Una mañana de lunes despejada por fin, 17° en La Laguna y día de fiesta en toda la provincia. Desayuno con los amigos y paseo por el centro para ver, entre otras cosas, la catedral por dentro una vez restaurada. Sin mucho tiempo para observarla -empezaba una misa y el cura echaba a los curiosos- me encuentro con una cubierta completamente nueva sobre unos extraños soportes: han desaparecido los capiteles de las columnas y en su lugar se muestran unos enanos prismáticos terminados en una pirámide truncada desde donde parten las nervaduras. Una solución un tanto extraña y posmoderna que no acaba de gustarme.
El resto del paseo muy agradable, cafés y buena conversación.
Se acercan los carnavales y yo tengo ganas de viajar, cada vez más; necesito de nuevo un tiempo ctártico, aunque me temo que, desgraciadamente, la catarsis tendrá que esperar porque en este año serán unos días de fiesta muy muy caseros.
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