viernes, 29 de enero de 2016

EL PADRE JORGE


Augusta sigue convaleciente, de manera que será otro fin de semana casero. Si estoy con ella puede estar sin el dichoso collar isabelino tan incómodo para los perros, así que prefiero pasar más tiempo echándole un ojo de manera que ella puede moverse con libertad. Ahora, mientras escribo, tanto ella como Octavia están echadas sobre mi cama, supongo que durmiendo.
Tengo una noche y dos días por delante para seguir disfrutando de la lectura, la ópera y algunas películas y capítulos de las series que sigo, todo pendiente porque ¡hay tanto que ver! Escucho L'elisir d'amore para ambientarme, después de haber visto "Francisco, el padre Jorge", una reciente película sobre el Papa Francisco, o el padre Jorge Bergoglio, donde el aria de Donizetti juega un papel importante para introducirnos en la juventud del protagonista. La película me gustó, está bien contada, no me pareció proselitista y Buenos Aires... Buenos Aires, siempre tan maravillosa. No soy una persona religiosa y ando embarcado en una guerra perenne contra la Iglesia católica, a la que no comprendo, a la que me cuenta respetar; evidentemente soy producto de una educación religiosa -estudié con los Hermanos de La Salle-, pero comencé a dudar y así sigo, dudando, no sólo de ella, por supuesto. Esta vez no se trata de hablar mal de la Iglesia, no, sino de hablar de un Papa que se sale de lo normal, un Papa comprometido con los pobres, un Papa humilde, demostrado con hechos diarios, no con palabras. ¿Será esto lo que necesita la Iglesia para modernizarse, para abrirle los ojos? No lo sé, ahora, los anteriores no lo fueron, así que espero que este lo sea. 


Viendo la película, o más bien escuchándola, en un viaje de Buenos Aires a Roma el Papa, cuando solo era el Padre Francisco, habla con el copiloto del avión, el cual lo reconoce y lo invita a sentarse en un asiento de business, ofrecimiento que él declina (me inclino a pensar que esto estará en el guión porque la anécdota será verdadera, si no sería un toque inventado demasiado facilón). Pues bien, el copiloto, que es judío, le pregunta al cura el porqué de tanta dificultad de entendimiento entre los hombres, entre las religiones, a lo que él contesta "Para ser cristiano hace falta ser judío primero". Más adelante, en otra escena donde la periodista, la otra protagonista de la película, habla con él de política -aún no es Papa-, ante una pregunta él le contesta sobre esto: "La política debería ser una  forma elevada de la caridad". Y yo no puedo estar más de acuerdo. En estos tiempos corruptos, donde la política es el reflejo negro de una de las peores cosas del ser humano, la codicia, es cuando más necesitamos políticos honrados que realmente quieran trabajar por el bien de los demás, que para eso tienen el poder. Nosotros somos los importantes, no ellos, aunque tanto ellos como nosotros lo olvidamos constantemente. Dura profesión la de político, pero más dura la cara de los políticos ladrones y corruptos, para estos no debe haber perdón alguno. 
Y confianza en los nuevos aires del Papa.

L'Elisir D'Amore, Donizetti,
*Una furtiva lagrima.

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