Sábado en casa con varias cosas programadas para hacer: bricolaje, jardín, limpiar pelos de mis perras, cocinar para varios días (lentejas vegetarianas y huevos benedictine con salmón), lavadora, etc. Bajé temprano a Santa Cruz a una visita de obra y, al volver a casa escuchando la radio, no dejaba de pensar en el asunto de los papeles de Panamá. Después de que saltara esto a los medios de comunicación (uno se pregunta el porqué de filtrarlos ahora, pero ser conspiranioco no nos lleva a nada sino al sufrimiento continuo) los protagonistas se han apresurado a contestar raudo, justificándose ¡cómo no! con respuestas tópicas, imagino que organizadas por sus caros abogados:
- Cerré la cuenta hace años y pagué a Hacienda. Respuesta tipo Cameron.
- Estoy al día con Hacienda. Respuesta tipo Pilar de Borbón.
- No tengo que dar explicaciones, fue todo legal. Respuesta tipo Almodóvar.
Y así diversas variaciones.
A ver, no nos engañemos, este nuevo escándalo no hace sino perpetuar la idea de que los millonarios, o los ricos en general, se creen por encima del bien y del mal, son avaros de necesidad y siempre saben qué hacer para defraudar impuestos, robar, pagar menos esconder sus ganancias y cualquier otra fórmula fraudulenta. So no, ¿para qué querrá uno tener una cuenta en Panamá? A mi que que se dejen de pamplinas, son todos unos ladrones insolidarios y me dan asco. De todos los nombres que han salido a la palestra únicamente el primer ministro de Islandia ha dimitido, claro que la conciencia democrática de la isla parece ser una rara avis. En España, donde no dimite nadie, tenemos directores de cine, políticos, familia real, escritores... nadie se extraña, pero no salimos a la calle indignados como en Reikiavik, no, hace frío; aquí nos gustan más las manifestaciones futboleras. Echo de menos al Gobierno hablando del tema, o a la Iglesia, tan gustosa de manifestaciones para defender su anacronismo, o a los sindicatos organizando una huelga, no sé. Y si esto es lo que sale a la luz, ¿imaginan lo que está aún oculto?
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