Con un día de asuntos propios me dediqué esta mañana al papeleo, ¿puede haber algo más reconfortante?; es una broma, claro está. Esta fue mi segunda visita a las oficinas descentralizadas del ayuntamiento, RECAUDACIÓN, para solicitar la devolución de la parte proporcional del impuesto de vehículos. Hoy, como lo fuera la primera vez, la oficina estaba completamente vacía, solo con dos señoras muy amables que me saludaron al unísono con un sonoro ¡buenos días!, y una sonrisa. Empezamos bien, pensé, voy a tener suerte con el papeleo. Pregunté ¿dónde me siento? Hace una semana me atendió usted, dije dirigiéndome a la mesa del fondo. Pues hoy seré yo quien le atienda, dijo la de la mesa de delante, y así nos habrá conocido a las dos. Me senté, expuse mi problema y a partir de ese momento la señora empezó a teclear mientras hablaba conmigo sobre temas varios: la crisis, para empezar y romper el hielo, los estudios, arquitectura y las bellas artes, el funcionariado, etc. En medio de la conversación se sumó la señora del fondo de manera que estuvimos los tres de cháchara hasta que la de delante dijo, ¡ya está, listo! Sonreí, le dí las gracias a ambas por tanta amabilidad y eficiencia, y me dirigí a la moto feliz y con una sonrisa de oreja a oreja. Luego habrá quien diga que todos los funcionarios son iguales, que no dan golpe y bla bla bla. En fin...
La primera parte está resuelta; ahora, que me devuelvan el dinero adelantado es harina de otro costal. Cruzaré los dedos encomendándome al santo Job.
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