Uno tiende a idealizar las películas antiguas, quizá porque las vimos siendo niños y nuestra capacidad de asombro estaba casi intacta, porque eran otros tiempos y los avances en el cine no eran tan grandes como ahora, porque cualquier cosa que se salía de lo normal era un éxito seguro, porque la originalidad tenía sus frutos. Ahora las cosa han cambiado, los avances tecnológicos son tan grandes que poco nos sorprende y la originalidad suele brillar por su ausencia.
Hemos visto este fin de semana dos ejemplos contrapuestos. En la tele un clásico, por llamarlo de alguna manera; después de haber visto hace una semana la original, la primera de "El planeta de los simios", sí, la de Charlton Heston, nos decidimos por la secuela, o sea "Regreso al planeta de los simios". Si la primera es un ejemplo caro de lo que comentaba al principio -uno la recuerda como una película que marcó una época, pero mira que es mala-, la segunda no tiene desperdicio. Siguiendo la estela de la Guerra Fría y de la paranoia por el holocausto nuclear nos encontramos con esta película imposible de clasificar, mala mala mala, ridícula hasta decir basta y con un final tan absurdo que al menos cerró la posibilidad de una tercera parte.
Para compensar tal horror cenamos el viernes japonés y nos plantamos después a ver "Lucy", lo último de Luc Besson, sabiendo de entrada lo diferente que es el cine de esta directos. ¿Quién no recuerda "El gran zaul", "León, el profesional" o "El quinto elemento", por poner algunos ejemplos. La película nos gustó, es muy entretenida pero no deja de ser un poco rara. Mezcla de imágenes crudas de la realidad animal y humana, plantea la hipótesis de un humano que utiliza su capacidad cerebral por encima de la media. Es dura, sangrienta y desasosegante en algunos momentos; muy europea. Scarlett Johansson muy bien, Morgan Freeman también, aunque nuevamente haciendo de él mismo.
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Francia
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