Tuve ayer uno de esos días largos, cansado pero agradable, de trabajo; esos días en que uno se levanta nervioso para no perder el vuelo, pasa todo el día del tingo al tango, y regresa a casa después de un vuelo sobre las nubes, pensando en el presente y, sobre todo, en el futuro incierto. Tan absorto estaba calculando por enésima vez las deudas y los ingresos que me sobresalté al notar cómo las ruedas del avión tomaban tierra de manera ligeramente brusca. Un taxi a casa, ducha relajante, algo de cena y a la cama.
Esta mañana he logrado dormir un poco más de lo habitual, mis perras me lo han permitido, de manera que me encuentro más descansado de lo normal. Un café, algo de comer para empezar el día y heme aquí escribiendo un poco, actualizando el blog y empezando a ponerme de mal humor leyendo los periódicos online. Estos políticos que tenemos, autocomplacientes hasta límites insospechados, soberbios como ninguno (o como todos), son capaces de volver a decir las mismas majaderías una vez tras otra, volverse a presentar como cabezas de lista a pesar del ridículo que han hecho después de las últimas y fallidas elecciones, discutir por el gasto electoral sin ponerse de acuerdo cuando lo que tendrían que hacer es pactar para que no haya campaña electoral, para que el Estado no de ni un duro más a estos impresentables, dimitir en bloque y permitir que caras nuevas y renovadas presenten programas nuevos (que nadie conocerá) para lograr ilusionar al personal. Pero no, ya sabemos que esto no va a ocurrir y que en España, pase lo que pase, nunca pasa nada. Volverá la campaña como las oscuras golondrinas, volverán los gastos ingentes de dinero que pagaremos todos, volverán los mismos a intentarnos engañar con las mismas mentiras de siempre y no pasará nada, finalmente todos habrán ganado las elecciones, y tendremos al Presidente que nos merezcamos. De pena.
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