lunes, 5 de mayo de 2014

LOS CONTROLADORES AÉREOS, UN PAÍS SIN PETRÓLEO

La crisis ha girado las tornas hacia el odio colectivo contra el funcionariado o hacia cualquiera que trabaje para la Administración, ese mismo que ha cobrado tan mal año tras año y que ahora parece ser el molino a abatir; atrás quedarán aquellas críticas al que prefería un sueldo fijo al pelotazo, al dinero rápido, al dinero fácil. Antes del funcionario David fue el "pueblo" y Goliat "los controladores aéreos", ese grupo tan denostado como envidiado (¿duda alguien que esté aquí el quid de la cuestión? ¿y la privatización de los aeropuertos? ¿y la de las torres de control?), cuatro gatos contra todo el maquiavélico aparato del Estado, políticos, medios de comunicación y por ende la opinión pública que se pliega a lo primero que oye sin contrastarlo. ¿Cómo se puede ganar esta partida de ajedrez en semejante tablero? 
Ahora, de vez en cuando, salta la liebre en forma de noticia suculenta del tipo "un juez encuentra imputable no-se-qué-cosa a los controladores", y van todos los periódicos y las televisiones y la proclaman a los cuatro vientos, o mejor a los cinco, o seis. ¿Y qué ha pasado con las noticias anteriores de las decenas de sentencias judiciales exculpatorias? Claro que estas noticias no tienen morbo ni venden periódicos... Los controladores son un país sin petróleo en este mundo.
Me cuentan que todo lo ocurrido ha podido con muchos controladores (y controladoras, como se dice ahora), que no han podido superar la presión de verse insultados a todas horas y que han terminado por abandonar la profesión.
Imaginen solo por unos minutos que a alguna cabeza pensante se le ocurriera que los PROFESORES, por ejemplo, son muchos, que cobran demasiado y que trabajan poco, de manera que se urde un plan bien trazado para que en unos meses todo el país piense que este colectivo es el nuevo enemigo público a batir. Tan sencillo como eso, todo el aparato manos a la obra y el profesorado a las cloacas. Y quien dice los profesores dice cualquier otra profesión, da igual una que otra, todos somos carne de cañón. A la mía, la arquitectura, entre todos la mataron y ella sola se murió. 
No empecemos de una vez a apoyarnos los trabajadores, seamos los que seamos, que vamos listos.

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