lunes, 18 de abril de 2016

¿CONTRA QUIÉN JUGAMOS AHORA?

La división por clases sociales y su transformación a lo largo del tiempo
Extraído del blog ElAcorazadoPotemkinblog
Reflexiones y opiniones sobre sociedad y política acompañadas de un marcado toque personal.
https://elacorazadopotemkinblog.wordpress.com/2016/04/14/la-division-por-clases-sociales-y-su-transformacion-a-lo-largo-del-tiempo/

Las figuras poseedoras del auténtico poder dentro de la sociedad han adoptado diversas formas durante los últimos siglos. En la actualidad se han difuminado de una forma asombrosa y un tanto alarmante. El cinismo y la obsesión de aquellos grupos influyentes que no son elegidos por el pueblo junto con un capitalismo sin barreras han generado confusión y dudas forjando un laberinto creado para ocultar las respuestas que ha requerido el ciudadano. En muchas ocasiones el objetivo consiste en que no se llegue a plantear siquiera aquella pregunta que resulte comprometedora, sirviéndose de una gran cantidad de fanáticos y simpatizantes que en definitiva son ajenos a  las motivaciones internas de sus referentes morales. Y es que a pesar de que la economía mundial es más boyante ahora y más personas disponen de los recursos suficientes para mantenerse, parece que a la hora de reconocer la figura de quiénes ejercen el caciquismo, el abuso o la picaresca a gran escala, la distorsión alcanza niveles astronómicos.

En la época feudal la distinción entre clases sociales era muy sencilla. El bastón de mando estaba en manos del rey, su corte y demás miembros de la aristocracia. La cultura hibernaba entre los muros de la iglesia católica sin ningún atisbo de retornar del sueño. Un bien tan preciado era exclusivamente para el disfrute de sectores minoritarios y privilegiados. El resto de la población, exceptuando algún mercader o artista, pertenecía a la parte pobre y sometida de la sociedad, sin derechos de ningún tipo y condenada a trabajar para poder sustentar el estilo de vida de aquellos que los estaban menospreciando.

Cuando llegamos al siglo XIX se producen cambios significativos. La conciencia de clase ahonda en la sociedad y se vislumbra la capacidad organizativa necesaria como para suponer una amenaza real para el gobernante tradicional. Se comprende que la tutela monárquica ha de llegar a su fin. La burguesía pasa a tomar el poder en varios países europeos y se comprueba que, aunque da mejores resultados que lo conocido anteriormente, la soberanía sigue perteneciendo a una clase privilegiada aunque de mayor tamaño. Ahora el siguiente varón en la estirpe ya no será un ente omnipotente y todopoderoso cuando crezca y guarde sus juguetes. Se avanza un paso más con la llegada de la Revolución Francesa en 1879 apartando de manera contundente del gobierno del Estado a la nobleza, la iglesia y las familias adineradas. Fue el momento  de la Asamblea Nacional. Se tomaron las riendas conjuntamente intentando que la palabra “democracia” aspirase a tener un significado parecido al de antaño, al de la antigua Grecia.

En cambio, una parte relevante de nuestra población no sabe distinguir qué o quién ataca sus derechos fundamentales, le aproxima más a la pobreza y le condena a un futuro aciago gracias a la aplicación práctica de un sistema que nunca eligió. Un amplio frente, integrado por medios de comunicación, empresarios y políticos, ha invertido siempre más esfuerzos en acercar al ciudadano a su postura idealista mientras se asegura de que la administración y las leyes no progresen provocando que no se puedan adaptar a los cambios sociales. No tenemos rey absolutista ni burgueses ni ninguna clase característica que sea fácil de identificar. En su lugar nos encontramos con una amalgama de círculos de poder que, zigzagueando entre representantes del pueblo, niegan ser clave en las decisiones que nos afectan directamente. El principal problema de esta situación radica en la falta de un objetivo claro y común. Queremos saber contra quién jugamos esta partida de ajedrez tan extraña y vital. Sin brújula y con las nubes inundando el cielo reinará la falta de organización y el contrario nos tumbará cuando ya estemos demasiado exhaustos para continuar el paso.

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