espacial, cinético-corporal, interpersonal e intrapersonal.
¿Por qué?
Porque comprobaban cada día en las aulas que las categorías
de tonto o listo no cubren la diversidad del talento humano. Y, por tanto, que
los tests de inteligencia no miden realmente nuestras capacidades, sino sólo la
de resolverlos.
Su teoría, además, era cómoda para consolar a niños con
malas notas y a sus papás.
Se abusó de ella al principio porque no se comprendió bien.
En Australia, la administración la manipuló para explicar que había grupos
étnicos que tenían inteligencias diferentes de otros.
¡Qué peligro!
En ese punto, empecé también a preguntarme por la ética de
la inteligencia y por qué personas consideradas triunfadoras y geniales en la
política, las finanzas, la ciencia, la medicina u otros campos hacían cosas
malas para todos y, a menudo, ni siquiera buenas para ellas mismas.
Esa ya es una pregunta filosófica.
Pero yo soy un científico e inicié un experimento en
Harvard, el Goodwork Project, para el que entrevisté a más de 1.200 individuos.
¿Por qué hay excelentes profesionales que son malas
personas?
Descubrimos que no los hay. En realidad, las malas personas
no puedan ser profesionales excelentes. No llegan a serlo nunca. Tal vez tengan
pericia técnica, pero no son excelentes.
A mí se me ocurren algunas excepciones...
Lo que hemos comprobado es que los mejores profesionales son
siempre E CE: excelentes, comprometidos y éticos .
¿No puedes ser excelente
como profesional pero un mal bicho como persona?
No, porque no alcanzas la
excelencia si no vas más allá de satisfacer tu ego, tu ambición o tu avaricia.
Si no te comprometes, por tanto, con objetivos que van más allá de tus
necesidades para servir las de todos. Y eso exige ética. Para hacerte rico, a
menudo estorba. Pero sin principios éticos puedes llegar a ser rico, sí, o
técnicamente bueno, pero no excelente. Resulta tranquilizador saberlo. Hoy no
tanto, porque también hemos descubierto que los jóvenes aceptan la necesidad de
ética, pero no al iniciar la carrera, porque creen que sin dar codazos no
triunfarán. Ven la ética como el lujo de quienes ya han logrado el éxito.
“Señor, hazme casto, pero no ahora”. Como san Agustín, en efecto. Otra mirada
estrecha lleva a estudiantes y profesionales comodones a ser lo que
consideramos inerciales, es decir, a dejarse llevar por la inercia social e ir
a la universidad, porque es lo que toca tras la secundaria; y a trabajar,
porque es lo que toca tras la universidad..., pero sin darlo todo nunca. Sin
ilusión, la vida se queda en obligación. Y otros son transaccional es: en clase
cumplen lo mínimo y sólo estudian por el título; y después en su trabajo
cumplen lo justo por el sueldo, pero sin interesarse de verdad limitan su
interés y dedicación. Y son mediocres en todo.
¿No descubren algún día de su
vida algo que les interese realmente?
Algunos no, y es uno de los motivos de
las grandes crisis de la madurez, cuando se dan cuenta de que no hay una
segunda juventud. Otra causa es la falta de estudios humanísticos: Filosofía,
Literatura, Historia del Pensamiento... ¡Qué alegría! Alguien las cree
necesarias... Puedes vivir sin filosofía, pero peor. En un experimento con
ingenieros del MIT descubrimos que quienes no habían estudiado humanidades,
cuando llegaban a los 40 y 50, eran más propensos a sufrir crisis y
depresiones.
¿Por qué?
Porque las ingenierías y estudios tecnológicos acaban
dándote una sensación de control sobre tu vida en el fondo irreal: sólo te
concentras en lo que tiene solución y en las preguntas con respuesta. Y durante
años las hallas. Pero, cuando con la madurez descubres que en realidad es
imposible controlarlo todo, te desorientas.
¿En qué país influyó más su teoría
de las inteligencias múltiples?
En China editaron cientos de títulos sobre
inteligencias, pero las entendieron a su modo: querían que su hijo único fuera
el mejor en todas. Pues no se trata exactamente de eso. Cada sociedad y persona
entiende lo que quiere entender. Cuanto mayor te haces, más difícil es adaptar
tu vida a un descubrimiento y más fácil adaptar el descubrimiento a lo que ya
creías que era la vida. Por eso, voy a clase a desaprender de mí y aprender de
los jóvenes.
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