domingo, 15 de junio de 2014

PINCHOS ANTISOLIDARIOS

Cuando aún no me había recuperado del espanto de saber que en Londres se han colocado pinchos antimendigos para evitar que estos puedan pasar la noche en portales, leo hoy en EL PAÍS que Londres no es una excepción y que Madrid o Barcelona, por poner solo dos ejemplos, también utilizan este método tan poco solidario. A perro flaco todo son pulgas.
Dieciséis pinchos metálicos de un par de centímetros de alto han levantado una montaña de indignación en las redes sociales. Los colocó en su soportal una comunidad de vecinos londinense para librarse de una persona sin hogar que dormía en el suelo. El 6 de junio un peatón tomó una foto y la subió a InternetTwitter hizo el resto. "Es un poco hipócrita cómo la gente se ha rasgado las vestiduras con este trending topic: en todas las grandes ciudades, incluidas las españolas, se colocan sistemáticamente, desde hace años, este tipo de barreras”, dice José Manuel Caballol, de la fundación de lucha contra la exclusión social RAIS. Las considera una forma más de “violencia indirecta contra las personas sin hogar”. “El tuit no me llamó la atención”, dice, “basta con darse un paseo por el centro de cualquier gran ciudad”. (...) La arquitectura disuasoria busca, con más o menos disimulo, evitar ciertos comportamientos creando barreras físicas. Un paseo por el centro de Madrid, mirando con ojos de quien busca —no ya solo dormir, sino sentarse, ir al servicio, socializar, beber y comer sin tener que sentarse en una terraza— descubre decenas de ejemplos. Es una ronda fascinante, porque el peatón ha naturalizado estas triquiñuelas que hacen la experiencia de la ciudad más incómoda para todo el mundo.
Si te fijas, hay jardineras bordeadas de verjitas que la gente se clava en el trasero cuando para a hablar por teléfono. Otras han sido rellenadas con cemento en el que se han incrustado piedras o varillas metálicas. Algunas soluciones son seudodecorativas; otras son simples mallas metálicas colocadas de manera improvisada sobre huecos o recovecos. La tipología de los bancos es muy variada. Algunos están divididos para evitar que te tumbes, otros son simples bloques sin respaldos ni brazos, y algunos, en vez de planos, están inclinados y para sentarse sin escurrirse hay que hacer fuerza con los pies. En la plaza de Ópera la fuente está deshabilitada, en la de Callao no hay sombra. En Jacinto Benavente hay más de 200 sillas de terrazas (de pago) y ni un banco. La ausencia de verde es notable. “Los centros de las ciudades se están endureciendo para todos... No es que haya una normativa específica que busque ciudades menos habitables, pero falta una visión y gestión global de los espacios públicos”, opina Carlos Llés, sociólogo urbano. “Tal como funciona el diseño del espacio público, suele ocurrir que aunque el proyecto pueda estar bien pensado, llega un momento, generalmente durante la ejecución de la obra o su mantenimiento, en el que aparece un concejal de distrito o alguien del área de seguridad y pide -casi siempre por presiones de los vecinos, y sobre todo de los comerciantes- que se tomen este tipo de medidas. El resultado son espacios defensivos, desequilibrados y poco habitables no solo para quien vive en la calle, sino para todos los que usamos la ciudad”. Para las abuelas que no se pueden poner juntas en los bancos individuales, para los niños que corren sobre el duro granito, para el lector que se quiere sentar sin tener que entrar en un bar y para el que tiene sed y no quiere pagarse un botellín de agua. En Madrid, el ejemplo perfecto está en el kilómetro cero. La fuente central de la Puerta del Sol estaba diseñada como un banco circular donde la gente se podía sentar con los pies para dentro (en un foso sin agua), o hacia afuera, apoyados en un escalón de unos 20 centímetros. Pero alguien, en distintos momentos entre 1985 y 2009, decidió llenar de tierra y flores el foso y colocar sobre el banco una corona de espinas. Ahora los turistas (solo los más flexibles) se sientan acuclillados en lo que era originalmente el escalón. O directamente se sientan en el suelo. En Barcelona, donde el actual Ayuntamiento asegura que “está a favor del urbanismo de las personas y no del urbanismo preventivo”, también se pueden encontrar bancos anti-mendigos colocados en 2009, alféizares de ventanas inclinados y diversos obstáculos en garajes y portales. “Improvisada o no, siempre hay una ideología detrás de estas actuaciones”, dice Eva García Pérez, arquitecta-urbanista del Observatorio Metropolitano. “Son estrategias para desplazar lo que la ciudad no quiere ver”, continúa. “Muchas veces tienen detrás un falso discurso arquitectónico: el higienista, la falsa sostenibilidad o el disfraz de diseño contemporáneo, porque nos fascina ese aspecto ultramoderno de las plazas duras. Y por supuesto, está la obsesión por la seguridad”... (continúa)
http://sociedad.elpais.com/sociedad/2014/06/13/actualidad/1402683725_100674.html






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