miércoles, 3 de junio de 2015

ÁGAVE


Ya hace casi dos años que dejé de comer carne y soy más feliz por muchas razones, por ellos, los animales, por mi, mi salud, por tantas cosas. Si no tomo azúcar desde hace años, reemplazada por sacarina, ahora he decidido, al menos en mi casa que es fácil de conseguir, no tomar nada de alimentos químicos como los edulcorantes y pasarme al sirope de ágave. Lo he probado varias veces y es casi como el azúcar, mucho más agradable de sabor que la sacarina, sin duda.
Leo esto de interés, lo que me lleva a pensar que la panacea no existe:
Nutricionalmente son bastante similares pero la característica diferencial con el azúcar común que es que el sirope de agave posee un bajo índice glucémico, es decir no causa un aumento tan drástico de los índices de glucosa tal y como lo provoca el azúcar común. Este al tener un índice glucémico tan alto tiende a hacernos sentir hambre más temprano ya que se digiere rápidamente, es por ello que los preparados con sirope de agave hace que nos sintamos llenos durante más tiempo, lo que se puede traducir en comer menos.
Lo cierto es que el sirope de agave tiene sus seguidores pero también sus detractores, como os comentaba anteriormente para su obtención debe de sufrir un procesamiento con una serie de reacciones químicas que van a determinar según como sea el proceso la calidad del sirope de agave, ya que algunos están tan excesivamente procesados que hace que se acabe equiparando al jarabe de maíz de alta fructosa.
Es decir, hay algunos siropes de agave tan altamente refinados que su composición acaba siendo 100 % fructosa, así que a estos no se les podría atribuir la riqueza y los beneficios de los fructooligosacáridos, muy abundantes en la planta y con propiedades prebióticas que ayudan a mejorar el tránsito intestinal y a reforzar el sistema inmunitario.
Estos fructooligosacáridos se modificarían en la transformación en sirope generando simplemente fructosa, con los consiguientes perjucios a nivel de salud que este compuesto puede provocar como sería el aumento de triglicéridos, hígado graso, diabetes y alta presión arterial entre otros, por lo que se recomienda un consumo moderado y responsable cómo con cualquier tipo de glúcido.

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